Películas que no van sobre diseño que un diseñador, o incluso una persona normal, debería ver
VALENCIA. El diseño en el cine tiene como aplicaciones directas el cartel y los títulos de crédito de inicio de la película, una categoría, por cierto, reconocida en los premios Emmy, aunque no en los Oscar (ni en los Goya). Y si bien el documental es un género perfecto para narrar el diseño, el largometraje de ficción sirve de inspiración para disciplinas creativas como puede ser el diseño.
Los planos simétricos de Wes Anderson, la estética de Spike Jonze, la fotografía de Amelie o de Sin City, los tiempos de Melancholia, las imágenes icónicas que Kubrick nos ha grabado a fuego con su intensidad visual, el toque de diseño de A Single Man o la arquitectura de Inception, la simbología de Pink Floyd - The Wall, los silencios de Drive, la creatividad de Tim Burton o la animación de Vals con Bashir y A Scanner Darkly, son sólo algunos ejemplos de técnicas y detalles que pueden estimular la creatividad del diseñador hasta ayudarle a resolver trabajos que aparentemente nada tendrían que ver con el cine, desde una identidad corporativa o un logotipo a la elección tipográfica de un catálogo o la maquetación de la página de un libro.
Preguntamos a cinco diseñadores por las películas que consideran que un diseñador debería ver, no necesariamente basadas en diseño, y la selección obtenida resulta tan interesante para la búsqueda de inspiración de un diseñador como para saciar la cultura visual de una persona normal. Como dato curioso, y fruto de la casualidad, prácticamente la totalidad de los carteles de los largometrajes seleccionados tienen el rojo como color principal.
El diseñador valenciano Dídac Ballester recomienda In the mood for love (Wong Kar-wai, 2000), un melodrama ambientado en el Hong Kong de los años 60: «Tiene unos planos gráficamente brutales, me recuerda mucho al hecho de pasar las páginas de un libro» comenta destacando así la marcada cadencia del largometraje.
Añade un par de películas más, Mon oncle (Jacques Tati, 1958) y Playtime (Jacques Tati, 1967). En estas dos obras la crítica al diseño moderno es el elemento clave. «Hablan por sí solas y además te ríes» añade Ballester, antes de sentenciar con un «¡Viva las retículas!».
Ana V. Francés es co-fundadora y diseñadora de Nueve Estudio. Su selección personal comienza con All About Eve (Joseph L. Mankiewicz, 1950) por su teatralidad, juego de luces y sombras y las diagonales de los planos: «Está muy bien compuesta, cada plano es un acierto».
La diseñadora también escoge Volver (Pedro Almodóvar, 2006), en este caso por el uso saturado del color y especialmente los rojos y azules. Y por último la comedia Harol and Maude (Hal Ashby, 1971) por su frescura y genialidad. «Tiene punto y chispa, no le sobra ni le falta nada y es fresca a pesar del tiempo», justifica Francés, que hace alusión también al tema del color: «Además hace un uso de los cromatismos y los patrones espectacular».
El estudio valenciano Que Maten al Diseñador lo componen unos auténticos cinéfilos. Alberto Silla es uno de ellos, co-fundador y director creativo, quien reconoce que se ha basado en la parte visual para su selección. «No son películas sobre diseño, sino películas que han sido bien diseñadas», comenta. El primer título que Silla elige para recomendar es Only God Forgives (Nicolas Winding Refn, 2013), una de las películas más de "fondo de pantalla" que ha tenido el placer de ver: «No sé si no pasaba nada en la historia, o es que no me enteré, maravillándome con toda su propuesta visual. Oriente y occidente unidos en planos de neones, luces tenues y sombras increíblemente bien cuidado. Hasta desangrarse puede ser bonito».
El joven diseñador continúa con otra película visualmente espectacular, Speed Racer (Andy Wachowski y Lana Wachowski, 2008), una adaptación de la serie japonesa Meteoro. «¿Te has hartado de usar siempre el negro pero le tienes miedo a los colores vivos? ¡No hay problema! Speed Racer acabará con tu monocromatismo», comenta con socarronería.
