VALÈNCIA. Alquerías o barracas constituyen, con diferentes dimensiones y estructura, dos representaciones clásicas de la vivienda de huerta, una construcción muy prolífica en la provincia de Valencia.
No obstante, no se trata de los únicos ejemplos de casas edificadas como vivienda de agricultores o pastores. Existen otros más singulares, menos conocidos, que perviven desde hace siglos. Para muestra, una de litoral y otra de interior.
En El Puig de Santa María, en el norte de la comarca de l´Horta, se elevan con historia secular cuatro casetes de volta. "El nombre procede de la bóveda redondeada y tabicada del techo. En el siglo XVII su uso era generalizado. Partimos de una tradición arquitectónica valenciana que en nuestro municipio está presente en varias edificaciones monumentales", explica Julio Badenes, arqueólogo e historiador de El Puig.
Este erudito local ha elaborado un estudio titulado 'El valor del patrimonio arquitectónico de l´Horta. Un hallazgo excepcional en El Puig de Santa María: cuatro casetes de volta'. Dentro del conjunto de la provincia de Valencia destaca esa singularidad arquitectónica en la población conocida por su histórico monasterio. "También existen en el Maestrazgo y en otros países mediterráneos como Grecia; no obstante, en la comarca no queda constancia de más ejemplos", sostiene el también doctor en Filosofía.
Tres de esas cuatro viviendas supervivientes se hallan en zona de marjal, y la cuarta, más al interior. "Dos se ubican pegadas al camino dels Plans, una vía de comunicación completamente recta y realizada en la edad Media para enlazar el embarcadero que se había construido en la playa con el castillo de El Puig. Su estado de conservación es muy bueno. Una de ellas, la que se encuentra a 200 metros de la playa, ha sido reforzada con vigas actuales", indica el cronista de este municipio de l´Horta Nord.
Este tipo de construcción la compartían, como resultaba habitual antaño, personas y animales de corral, aunque en diferentes plantas. De hecho, el pesebre con comedero hecho de obra para esos animales, que resultaban básicos en el sustento familiar, despunta en la caseta de volta más cercana al litoral.
Una tercera se localiza a 200 metros de la urbanización Puig Val. "Es la más esmerada en su construcción y la que denota mayor antigüedad. Posee una planta rectangular de entre 5 y 9 metros de largo y un ancho de entre 3,3 y 5 metros. Los muros son de mampostería de piedra, como resulta habitual, pero están lucidos finamente con un encalado de color rojizo que aún cubre intermitentes trozos de los muros", recalca Badenes.
Respecto a la ubicada en 'secano', en el denominado camí de la Lloma, hace hincapié el historiador en que "las piedras utilizadas son de rodeno, cuarzo y ladrillos. El rodeno es el material más empleado en todas las casetas que hemos hallado porque abunda en las montañas de El Puig. La cubierta está formada por una bóveda tabicada sobre la cual se ha dispuesto rodeno en lajas y ladrillos. Se trata de un edificio que era utilizado por pastores o labradores que trabajaban en secano".
Para este singular patrimonio, Julio Badenes reclama su recuperación "por parte de Ayuntamiento y Diputación, con la declaración de Bien de Relevancia Local. Y esta protección quedaría a medias si no se habilitan los caminos que llevan a estas históricas casetas de volta".
A 68 kilómetros de distancia de El Puig se ubica Chulilla. Mientras que la primera localidad emerge en el litoral norte de la provincia de Valencia, la segunda despunta casi a la misma altura en línea recta hacia el interior, cerca de las provincias de Cuenca y Teruel.
"Nuestra orografía, en pendiente desde el castillo hacia el río, marca la construcción, que también mantenía una intensa dependencia de ganadería y pastoreo", remarca Vicent Sebastián, arqueólogo y cronista oficial de Chulilla. Esa morfología otorga al casco urbano un estilo de 'cascada'.
"Se trata de viviendas con hasta seis plantas al bajar en ladera, con la inferior utilizada para cuadra, la superior para residencia familiar, la tercera para saladar, la cuarta a modo de secadero… así hasta la letrina en más altura", desgrana este autor de la ponencia titulada ‘La arquitectura rural como evidencia’ que presentó en el IX Congreso Internacional de Historia Comarcal bajo el epígrafe 'La vivienda: memoria, identidad y perspectivas'.
Con socarronería, Sebastián apunta que "los burros se asoman a las ventanas, porque en ocasiones penetraban por la calle de atrás a pisos superiores".
Este estilo arquitectónico, con puertas que dan a dos calles diferentes que permiten entrar a pisos superiores o inferiores, recuerda a la reconocible de Alcalá del Júcar. O al antiguo Domeño. Incluso a Gestalgar (como Chulilla, en la comarca de la Serranía) o Castielfabib (en Rincón de Ademuz), aunque en estos casos a menor escala.
"Son viviendas de los siglos XVIII o XIX, con la puerta principal en la calle inferior. Algunas de ellas, con el paso del tiempo, se han dividido entre herederos y han quedado partidas y reducidas a casas más pequeñas", apostilla el cronista de Chulilla.
De ese modo presenta una construcción bastante diferente a las casetes de volta de El Puig pero que al igual que estas constituye un vestigio del pasado agrícola de sus respectivos municipios y de su atractivo presente patrimonial.