El Grand Tour fue una costumbre extendida entre el siglo XVII y comienzos del siglo XIX que consistía en un viaje a través de Europa, con Italia como destino clave.
El viaje emprendido por jóvenes europeos (generalmente británicos) de clase alta cuando habían alcanzado la mayoría de edad, solía comenzar en el estrecho de Calais, (aunque bien podía iniciarse desde Alemania y dirigirse hacia los Países Bajos). Pasaba por París, se adentraba en el Ródano hasta llegar a Turín y de ahí continuaba hacía Milán, Venecia y Florencia para alcanzar Roma. La última de estas paradas solía ser Nápoles, sin embargo gracias a la popularidad que alcanzó el Viaje a Italia de Goethe, Sicilia se convirtió en la última etapa del mismo.
Pero Sicilia había sido lugar de desembarco y destino “insieme” desde tiempos inmemoriales. La isla más grande del Mediterráneo atesora relatos mitológicos que ahondan desde la Odisea de Homero con el viaje de Ulises, hasta periodos históricos. Periodos que fluctúan desde las Guerras Púnicas, la ocupación de los Vándalos, los Bizantinos o los Sarracenos pasando por la conquista de los Normandos o la posterior anexión a la Corona de Aragón. Es pues, esta sucesión de “visitadores” la que configura el crisol cultural del que hoy goza la isla. Un isla cuyo viaje trasciende lo lúdico y cuya capital bien merece una parada.
Si bien al pensar en Sicilia, lo haremos en sus cristalinas playas, en las cinematográficas islas Eólicas como Stromboli, Salina o Lipari, en los pueblos pesqueros como Cefalú o la belleza aristocrática de Taormina, los pueblos medievales como Erice o las joyas del Barroco tardío como Noto, en los yacimientos históricos en Siracusa o Agrigento o incluso en las inmensas vistas naturales desde el volcán más grande de Europa y uno de los más activos del mundo como es el Etna, Palermo, su capital no desmerece para nada esa visión romántica y bucólica que nos ofrece la isla. Es por ello que vamos a abrazar algunos de los principales motivos por los que su visita no está exenta de belleza, elegancia y como no, hedonismo del bueno.
El primer motivo es sin duda el más pragmático: un vuelo barato y un par de días pueden ser suficientes para empaparnos de la verdadera esencia del Sur de Italia. Mucho se habla de Nápoles, pero sin duda, Palermo es sin ningún tipo de dudas la verdadera perla del Sur de Italia. De carácter abierto y hospitalario Palermo respira calidez y honestidad.
Su arquitectura es elegante y sofisticada y la ciudad luce limpia. Aunque se percibe cierta decadencia, no alcanza la dejadez y suciedad que sí respira la capital de la región de Campania. A pesar de ser la quinta ciudad por población de Italia los principales puntos de interés hacen de Palermo una ciudad accesible y perfectamente paseable. Una ciudad llena de artesanía y creatividad, donde la música inunda las calles y la gente rebosa amabilidad.
Palermo posee también una serie de Mercados que configuran las principales arterias gastronómicas de la ciudad. El Mercado de Ballarò, uno de los más antiguos de Palermo, situado en el barrio de la Albergheria es sin duda el más bullicioso. Lleno de vida y de productos típicos su visita se hace necesaria ya que encierra la verdadera esencia de la ciudad, la energía y el dinamismo de la cultura cosmopolita de los palermitanos. El de Vucciria situado en la Piazza Caracciolo serpentea por callejones y calles adyacentes. Antiguamente se llamaba «la Bucceria», del francés «boucherie», que significa carnicería, ya que originalmente estaba destinado a la venta de carne. Y por último también es interesante el Mercado Del Capo.
Si buscamos enotecas Senza Tappo, Vino veritas y especialmente Enoteca Piccone son las más ineteresantes de la ciudad y podremos bien probar, bien comprar, los mejores caldos de la Isla, de Italia e incluso de fuera del país. Precisamente la cultura vinícola está fuertemente representada en Sicilia con auténticas maravillas como el vino dulce de Marsala, los volcánicos Etna rosso y Bianco a base de Catarratto, Carricante o Nerello mascalese o el Nero d'Avola, que de color oscuro, representa el auge de la isla mediterránea como ninguna otra uva. El vino tinto, potente y bien estructurado, interioriza el calor, los vientos y el temperamento de Sicilia.
También hay espacio para la coctelería en Palermo, donde podemos disfrutar de dos propuestas interesantísimas: Mak mixology y Maison Bocum. Esta segunda supone una excelente opción si reservas en el estrellado Gagini. Precisamente esta es la propuesta de cocina más técnica de la ciudad, si bien las raciones son pequeñas y la sala un tanto fría, la propuesta del chef Mauricio Zillo es interesante y el espacio apabullante. Si buscamos una Osteria, sin duda la mejor es Osteria dei Vespri, en la Piazza Croce dei Vespri regentado por los hermanos Andrea y Alberto Rizzo y que posee una carta de vinos absolutamente fascinante. Además su generosidad y hospitalidad te hacen sentir como en casa. Para algo más informal pero no exento de calidad, tenemos enfrente y también regentado por ellos, Occhiovivo Bistrot una propuesta que cierra el círculo: cocktails y platillos típicos sicilianos con un punto sofisticado. Si solo pudiera ir a un lugar en Palermo, volvería allí.
Por último no podemos olvidar la gastronomía popular. En los mercados, en las calles, podremos disfrutar de excelentes propuestas “streetfood”: Arancini, Pani ca meusa, panelle, crocchè, involtini di pesce o sarde a beccafico, coppi di pesce fritto, calamari arrostiti y sin duda el polipo bollito todo ello aderezado con un Aperol. También podemos disfrutar de panes y focaccias como los de la Antica Focacceria S. Francesco en el barrio de la Kalsa. Si buscamos dulces, sin duda los cannoli o la casatas tienen un espacio privilegiado y en verano (o todo el año) los gelati en Dolce Cappo y la granita en La Caffetteria del Corso se hacen indispensables.
No solo estos son los motivos, también el arte de sus iglesias o palacios, el mar y su paseo por el puerto, las plazas y teatros, las fuentes y especialmente su gente hacen de Palermo una excelente opción para un finde tontorrón. En definitiva si París bien vale una misa, Palermo bien vale un visita.