El viaje emprendido por jóvenes europeos (generalmente británicos) de clase alta cuando habían alcanzado la mayoría de edad, solía comenzar en el estrecho de Calais, (aunque bien podía iniciarse desde Alemania y dirigirse hacia los Países Bajos). Pasaba por París, se adentraba en el Ródano hasta llegar a Turín y de ahí continuaba hacía Milán, Venecia y Florencia para alcanzar Roma. La última de estas paradas solía ser Nápoles, sin embargo gracias a la popularidad que alcanzó el Viaje a Italia de Goethe, Sicilia se convirtió en la última etapa del mismo.
Pero Sicilia había sido lugar de desembarco y destino “insieme” desde tiempos inmemoriales. La isla más grande del Mediterráneo atesora relatos mitológicos que ahondan desde la Odisea de Homero con el viaje de Ulises, hasta periodos históricos. Periodos que fluctúan desde las Guerras Púnicas, la ocupación de los Vándalos, los Bizantinos o los Sarracenos pasando por la conquista de los Normandos o la posterior anexión a la Corona de Aragón. Es pues, esta sucesión de “visitadores” la que configura el crisol cultural del que hoy goza la isla. Un isla cuyo viaje trasciende lo lúdico y cuya capital bien merece una parada.
Si bien al pensar en Sicilia, lo haremos en sus cristalinas playas, en las cinematográficas islas Eólicas como Stromboli, Salina o Lipari, en los pueblos pesqueros como Cefalú o la belleza aristocrática de Taormina, los pueblos medievales como Erice o las joyas del Barroco tardío como Noto, en los yacimientos históricos en Siracusa o Agrigento o incluso en las inmensas vistas naturales desde el volcán más grande de Europa y uno de los más activos del mundo como es el Etna, Palermo, su capital no desmerece para nada esa visión romántica y bucólica que nos ofrece la isla. Es por ello que vamos a abrazar algunos de los principales motivos por los que su visita no está exenta de belleza, elegancia y como no, hedonismo del bueno.
El primer motivo es sin duda el más pragmático: un vuelo barato y un par de días pueden ser suficientes para empaparnos de la verdadera esencia del Sur de Italia. Mucho se habla de Nápoles, pero sin duda, Palermo es sin ningún tipo de dudas la verdadera perla del Sur de Italia. De carácter abierto y hospitalario Palermo respira calidez y honestidad.
Su arquitectura es elegante y sofisticada y la ciudad luce limpia. Aunque se percibe cierta decadencia, no alcanza la dejadez y suciedad que sí respira la capital de la región de Campania. A pesar de ser la quinta ciudad por población de Italia los principales puntos de interés hacen de Palermo una ciudad accesible y perfectamente paseable. Una ciudad llena de artesanía y creatividad, donde la música inunda las calles y la gente rebosa amabilidad.