VALENCIA. Es muy posible que esta misma noche los Reyes Magos hayan acudido a alguna de sus casas cargados con oro, incienso y birra. De hecho, es mucho más probable que lo hayan hecho con una caja de seis o doce birras de fabricación artesanal que con los otros dos productos (un tanto excesivos por precio y tolerancia olfativa). Si es así, es probable que alguna de esas cervezas haya pasado de una u otra forma por la cadena de distribución que gestiona Christian D.G. Jardel (Brazzaville, República del Congo; 1964). El responsable de Bierwinkel es uno de los activos cerveceros más relevantes en la Comunitat Valenciana y sus territorios limítrofes, muy conocido entre fabricantes locales y conectado como importador y comercial al entorno gastronómico.
Sin embargo, su vínculo al carbónico elemento estuvo plagado de casualidades. A los 18 años y con la nacionalidad francesa bajo el brazo, pasó unas vacaciones en la pequeña localidad de Petrés, muy cerca de Sagunto. Allí conoció a un amor de verano que trataría de reeditar un año después. Sucedió, pero desde entonces las idas y venidas empezaron a repetirse y en 1987 aceptó que su aventura en España iba a durar para toda la vida. Interesado por la hostelería, planeó un viaje a Escocia para conocer de primera mano la elaboración del whisky. Era el invierno de 1991 y el coche con el que cruzaba Europa con la que hoy es su mujer se paró en el noroeste francés. Los tres días que tardó un mecánico en devolverle su vehículo sirvieron para que Jardel maridara su vida para siempre con la cerveza.
"Allí, de noche, hacía tanto frío que buscamos algún sitio para entrar en calor. Entramos en una cervecería casi sin darnos cuenta. Había como 15 o 16 grifos. Yo nunca había visto algo así y no me gustaba especialmente la cerveza. Ahora recuerdo que me tomé tres y que salí muy contento [ríe]. Volví a Valencia convencido de que quería montar una cervecería", apunta Jardel. Este año 2017 se cumple el 25 aniversario de apertura de aquel Bierwinkel (algo así como 'el rincón de la cerveza' en alemán), situado en la calle Guardia Civil. Ese fue el lugar desde el que Jardel descubrió que, "sin querer ser ni importador ni distribuidor, tenía que convertirme en ello si quería que en Valencia hubiera algunas cervezas".
En su haber hay un sinfín de anécdotas, como aquella en la que, en sus inicios, fue de visita a uno de los principales fabricantes alemanes en pleno OktoberFest, llegó un tanto perjudicado a la cita y el gerifalte de todo aquello le abrió las puertas de sus catálogo "después de ver que me gustaba tanto la cerveza"). Otras de esas batallitas tienen que ver con su proceso de conocimiento empresarial, del que es posible que destaque como pionero de la importación de según que marcas para toda la zona (Grolsch, Urquell, Franziskaner...) o como viajante frenético por bares, fábricas y países de todo el mundo para beberse una birra.
Desde aquel 1992, Bierwinkel es una de las firmas de importación y distribución de cervezas europeas por excelencia en España, con un catálogo de representaciones que incluye desde las marcas más emblemáticas a las cervezas más variadas: por fermentaciones, colores, graduaciones alcohólicas, formatos y procedencias. Ales, lagers, lambics, cervezas de trigo, porters, stouts y relaciones internacionales con el mercado como la que le une con la cervecera belga John Martin desde 2002 o, más tarde, con Dinkelacker-Scwaben Bräu, Huyghe, Bosteels o Belgoo Beer. Con 150 partners de todo tipo (como, por ejemplo, Chas&Carry en el sector de la distribución alimenticia), Jardel es la cara visible de las cervecerías Bierwinkel y Las cervezas del Mercado, los restaurantes Finest Pub, las tiendas BeerCorner y los e-commerce cervezasonline.com (para el público general) y mercabeer.es (para profesionales).
Con semejante background y la efemérides de su 25 aniversario en el negocio, nos sentamos -cerveza tostada mediante- a charlar sobre el auge de las artesanales (o naturales o las microcerveras), las tensiones del sector, su vis gastronómica y algún que otro pasaje entre la empresa y el disfrute del producto.
-25 años en el negocio de la importación, distribución y venta de cervezas de todo el mundo y desde Valencia. Cuentas que al principio apenas erais un puñado en España haciendo todo esto. ¿Ha crecido mucho la competencia desde entonces?
