Cine

Para qué sirve un crítico de cine en 2025: lo que 'Una batalla tras otra' nos dice sobre el estado de la crítica

La última película de Paul Thomas Anderson inspirada en la novela Thomas Pynchon ha generado un consenso crítico inaudito, una rara avis en el mundo eternamente crepuscular de la crítica de cine

  • Leonardo DiCaprio en ‘Una batalla tras otra’
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VALÈNCIA. Aunque se siga usando aquello de “a la crítica le ha gustado”, lo cierto es que el consenso total y unánime en la crítica de cine es un fenómeno muy raro. Raro pero no imposible, como ver un ruiseñor azul divagando en el delta del Ebro. Ocurre de higos a brevas, pero ocurre. Y la última prueba de ello es Una batalla tras otra, la última película de Paul Thomas Anderson, director de Magnolia, Pozos de ambición y Boogie Nights entre otras. 

Una batalla tras otra se inspira libremente en Vineland, la cuarta novela de Thomas Pynchon, publicada originalmente en 1990. Y digo ‘libremente’ porque la película parece ambientarse en la Norteamérica de hoy, con un argumento salpicado de comentarios sobre las deportaciones masivas, la política migratoria de Trump y la militarización extrema –y extremista– del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos.

Hablamos de una película que en los agregadores más populares de críticas profesionales cuenta con un 95% de críticas positivas en Rotten Tomatoes. De cada cien críticas indexadas, solo cinco críticos y críticas han decidido no ponerla por las nubes, y eso que cuenta con casi 400 críticas agregadas de profesionales acreditados por la web. Esta sí: esta es una de esas películas que “han gustado a la crítica”. Como si un anuncio de Colgate se tratase, nueve de cada diez la recomiendan.

En la web española Filmaffinity, el fenómeno del consenso de Una batalla tras otra es aún más extremo. La ficha de la película acumula 51 críticas, todas enlazadas a sus medios de comunicación correspondientes, y solo una aparece como negativa. Si calculamos el porcentaje, los números vienen a decir que la última película de Thomas Anderson solo tiene un 1,96% de críticas negativas. ¿Saben de quién es la única crítica negativa de la película? Pues, precisamente, del crítico de cine más célebre de España: Carlos Boyero. 

La paradoja del crítico frente al consenso

Si alguien sigue a Carlos Boyero y se fía de su criterio, estará comprando la pasta de dientes que nadie recomienda. Y eso que estamos hablando de la persona que más fácilmente se nos vendrá a la cabeza si pensamos en un crítico de cine con nombres y apellidos en España. Probablemente, el único crítico en este país que pueda vivir de serlo. Algo que vendría a reforzar lo que podríamos llamar el cliché Antón Ego en honor al personaje de Ratatouille: esa imagen deformada según la cual el crítico es alguien amargado, y con el alma marchita, al que no le gusta nada. 

Añadiremos que no le gusta nada de lo que se estrena ahora, pues la nostalgia suele ser un ingrediente propio de esta idea errónea sobre el crítico de cine. Como Antón Ego rememorando su infancia, la imagen mental colectiva y puramente ficticia del crítico al que no le gusta nada suele citar clásicos, muchos clásicos, que representan el momento en que se enamoró del cine y decidió que quería escribir sobre él, dedicar su vida a hablar de ese arte de pantallas brillantes y salas oscuras. 

La paradoja en este caso es que la voz que disiente es la nostálgica. Pero dicho esto, bienvenido sea el disenso: habrá que romper una lanza a favor de Carlos Boyero, aunque solo sea en esta ocasión. Pues el consenso crítico profesional sobre Una batalla tras otra resulta a todas luces contraproducente. Paul Thomas Anderson hizo una película combativa e hilarante, dispuesta a entretener pero también a generar debate, a agitar el avispero… y a todo el mundo le gustó. Así no hay quién debata, o no estamos debatiendo en el foro adecuado. 

