¿Qué hacían cientos de chinos y chinas recorriendo la Patacona tras el temporal Gloria con cubos de plástico?
El panorama el miércoles por la mañana en la playa de la Patacona era cuanto menos curioso: boyas en lo que antes era el paseo, montañas de plástico y mierda (el mar, que nos devuelve lo que le damos), parejitas paseando al chucho y aquí viene lo dantesco, cientos de chinos y chinas con cubos de plástico organizados cual panel de abejas, recogiendo a saber qué cosa con la precisión de un Casio atómico —¿pero qué cojones?
¿Estarían celebrando el año chino? Porque por la noche seguían a todo trapo, armados de paciencia, gorras con lucecitas y cubiletes. Me da a mí que no estaban de party. Y más y más cubos de aquí para allá —siendo 'allá' la parte de atrás de un buen puñado de furgonetas, y la playa hasta la bandera de niños con impermeables del chino (yo tengo uno, 5 pavos) en busca de un bicho feo, flácido y desconocido para el vecino de la Malvarrosa: el pepino de mar. El extraño lujo marino que se cotiza en Corea, China, Hong Kong o Singapur hasta 500 euros el kilo. A ver si va a ser eso.
Pero a ver, ¿qué tiene de especial este equinodermo marino? Que (por cierto) es un primo lejano de la espardenya y que vulgarmente se conoce como carajo o mojón de mar; 'mojón de mar', qué bonita la poesía gastronómica cuando es delicada y precisa, eh. Mojón. De. Mar.
El pepino de mar pertenece a la Era Paleozoica, nace hace unos 400 millones de años y tiene un fascinante método defensivo: cuando lo ataca otro pez expulsa sus vísceras por todos sus poros para que al depredador de turno le estalle la cabeza ante tamaño 'déjame en paz' gelatinoso. Un intensito de cuidao pero es que aquí viene lo bueno: en Asia consideran al mojoncete un manjar gastronómico en parte por sus propiedades afrodisíacas.
Hablo con Víctor de Hiperasia, el mayor supermercado chino de València: “allí en China se considera un manjar y su destino suelen ser la sopa: lo vaciamos, deshidratamos y secamos para cortar en trocitos”. En cuanto a sus propiedades, “además de para la disfunción eréctil es bueno para el riñón, el sistema inmunológico y la circulación, quizá por eso es uno de los ocho manjares o productos exquisitos de China, como el ginseng o la aleta de tiburón”
También nos cuenta Raúl Resino, el cocinero pescador: “del pepino de mar hay muchas variedades, en Asia no utilizan el aparato digestivo, que es lo que nosotros llamamos espardenyas. Los de la costa que han llegado a la playa estos días no valen para nada, filtran toda la contaminación, el alquitrán y el petróleo. Los que valen se encuentran a partir de cinco o seis millas, a 50 o 60 metros de profundidad”.
Vienen curvas; sigue Resino: “comerse eso es una bomba, puedes intoxicar a alguien y pueden ser peligrosos. Por supuesto que es ilegal venderlos o cocinarlos en un restaurante, todo lo que no pase por lonja y tenga su etiqueta y por tanto haya pasado los controles sanitarios es ilegal”.
Leo en este fabuloso artículo de José Carlos Capel en el que entrevista a Luke Jang (del restaurante Luke) que “aquí no están legalizados todavía, necesitan ser autorizados por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria”, por eso él los importa desde Finlandia.
Algo huele a chamusquina en nuestras playas, amigos hedonistas; pero aquí, depende de para quién, nunca pasa nada.