-No mucho, pero explico. Claro que hay muchos más, pero que han llegado con la falsa idea de que la cerveza se vende sola. La gente se mete en este mundo sin conocimientos y ves a lo largo de los años como aparece gente, de repente, que no paga los impuestos especiales, que no tiene mucho conocimiento y que espera que se venda solo. Al final hay que vender y eso supone estar en la calle, conocer mucho tu producto y saber colocarlo. Y eso es un trabajo que, más allá de márgenes o de que pensemos que se vende tanta cerveza, la gente no se imagina de primeras.
-Quienes te conocen ponen en valor siempre lo importante que ha sido para ti viajar. ¿Hasta qué punto es importante para alguien que empieza?
-Pues cada vez lo va siendo menos. Es normal que yo haya viajado y siga viajando mucho, pero ahora tenemos el factor internet que cambia un poco todo esto. Puedes tener algo de conocimiento sobre productos o fábricas y no tener que barrer el mapa para saber tanto. Es una manera de aprender diferente. Yo tuve que pisar el terreno para saber porque no tenía ni idea, esa es la verdad. Mi hijo, por ejemplo, que está metiéndose ahora en el negocio, está teniendo una evolución distinta. Lo suyo tiene más que ver con la formación, con trabajar en fábrica con ser maestro cervecero. Es importante vivir y pasar por esto, pero en mi época no era tan accesible esa posibilidad. Aun así, viajar es fundamental para este negocio.
"Tras la crisis, la relación calidad precio se impone y eso es algo que nos beneficia mucho"
-De todas las cervezas que has introducido en la zona, ¿cuáles te han dejado mejor sabor de boca?
-Puede que Franciskaner. Le tengo cariño porque cuando llegaba a los bares por Valencia o por España me decían: ¿pero este monje qué pinta aquí? Y allí estaba yo, 'colocando' una cerveza de medio litro. ¡Una cerveza de trigo!, totalmente diferente. Y hasta hace apenas unos años ha sido, después de Coronita, la segunda más vendida dentro de las cervezas que podríamos llamar no habituales.
-Y el consumidor, ¿ha cambiado?
-Mucho. Los jóvenes, especialmente. Ahora es muy sencillo desplazarse de un país a otro. Es una cosa muy normal viajar. Eso lo cambia todo. No quiero parecer un carca, pero creo que a mí generación viajar le costaba más. También con las experiencias; creo que estábamos menos abiertos en general a probar cosas. Ahora no es así y eso nos beneficia, claro. En el caso de Valencia y las cervecerías, muchos jóvenes ya han visto una desarrollada cultura de la cerveza en ciudades europeas. O erasmus, que hay muchos, y a los que no tenemos que explicarles mucho. Una persona de 50, 60 o 70 años, por lo general y en Valencia, ha viajado a grandes capitales, pero no lo ha hecho tampoco con mucha avidez de abrir su paladar. Por lo general no ha arriesgado por probar cosas diferentes con distintos tipos de cervezas.
-¿Cómo ha evolucionado Valencia en lo que se refiere a cultura cervecera ligada a la hostelería?
-Digamos que la época boyante de Valencia ha aportado poco al sector en sentido de agentes u operadores. Sin embargo, nos ha dejado algo más interesante: el gran cambio ha sido el tipo de consumo. Lo primero que se restringe con la crisis es nuestra oferta, está claro. Pero como está siendo tan larga la crisis, la gente se ha dado cuenta de que ha de salir. De que son muchos años. Así que sale, pero exige. Sale pero se informa antes y quiere saber más. Así que la relación calidad precio se impone y eso es algo que nos beneficia mucho. Nosotros, en todo este periodo, solo hemos visto que las ventas han ido creciendo. Más o menos, pero creciendo.
-¿Cuánto hay de leyenda en esa idea de que España es un país cervecero?
-¡Todo! [ríe]. A ver cómo lo digo para que nadie se moleste... La cerveza en España es un refresco y yo no vendo refrescos. Yo vendo una copa y hay una cerveza para cada momento del día. Yo tomo cervezas españolas también. ¡No pocas! Pero las tomo como un refresco. Y aquí hay un clima maravilloso, así que la tomo así. Lo que hay que aceptar es que la cultura cervecera, disfrutar de la cerveza o saber de cervezas es otra cosa. Es plantearte qué cerveza vas a tomar, en qué momento. Es, como digo, una copa. No es para beber litros. Es para escoger y tomarte tu momento. Solo, acompañado, probando cosas nuevas o no.
"Los próximos años van a ser muy interesantes para el sector en España"
-¿Y de que España es un mercado cervecero copado por multinacionales?
