Cine

¿Conoces a ‘Mario’?: el quién es quién de una nueva comedia valenciana sobre las falsas apariencias

Culturplaza ofrece un clip exclusivo del film, que se estrenó el pasado viernes en cines

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VALÈNCIA. En tiempos de la supuesta transparencia e hipervigilancia a las que nos tendrían sometidas las redes sociales, ¿qué sabemos realmente de las personas que queremos? O dándole la vuelta a la pregunta, ¿cuánto puede ocultar una persona su vida a las personas que más le quieren? Esa es la pregunta que se hacen todos los personajes de Mario, el nuevo largometraje de Guillem Miró, una comedia con fondo dramático que se estrenó el viernes pasado en cines y que se hace servir de una fiesta sorpresa para desatar una cadena de sospechas y revelaciones. En ella, familiares y amigos comienza a descubrir que su querido Mario —pareja, amigo e hijo ejemplar— tal vez no sea quien dice ser.

“La película empieza hablando de los extraños que llegan al hogar y no se conocen, y acaba con una persona conocida que se convierte en un extraño que no quieren en el hogar”, resumía Miró durante una visita al rodaje, que se desarrolló mayoritariamente en una alquería de Godella

Ese giro es el que sostiene una historia coral en la que la confianza se convierte en un terreno movedizo. El film, producido por la valenciana Nakamura Films junto a Somera Films y Corte y Confección de Películas, transcurre casi íntegramente en una casa, donde la cámara se mueve entre conversaciones cruzadas, miradas y silencios que revelan tanto como las palabras. 

Con unas coordenadas casi teatrales, la película se rodó “casi cronológicamente, porque el tiempo y el espacio avanzan linealmente. No podía hacerse de otra manera”, explica ahora Miró, en una nueva conversación con este diario en la presentación del film en los Cines Lys. “El primer día rodamos una secuencia muy dramática, y a pesar de no conocernos aún, el reparto estuvo increíble. Me di cuenta de que podían hacerlo en cualquier orden, pero mantener la cronología ayudaba al movimiento, a cómo los personajes habitaban el espacio”, añade.

La tensión de la película empieza a dispararse cuando Antonia, la novia de Mario, invita y conoce por primera vez a algunos de sus mejores amigos y estos empiezan a sospechar que el personaje interpretado por Jaume Madaula podría haber estado ocultando hechos esenciales de su vida a las personas que más confiaban en él. Cada personaje tiene unos precedentes sobre los que parten, y una personalidad con la que enfrentan el shock. Junto a Miró, la actriz Gloria March y el actor Daniel Bayona ayudan a descifrar el quién es quién de la película.

Antonia quiere creer

Entre los personajes más complejos está Antonia, interpretada por Gloria March. Es la novia de Mario, la mujer que más se resiste a aceptar que su pareja pueda haber construido una vida basada en la mentira. “A ella se le desmonta todo el proyecto de vida. No solo pierde a su pareja, sino la idea de familia y estabilidad que había construido. Es una mujer que pone a todo el mundo por delante de sí misma, y cuando decide dar un paso por sí misma, se le desmorona todo”, explica March.

Antonia encarna la tensión entre la duda y la negación: “Está tan desesperada por tener ese ideal de familia que muchas veces no ve lo que tiene delante. Hay una doble pregunta constante: ¿te das cuenta o no quieres darte cuenta?”, reflexiona la actriz.

Su personaje funciona también como contrapunto a la escalada de sospechas del resto del grupo, que acaba condenando en la misma sospecha en vez de preguntarse por qué puede estar desencajando: “Había que hacer personajes muy humanos, que el espectador pudiera reconocer. Guillem Miró siempre nos decía que era todo de verdad, que teníamos que creérnoslo a muerte. Por eso creo que la película retrata muy bien algunos lados semi oscuros de todo el mundo”, señala March.

Ignasi no quiere conflictos

Daniel Bayona interpreta a Ignasi, uno de los mejores amigos de Mario y, paradójicamente, el primero en sospechar de él. “Ignasi es una persona que evita el conflicto siempre. En los primeros minutos, cuando los demás piensan que es médico él llega hasta a hacer un diagnóstico falso para evitarlo”, cuenta el actor.

Pero esa armonía se rompe cuando tocan algo que le importa: su mascota. “Ahí ya no puede evitarlo. Es el punto que lo empuja a enfrentarse, aunque siga siendo a buenas. Por eso vuelve a entrar en casa y se ve obligado a sostener el conflicto”, recuerda Bayona.

“Fue un trabajo muy coral, casi todas las escenas las compartíamos al menos cuatro actores. A veces el conflicto avanzaba sin decir una palabra, solo con gestos, con estar y escuchar lo que pasaba. La cámara seguía al personaje que sostenía el peso del momento”, añade March, que alaba la capacidad de Bayona de hacer ese viaje interpretativo.

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De dos horas a ochenta minutos

La película está continuamente jugando con la sospecha, la duda y la confianza de cada personaje pero también del público. No es magia, es el cine. De hecho, incluso una película con un guion tan cerrado, la película pasó de durar dos dos horas a poco más de ochenta minutos en el montaje: “La historia no se podía modificar, pero la interpretación sí. El tempo lo es todo en una comedia. Decidíamos con la montadora cuántos segundos duraba una pausa o una mirada”, cuenta el director.

“La película te coge de la mano y tú estás riéndote, pensando que va a ser una comedia ligera, y de repente te plantea unos temas que te cortan la risa, que te hacen pensar de qué te estás riendo y qué crees de los demás”, explica March, a tenor de la reacción del público en las diferentes presentaciones de la película.

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