Jordi Pujol tiene que estar arañando las ventanas de su casa mirando al vacío. El viejo sueño de la derecha catalana se ha hecho realidad, pero no parece haber nadie para aprovecharlo. Ese anhelo no era modesto. Consistía no en ser rey de España, sino emperador. La situación que habilita un empate a 172 escaños entre un bloque de derecha y otro de izquierda, poder ser juez y parte en ambas direcciones, es decir, apoyar por un lado la asimetría del Estado y la desigualdad entre los territorios y, por el otro, aprobar medidas que acentúen la desigualdad dentro de cada territorio. Un momento mágico, casi como que te toque la Grossa, pero que Puigdemont no parece interesado en aprovechar.
El expresident en Waterloo tiene otros objetivos y, además, no parecen muy en sintonía con el pulso de la sociedad catalana, donde los partidos independentistas están en el 27%. No obstante, se pueden entender sus errores en 2017. Si toda una comunidad académica, mediática e intelectual de uno de los lugares más desarrollados de España y de Europa te dice que el derecho de autodeterminación es lo contrario de lo que es y nadie se atreve a llevar la contraria, con la excepción de algún partisano como Guillem Martínez, es normal que te induzcan al error. Lo que ya es para un libro de autoayuda extraordinario es que te mantengas firme y, cuando peor estás, cuando te amenaza seriamente la irrelevancia, se te ponga por delante la ocasión de ser emperador de España.
El problema es que, independientemente de los objetivos de Puigdemont y Junts, su acción o inacción tendrá consecuencias nada banales. Está en juego que gobierne la llamada coalición plurinacional o el PP con el apoyo de Vox. Este escenario ya lo tenía previsto el Gobierno, pero a los mortales nos ha caído como una sorpresa. La cuestión es que no ha sido la única. El PP ya está dispuesto a dialogar dentro de los márgenes de la Constitución con cualquier fuerza, algo que durante veinticinco años nos han dicho que era hacerle el juego a ETA, mientras que, en el otro extremo del arco ideológico, se echa en falta a cierta gente ¿dónde están los antifascista?
Si la noche electoral en Ferraz los militantes socialistas gritaban "¡No pasarán!", cabe preguntarse a qué nivel de efervescencia habrán llegado los que se describen constantemente como antifascistas, los que llevan jerséis donde pone en grande "Antifascista", los que proclaman "Alerta antifascista" ante cualquier suceso o noticia y que, en definitiva, conforman la gran familia antifa que lucha en todo el mundo contra la extrema derecha.
Se supone que en 2019 eran ellos los que quemaron mi barrio cuando se hizo pública la sentencia del procés. Era una sentencia fascista y había que salir a la calle y "luchar". Sin entrar en detalles sobre la discutida sentencia, ahora mismo se plantea una disyuntiva mucho más simple. Vox es un partido que está en perfecta sintonía con la extrema derecha internacional y está en la mano de Puigdemont, por acción u omisión, llevarlos al gobierno de España y, de paso, inclinar el equilibrio de poder en la Unión Europea. Los aguerridos jóvenes antifas deberían haber tomado ya las calles para presionar o tratar de influir en esa decisión de Junts. Sin embargo, cero mil cerocientos cero antifascistas han asomado en lo que llevamos de semana postelectoral.
Es sabido que hay votantes y militantes de Junts que prefieren a Vox en un gobierno para que se tensione la situación, para ver si funciona de una vez la profecía autocumplida. Lograr sus objetivos a costa de todo, pasando por encima de todos, pero que nadie les tosa. Sus motivos para la "llegada del fascismo" merecen nuestra comprensión. Habrá fascismo, pero por una buena causa. Yo sí te creo, antifa.
Puede que las gentes estén de vacaciones, pero ¿y los antifascistas de guardia? Las urgencias antifascistas de Pablo Iglesias han sido otra de las grandes sorpresas. El cofundador de Podemos ha escrito en Ara: "Lo importante, en realidad, no es si Pedro Sánchez sacará la investidura tras llegar a un acuerdo con Puigdemont o si, por el contrario, habrá otra vez elecciones en diciembre". Muy presumiblemente, una repetición de elecciones solo puede suponer dos cosas, o que le da por fin a Feijoo para gobernar, o que volvemos a la situación en la que estamos ahora mismo.
No obstante, para Iglesias, "lo importante es si la frágil mayoría plurinacional emprende una hoja de ruta de reforma del Estado en una dirección republicana. Eso sería lo único que, en el medio y largo plazo, serviría para ganarle a las voces azules". Tiene verdadero mérito ver que un empate a 172 entre bloques con conceptos muy diferenciados, incluso dentro de los propios bloques, es un momento idóneo para abrir el melón constitucional. Está a punto de caramelo la reforma.
A veces, cuando tratas con extranjeros que analizan la actualidad española (como le ocurre a cualquiera que hable de otro país sin conocer al cien por cien sus códigos) y ves que tienen opiniones un tanto toscas, te quedas pensando "este igual se cree que lo que decimos es lo que queremos decir". Aquí todos los discursos tienen un pero, incluidos, faltaría más, los que son a vida o muerte.