En estas fechas, cuando se van encendiendo las luces de navidad con las que el señor Barcala ha engalanado Alicante desde principios de octubre, me gusta siempre desempolvar Cuento de Navidad de Charles Dickens y releerlo como si fuera la primera vez que acaricio el lomo con mis manos. El escritor británico, relata la historia de un viejo cascarrabias propietario de una fábrica al que en una noche de Navidad se le aparecen en sueños tres fantasmas ambientados temporalmente durante su vida. Al despertarse, sorprendido por el espíritu de las navidades futuras, se da cuenta de que morirá solo y ni el apuntador le velará en su entierro. Por mucho poder que tuviera su presencia no valía absolutamente nada, no era más que un ente con mucho poder, pero con apenas influencia.
¿Por qué les cuento esto? Pues bien. Además de que de leer a Dickens es una de las mejores formas de entender la revolución industrial en Gran Bretaña, también se da la circunstancia de que atravesamos tiempos revueltos en los que existen muchos dirigentes y pocos líderes con influencia y calado en la gente. Políticos, intelectuales, empresarios… Hoy me centraré en los últimos, en los encargados de sustentar el tejido productivo de nuestro país. A los políticos, para alegría de algunos, les dejaremos tranquilos por ahora.
En una sociedad narcisista, en la que podemos sobrevivir leyendo Decálogo del buen ciudadano: Cómo ser mejores personas en un mundo narcisista de Víctor Lapuente, donde el que la tiene más grande, – la empresa digo –, es el más consciente de su propia importancia. Egolatría representada en redes sociales como LinkedIn en donde los CEO’s se multiplican por doquier, los coordinadores abundan más que en el Gobierno de Sánchez, y los directores de área son tantos que al final no queda ningún espacio que dirigir. Lo importante es manifestar un atuendo de superioridad mejor que el de al lado. Nos pasamos todo el día compitiendo y el que no manda parece que ha fracasado en la vida.
Es ahí donde se equivocan. Conozco gente que a pesar de ser jefe, CEO o Country Manager no tiene influencia ni en su casa, y por el contrario recuerdo a personas sencillas que inspiran a otras personas con su mera forma de trabajar o de actuar. De la misma manera que por mucho dinero que tenga un mortal nunca se podrá comprar un dinosaurio, por mucho coordinador de coordinadores que sea alguien nunca podrá ser un líder por el mero hecho de ostentar un puesto de responsabilidad. La relevancia se gana, el cargo viene impostado. Me he encontrado en mi joven trayectoria con personas que simulaban mandar, pero no me iría con ellos ni a la vuelta de la esquina. Seres insensibles, apáticos, sin convicciones… Malas personas que jamás podrán ser buenos profesionales. Porque para un servidor, la preparación o la talla no solo está en el currículum sino en los adentros, en el alma que será juzgada en la eternidad.
Personajes con aires de CEO que maltratan a sus trabajadores, ignorando sus necesidades fundamentales denigrando su personalidad hasta niveles inimaginables para que luego ellos se vayan hasta el infinito y más allá. Lo digo por Jeff Bezos y sus viajes espaciales mientras sus empleados no tienen ni un respiro para cambiar el agua al canario. Me refiero también a estos hosteleros que se quejan de que la gente no quiere trabajar con unas miseras condiciones laborales. Si he hablado de Dickens al principio es porque se ha producido una regresión en el mercado, volviendo a la revolución industrial y ahora ya no hay trabajadores sino explotados. Trabajar no te garantiza llegar a fin de mes, te permite sobrevivir mientras el patrón se llena los bolsillos.
Hay muchos CEO’s, muchos jefes, muchos coordinadores que coordinan y directores que dirigen, pero hay pocos líderes que lideren. Carisma que tiene toda persona empática, capaz de sacrificarse a sí mismo por una causa mayor. Ahora estos se sacrifican poco y buscan ganar el mayor número de capital pasando por encima de la humanidad de sus trabajadores. Por eso todo se está parando, por eso en Estados Unidos millones de empleados están dimitiendo de sus puestos de trabajo generando una gran renuncia que ha provocado la subida de salarios, pero con nulos efectos en interesados ante el incremento de la inflación.
Sobran jefes en este mundo y faltan líderes. El que influye es aquel que además de mandar prevalece en tu memoria por su calidad humana aparte de por su profesionalidad. Tú, empresario, ¿Quieres dejar huella en tus trabajadores y ser un líder o prefieres ser un simple CEO de muchos que sea olvidado por sus pupilos? Está en nuestra mano calar en los demás o ser un mero autómata con programación imperativa.