Ante la pregunta de qué películas recomendarías a un colega de profesión, el diseñador Víctor Arráez duda de la utilidad de este enfoque: «¿Por qué una película que me gustase a mí, me inspirase, o me transmitiese la revelación de la santísima trinidad debería de hacerlo también en otra persona?». Arráez argumenta que tendría más sentido mencionar documentales específicos sobre diseño para que pudiesen llegar a ser útiles para un diseñador, pero no duda al hacer una selección de 3 títulos de largometrajes que de una u otra manera le hicieron pensar en diseño.
La primera de Arráez es Dogville (Lars von Trier, 2003), película que vio por primera vez a raíz de la curiosidad despertada al leer el manifiesto Dogma 95 que había escrito el director, y cuya escenografía le sedujo: «La película me parece excelente sin entrar a valorar siquiera guión o actores. Lo que me cautivó fue la manera en que estaba hecha, la estructura, la desnudez con la que se presenta al espectador. Mi yo diseñador vio en esta película una eliminación total de lo supérfluo en favor del contenido».
También nos recomienda La Chinoise (Jean-Luc Godard, 1967), aunque con miedo de caer en un manido cliché reconoce que este film es un espectáculo para los ojos de un diseñador. «Desde el primer minuto, todo lo que aparece en pantalla tiene una carga simbólica y gráfica evidente: el piso donde se desarrolla la escena, los textos entre secuencias con esa tipografía tan de Godard, el color de las paredes, la montaña de libros rojos… todo eso abrazando un contenido, el texto, que se enriquece gracias a los elementos que coloca el director en pantalla sin ningún pudor; lo que me lleva a recordar el trabajo que hace Wes Anderson en sus películas, dotándolas de iconografía y gráfica rebosante en cada plano, y siguiendo con la comparación entre estos dos casi diría que la diferencia entre ese primer Godard y este último Anderson radica en que en el trabajo del primero, la gráfica es puramente conceptual mientras que en el segundo cumple una función más edulcorante, más de vestir».
Por último Víctor Arráez aconseja el visionado de Scott Pilgrim vs The World (Edgar Wright, 2010), adaptación al cine de una serie de novelas gráficas, una película de la que destaca el arranque: «Ya los títulos de crédito introducen sin piedad el festival de efectos y grafismos que el espectador se encontrará durante los 112 minutos que dura la película».
Esta película también es una de las seleccionadas por Alberto Silla, y de hecho reconoce que posiblemente sea su favorita: «Se trata del ejemplo perfecto de una película bien diseñada, con una soltura increíble y mucho ritmo», añade, «lo que más destaca es el uso de la onomatopeya, el píxel-art o los gráficos a todo trapo dentro de la película. Hasta el montaje de los sonidos está cuidado al máximo, creando una cinta que hay que ver varias veces para darte cuenta de todos los detalles que la inundan».
Borja García es diseñador y arquitecto, y su selección comienza con El violín rojo (François Girard, 1998), donde destaca el interesante cambio de punto de vista respecto al cine más convencional: «El objeto es el protagonista de la película, y el hilo argumental gira en torno a él a través de los años».
También recomienda García la película futurista, aunque cercana, Her (Spike Jonze, 2013) «por dibujar un futuro apocalíptico a través de los objetos tecnológicos y por el cuidado de la fotografía y los interiores», y coincide en destacar de nuevo el tema de los espacios e interiores, que tan de cerca le tocan profesionalmente, al hablar del largometraje de animación de Pixar Los Increíbles (Brad Bird, 2004) «por el modo en que caricaturiza escenarios con valor y por su elaborada recreación de espacios». Por último, Borja García alude The Secret Life of Walter Mitty (Ben Stiller, 2013) «como historia de superación y huida de la zona de confort, por su excepcional fotografía y por su banda sonora».