Puede que no sea el barrio más céntrico ni lustroso de València, pero sin duda es uno de los que mejor se ajustan a la definición clásica del término
Desde la discreción que le confiere su situación periférica, Benicalap va sumando puntos entre esa estirpe de rastreadores urbanos que van a la caza de locales donde comer bien, generosamente y a precios asequibles. Los esmorzarets más auténticos. Los tapeos más pantagruélicos. Los asadores más suculentos.
Benicalap fue un municipio independiente hasta finales del siglo XIX, y también uno de los pilares del desarrollo industrial valenciano. Edificios emblemáticos como La Ceramo -pendiente de rehabilitar- o la antigua fábrica de bombas reconvertida hoy en el centro cultural Bombas Gens nos dan una idea del pasado y el presente obrero de este barrio, que acogió en su día a trabajadores procedentes de todo el país, y que actualmente también es uno de los principales lugares de residencia de ciudadanos de origen africano que se asientan en la ciudad. Por eso Benicalap es un buen destino tanto para probar la comida senegalesa como para regalarse un bocadillo de diez en el bar Mistela.
Hoy nos trasladamos a la Avenida Burjassot para hablar de uno de esos bares-restaurantes que se pegan al pulso del barrio y acompañan a sus gentes desde que amanecen hasta que se recogen de nuevo en casa. Castellar Brasas -al que se le ha sumado recientemente Castellar Tapas Bar, ubicado a pocos metros de distancia, en la misma calle- es, ante todo, un local de restauración muy versátil. Están ahí a las 7.30 para dar el empujón cafetero al currante y a las 10,30 para servir bocadillos con carnes y embutidos a la parrilla. Ahí siguen a mediodía, ofreciendo menús generosos y más que decentes por 9 euros. Y también por la noche, cuando las mesas se visten con mantel blanco y las familias, parejas y grupos de amigos tiran de carta y apuntan principalmente a las carnes a la brasa. El ticket medio rara vez supera los 20-25 euros. De ahí a Castellar llegue cada vez más “turismo” de otras zonas de la ciudad.
En la retaguardia de este negocio está una familia de hosteleros muy conocida en Benicalap, “Los Culebras” (suyo es el mítico bar Culebras, un clásico de la cultura del almuerzo). Con Castellar Brasas -y sobre todo Castellar Tapas, inaugurado hace solo unas semanas-, los propietarios quisieron elevar su propuesta. Encontraron un local muy amplio con barra, dos salas -una de ellas descubierta- y una enorme parrilla para cocinar al mismo tiempo para un gran número de comensales. Revistieron el interior de madera clara en un aparente intercambio de solera por luminosidad, y contrataron a un equipo joven, atento y con muchas ganas de hacer las cosas bien.
Castellar no es el único asador del barrio, pero quizás es el que más empeño ha puesto en congeniar su espíritu popular con una buena calidad de materias primas y un cierto sentido de la sofisticación. Precisamente es este último aspecto el que chirría un poco cuando analizamos la carta ¿Por qué no dejar a otros el tartar de atún rojo con algas wakame o los nachos con jalapeños, y nos centramos en aquello que verdaderamente nos define? La realidad es que, con un buen chuletón de vaca madurada, una generosa guarnición de verduras a la plancha y unas patatas fritas recién hechas, ya tienen un mundo entero. Las croquetas cremosas y con verdadero sabor a jamón; los buñuelos de bacalao de toda la vida, pero jugosos y bien rebozados; los productos de huerta… esas son sus verdaderas bazas.