-También es otro mito. Si hablamos de grandes empresas, sí. Y hay, obviamente, una gran multinacional que es Heineken España, con Amstel y Cruzcampo. Eso está claro, pero por ejemplo Mahou es independiente. Damm es independiente. Y más. En Italia, por ejemplo, solo hay multinacionales en el mercado de gran consumo. Yo veo eso como algo positivo para España, aunque esas grandes ocupan el 95 o 96 por ciento del mercado. El resto son las pequeñas y artesanales, que crecen muy poco a poco.
-En una conversación contigo, el tema de las cervezas artesanales podría parecer el estrella en una conversación a inicios de 2017. ¿Cuál es el escenario? ¿Qué está sucediendo en España con estas cervezas? ¿Hacia dónde se encamina esta parte del sector?
-Lo primero es que hay que reconocer que no estamos inventando nada. Estamos copiando lo que funciona en otros países. Y la originalidad la está aportando Estados Unidos en tema de comunicación. Su boom es de hace 15 o 20 años, porque antes era un país que la cerveza que hacía era... en fin. Hacían cerveza de arroz, que se la recomiendo a cualquiera si quiere tener una resaca complicada. En España estamos copiando su modelo de cervecerías artesanales, que comunican como nadie y venden mejor. Ahora mismo tenemos una cifra de entre 300 y 400 cervecerías artesanales que venden.
-¿Vienen para quedarse?
-Son ciclos. No hay más que mirar el histórico de fábricas. ¿Cuántas fábricas de cerveza había en España? ¿Y en Valencia? Porque a lo mejor resulta que había muchas, que las había. De cerveza y hielo, porque iban unidas. Así que ahora estamos recuperando esas cifras de fábricas de aquí y que, muy posiblemente, acabaran siendo absorbidas por las grandes en el largo plazo. Como ya pasó. Como está pasando en Estados Unidos.
-No obstante, la situación económica es distinta aquí que en Estados Unidos.
-En España, de hecho, hay un grave problema financiero que nos condiciona para mal. En Alemania, Bélgica, Inglaterra o Estados Unidos, en este sector, la gente tiene acceso a un líquido financiado distinto. Más apoyo de los bancos o de inversores, en definitiva. Bueno, en España es un poco... apáñate como puedas. Y no es la única diferencia. Por ejemplo, en Alemania o Bélgica hay una formación reglada de tres años para ser maestro cervecero. Cualquiera que se pone a hacer cervezas no quiere vender. En España, sí. Un arquitecto descubre este mundo y se pone a hacer cervezas y a venderlas, que es la diferencia. Nosotros estamos en el inicio de todo esto, así que nos quedan bastantes años para tener un establishment del asunto.
-Hace falta un bagaje.
-Todos empezamos por algún sitio. Cuando yo empecé tampoco tenía ni idea, pero he ido formándome y aprendiendo. Ahora puede que sepa algo, no como productor, pero sí como comercial. Con la cerveza necesitas todo ese bagaje y un ansia constante por aprender y por no dar por sabido nada. A mí me gusta sentarme en catas y 'no saber nada'. Nosotros hemos de aceptar que estamos rodeados de otros países que tienen fábricas desde 1700 o 1800. El primero de aquellos no tenía ni idea. La 7ª u 8ª generación, ha nacido allí. Ya tiene mucho ganado. Aquí necesitamos al menos 20 años más para hablar de un sistema en ese sentido. Claro que siempre podemos traer a un maestro cervecero y...
"HAY CERVEZAS QUE HACEN SU PUBLICIDAD DICIENDO QUE LLEVAN DOBLE MALTA. A DÍA DE HOY, CONOZCO MUY POCAS CERVEZAS EN EL MUNDO QUE NO LLEVEN AL MENOS DOS MALTAS"
-Y dar con la receta mágica.
-No. No es una cuestión de recetas. Copiar y pegar puedes hacerlo siempre. Es una cuestión de oficio y de ingeniería. El producto comercialmente ha de ser estable y que sea estable va a depender de conocimiento y de maquinaria. Para poder invertir has de vender, pero para poder vender has de tener un producto estable. Es esa pescadilla que se muerde la cola. Vender los primeros litros de cerveza es sencillo. Vender tu primera botella es sencillo. Lo difícil es vender la segunda porque es la gente la que ha de demandarla. Querer esa segunda botella porque el producto lo vale. Eso es lo difícil.
-¿En qué beneficia al sector que haya 400 productores?
-En la prescripción. Piensa que hay al menos 400 personas, y ovbiamente son más, trabajando en la cultura de la cerveza. Están comunicando lo que hacen desde primera mano, convencidos y enamorados de su producto. Un comercial no tiene por qué estarlo, pero un productor, sí. Esa es la gran fuerza para todos de las fábricas artesanales.