  • Di Caprio y Benicio del Toro, dos personajes hilarantes en Una batalla tras otra

Una película que coloca al crítico ante el espejo

Ahora pensemos en Una batalla tras otra. Narra la historia de un antiguo integrante de un grupo armado llamado El 75 francés, que luchaba a punta de pistola contra las políticas migratorias de Estados Unidos. En la actualidad, este excombatiente se llama Bob –Leonardo Di Caprio– y vive alejado de las autoridades, constantemente drogado y alcoholizado, recordando cuando fue un héroe guerrillero. Cuando su hija Willa –Chase Infiniti– desaparece, Bob emprende un viaje urgente para encontrarla. 

Es urgente porque la vida de la joven corre peligro, pero también es urgente porque a ambos les busca un despiadado coronel llamado Steven J. Lockjaw –a quien da vida Sean Penn–, un ultraconservador que añora un país unido y perfectamente caucásico, como en los viejos tiempos, como antes.

Los dos hombres, protagonista y antagonista, son a su manera personas que se niegan a aceptar el presente. Uno opta por evadirse a través del alcohol, y otro decide que puede convertir el mundo a su imagen y semejanza a través de la opresión al más débil y la violencia racista. Pero ambos están atrapados por un pasado glorioso, real o absolutamente irreal, que no volverá y que les impide vivir en el mundo que habitan. Justo como le ocurre al cliché de Antón Ego. 

El único personaje que no vive anclado en el pasado es el que carece aún de uno: la joven Willa. Desaparece a manos de los pocos integrantes que quedan del 75 francés, justamente para protegerla de los nostálgicos. Y rodeada de mujeres críticas con el sistema empieza a generar una voz propia. Una voz contra la nostalgia, que tiene mucho que decir sobre el presente, porque es suyo. 

Lo cierto es que la crítica de cine, entendida dentro del marco conceptual de la recomendación, facilitado por agregadores como los que yo mismo he citado, no sirve para nada. O no, al menos, como algo más que una herramienta de promoción: el porcentaje de críticas positivas en Rotten Tomatoes ya es un estándar de los departamentos de márketing de Estados Unidos, que imprimen pósters con diseños en los que se vea bien si la película gusta o no gusta. 

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La mayoría de las críticas, críticos y crítiques profesionales –el sujeto ha dejado, felizmente, de ser abrumadoramente masculino– de nuestro país son gente apasionada, ferozmente defensora de sus ideas, amante del séptimo arte incluso cuando decepciona y cabrea. Incluso cuando escribir sobre cine aboca al sector enormemente precario del periodismo cultural, sostenido a base de burbujas de entusiasmo joven. 

Son espectadores muy lejos de la abulia que se le presupone al cliché Antón Ego. Y como profesionales –y como humanos–, son sensibles a los fenómenos de festival, a la conversación social, al entorno y al momento político en el que se estrena una película. Y a veces, inevitablemente, eso deriva en un consenso, cuando no en la idea tan manida de tener entre manos una ‘película necesaria’. 

A más consenso más fácil instrumentalizar la crítica en favor de la promoción. Un juego perverso que nos conduce a pensar que hay algo esencialmente corrupto en la idea de una película que guste a todo el mundo por igual –aunque tampoco debiera ser un problema, la verdad–. Pero la crítica podría estar ahí para señalar que no hace falta que eso ocurra: para romper consensos y reflexionar sobre ellos, para aportar miradas y lecturas sobre las películas que no se nos habían ocurrido como espectadores. Y eso es, exactamente, lo que está ocurriendo en las redes sociales, en los foros de discusión cinéfilos. 

Uno redescubre la filmografía de Paul Thomas Anderson en perfiles de Instagram que se llenan de memes autoconscientes y ácidos. Lugares que ofrecen, por ejemplo, una lectura de Una batalla tras otra desde el antirracismo tan interesante como ausente en medios, pero presente en vídeos de Tik Tok de personas apasionadas y críticas. 

En webs tan democráticamente cinéfilas como Letterboxd, donde la ‘crítica’ que más triunfa no necesariamente es el sesudo análisis frame a frame de un filme, si no el comentario más mordaz, gracioso y radicalmente actual –hasta en su lenguaje– sobre la película escrita por un aficionado en un momento de inspiración. Así es fácil pensar que las mejores críticas de nuestro país no las escribe Antón Ego, las gritan, celebran y debaten personajes como el de Willa en Una batalla tras otra.

  • Chase Infiniti interpreta a la hija de Di Caprio en Una batalla tras otra
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