VALÈNCIA. Óscar Bernàcer y Gracia Solera coincidieron en la serie documental Una vida Bárbara, una miniserie que exploraba la vida de una de las artistas y socialités más populares de los 90 y principios del siglo XX. Y por supuesto, el papel de la televisión formaba parte de las conversaciones durante ese proceso creativo. Solera le deslizó la idea de un guion basado en una anécdota propia: al inicio de su carrera, cuando entró a trabajar en un programa de testimonios (en la época dorada del formato), un cartel avisaba de que “María Martínez Ruiz no puede volver.”
La verdadera María Martínez Ruiz era una mujer humilde capaz de inventarse cualquier testimonio con tal de ir maquillada al programa. Y eso le sirve a la guionista para hacer, en una película, el reflejo de una época y un engranaje televisivo. Una historia “machista, clasista y llena de trepas”, según Óscar Bernàcer, que ha optado por hacer ese guion realidad desde la comedia negra, ese terreno incómodo donde la risa convive con la culpa. “Durante toda la película te estás riendo de cosas de las que te sabe muy mal reírte, pero es todo tan excesivo y tan brutal que finalmente sale la risa”, explica la guionista.
À Punt ha vuelto a los 90 y los 00 para convertirse en La Teua TV —por exigencias de la producción; en realidad Gracia Solera no vivió lo que cuenta en la antigua Canal 9, aunque todas las televisiones participaron de esas dinámicas durante aquella época. En la redacción de Verònica t’escolta reina el ruido, la urgencia y un cierto sentido de impunidad. Y ahí está el cartel: “María Martínez Ruiz no puede volver”.
La película —producida por Nakamura Films y Cuéntaselo a Verónica— se encuentra en pleno rodaje en las instalaciones cedidas por la radiotelevisión valenciana, que también participa de la producción y que le dan “verdad” a una redacción ambientada de arriba abajo.

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- Foto: ANTONIO CALATAYUD
Una historia real transformada en comedia negra
Carmen Arrufat y Àlex Monner encabezan un reparto coral que se adentra en los engranajes de la telerrealidad de finales de los 90 y principios de los 2000, una maquinaria que mezclaba morbo, precariedad y una competitividad feroz.
Escribir ese mundo, admite la guionista Gracia Solera, ha sido también una toma de conciencia: “Me ha hecho darme cuenta de las barbaridades que yo he vivido durante 20 años en la televisión, y de las que desgraciadamente aún viven muchos de mis compañeros”. Hace cinco años que abandonó ese mundo para volcarse en otros formatos.
El director, Óscar Bernàcer, subraya que el interés del proyecto no está en recrear programas concretos, sino en mostrar “cómo se construía y se sufría para llegar a lo que luego se emitía en televisión”. La película se adentra en la rutina voraz de las redactoras, convertidas en cazadoras de testimonios anónimos cuando ni el correo electrónico ni internet formaban parte del trabajo diario. La deshumanización, explica, se volvía casi una herramienta de supervivencia profesional.
El director define la película como “el camino hacia una tragedia, pero constantemente salpicada de momentos tan inverosímiles que te llevan a la comedia”. Solera insiste en que la película no sitúa al público como observador externo: “El espectador no está fuera, el espectador es cómplice”, afirma.
Como ejemplo, recuerda una escena en la que el director del programa le explica a la protagonista por qué no pueden llevar “ni moros, ni negros, ni gitanos, ni personas sin dientes” porque la audiencia cae. “Yo no soy racista, los racistas son ellos”, justifica el personaje. Para la guionista, esa escena sitúa al espectador ante sus propias vergüenzas.
Bernàcer coincide en que, aunque la televisión ha evolucionado, su ADN sigue visible: “En aquellos años estos contenidos estaban en todas partes. Eran baratos, generaban proximidad y se multiplicaban en otros formatos”. Pero actualmente siguen presentes “formatos en los que, en ediciones anteriores se ha producido una agresión sexual” o “donde personas jóvenes airean sus desgracias emocionales y sexuales en horario de máxima audiencia”, tal y como remarca Gracia Solera.

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- Foto: ANTONIO CALATAYUD
El relevo: Carmen Arrufat
El trasunto de la guionista en esta recreación es la actriz Carmen Arrufat, que interpreta a esta joven recién licenciada en periodismo que aterriza en un programa sin imaginar lo que encontrará. La actriz se volcó en absorber la mirada de Solera desde el primer momento: “Tenerla a ella, que me pueda contar de primera mano, que me pueda ayudar en cosas que quizá no entiendo, enriquece muchísimo mi trabajo”, afirma. Incluso conserva una hoja de apuntes con gestos y detalles observados en su primer encuentro, en una cena casual.
Arrufat también reconoce que, pese al salto generacional, el mundo que retrata la película le resulta inquietantemente familiar: “No sé hasta qué punto han cambiado las cosas realmente… En TikTok siguen virales testimonios del Diario de Patricia. No es que hayamos dejado de consumirlo”.
El arco emocional de su personaje transita la ilusión hasta el desencanto: “Contrastar esa emoción por entrar a trabajar en la televisión con los chillidos, con la violencia… el choque es grande”.Y pese al tono general del film, ella no lo interpreta como comedia: “Para Fanny es todo muy dramático. Hay situaciones que desde fuera son cómicas, pero si tú las vives desde dentro no hacen nada de gracia”.
Financiada por ICAA, IVC, RTVE, Movistar Plus+ y À Punt, y con ventas internacionales de FeelSales, María Martínez Ruiz no puede volver ha devuelto, por unos días, a À Punt al pasado para dar cuenta de lo que ha evolucionado (y no) la televisión los últimos 25 años.