-Tal es su fuerza que, ocupando un estrecho margen de ventas, han logrado que las multinacionales hablen de lúpulo, recetas y maltas en sus anuncios de televisión.
-¡Es que en España lo que se vende un refresco! ¿Por qué se iban a parar en especificar en lúpulos o fermentados... Yo no sé qué lleva una Coca Cola. Sé que cuando tengo calor me la tomo y me refresca si está muy fría. Pues bien, sí, una cerveza lleva lúpulo... claro. Y el tema de la malta me da mucha risa, porque hay cervezas que hacen su publicidad diciendo que llevan doble malta. A día de hoy, conozco muy pocas cervezas en el mundo que no lleven al menos dos maltas. No entiendo por qué eso le parece a la gente que es mejor. Hay cervezas de seis maltas. Qué tendrá que ver... La diferencia entre esas cervezas y algunas artesanales, las mejores, son los medios económicos para comunicarlo. El número de maltas que lleva tu producto no tiene relación con su valor.
"[EN VALENCIA] YA ESTÁN HACIENDO UNAS CERVEZAS ARTESANALES DE MUCHA CALIDAD"
-Com todo y pensando en España, ¿cómo valorarías el escenario actual para el sector?
-Es un momento muy interesante. Los próximos van a ser años muy interesantes.
-¿Y cuál sería tu receta para que así sea?
-Pensar menos en Estados Unidos y más en lo que tenemos aquí. En Valencia tenemos siempre la tendencia de pensar que vamos más atrasados que en Cataluña, por ejemplo, y no es así. Ya tenemos fábricas aquí que están haciendo unos cervezas artesanales de alta calidad. Para mí es fácil: si no estás a ese nivel, si no tienes una alta calidad y tu producto se va a vender, no lo intentes. ¡Se dice fácil!, lo sé. Pero es que debería ser así porque ya hay gente compitiendo con nivel comercial. En Estados Unidos puede haber 5.000 productores pequeños y medianos y de esos 50 cervezas son fantásticas. Pues nosotros tenemos ya algún referente que no tendría mucho que envidiarle a esas referencias. Aquí nos tiramos piedras en nuestro propio tejado con facilidad. Durante un tiempo intenté distribuir vinos valencianos y cuando entraba en los restaurantes me decían que eso, sin saber qué vino era, no valía nada. Ahora como mínimo tiene varias referencias y a veces una carta específica de vinos valencianos. Si eso se ha logrado ha sido por en parte por la persistencia comercial, pero sobre todo porque había un producto de calidad que vender.
-La pregunta es retórica porque acabaremos centrando la conversación en el efecto de las multinacionales cerveceras sobre la gastronomía, pero igualmente: ¿por qué en los restaurantes gastronómicos hay carta de vinos, aceites y aguas, pero no de cervezas?
-Pues porque las cerveceras siguen pesando mucho. Y si te ofrecen 30, 50 o 100.000 euros de financiación por tu propio consumo, casi sin intereses o sin intereses si eres un gran nombre, pues mejor que ir al banco a conseguir lo mismo y con intereses. Esa situación es difícil de desmontar. Y a más nivel, más facilidades y más dinero.
-Bueno, no debería ser así.
-También es cierto que puede tener un punto de comodidad por parte del chef, porque es raro que un contrato te pida un 100% de exclusividad. En Europa lo normal es que te pidan un 80%, así que tienes un 20% de venta libre para incluir otras referencias que a ti como cocinero te interesen.
-Por último, ¿qué viajes cerveceros le recomendarías a un no iniciado para sumergirse en esta cultura y sus sabores?
-Creo que Alemania y República Checa son los destinos esenciales, pero eso sí: poca variedad y cervezas clásicas. Es lo mejor a tomar allí. Está bien ir a verlo y visitar fábricas. Todo eso, muy bien. No obstante, creo que los dos viajes ahora mismo más interesantes son Bélgica y Estados Unidos. Bélgica tiene desde hace 40 años ese boom que tiene ahora Estados Unidos, con la diferencia de tener una tradición cervecera desde hace siglos. Es un país de referencia como cervecero por la cultura y también por el riesgo. Y Estados Unidos porque está en un momento dulce, aunque creo que más como fenómeno y por el marketing que por otros motivos. Es bueno ir, ver y aprender de lo que está sucediendo. También para ver qué no hacer en algún casos. Esos son los países, quizá con Inglaterra, por los que habría que pasar a tomarse unas cuantas cervezas sí o sí.