VALÈNCIA. Treinta años después de su fundación, la Asociación de Guionistas Valencianos (EDAV) celebra su aniversario con una mirada festiva, pero también con el peso de una historia marcada por la precariedad estructural del sector. Rafael Casañ, su actual presidente, reivindica el papel del guionista como “punta de lanza” de la creación audiovisual.
— Esta semana se ha presentado un estudio del Instituto Universitario del Cine Español sobre la profesión del guionista en España. ¿Qué cuestiones de ese informe, singulares de la Comunitat Valenciana, nos pueden dar una idea de qué está pasando con la profesión en el contexto autonómico?
— Al tratarse de un informe de alcance nacional, las consecuencias directas en la Comunidad Valenciana son más cuantitativas que cualitativas, pero sí se pueden deducir cosas importantes, como que el oficio tiene una alta centralización. El oficio de guionista está concentrado básicamente en Madrid: hablamos de una cifra cercana al 55%. No hay un estudio pormenorizado sobre la procedencia de ese 55% que trabaja en Madrid, pero sí queda claro que sigue siendo un oficio altamente centralizado.
Esa es una de las carencias más claras a nivel institucional o político que se deben trabajar. Es algo que nos afecta directamente, y tiene que ver con lo que ya sabemos: la concentración de industria, de las principales televisiones, y la falta de políticas efectivas de diversificación de la producción. Esto afecta de lleno a la Comunitat Valenciana, que por número de socios o de guionistas estamos justo detrás de Cataluña y Madrid. Pero estamos bastante lejos de estos dos grandes centros de producción.
Luego, en cuanto a cifras, por especialidades —cuánta gente se dedica a ficción, documental, etc.—, es evidente que la Comunitat Valenciana tampoco sale especialmente bien parada en ficción. Tenemos un histórico déficit de producciones autóctonas, especialmente seriadas, que son las que más trabajo dan a los y las guionistas.
Y luego hay cuestiones más transversales que no afectan específicamente a la Comunitat Valenciana, pero que son igual de graves, como el dato de que el 40% de las guionistas denuncian haber sufrido algún tipo de acoso durante el ejercicio de su trabajo, que es una barbaridad.
— En el informe se menciona, como dices, ese déficit en ficción seriada. En ese sentido, el 30 aniversario de EDAV llega en un contexto un poco amargo, porque coincide con un cambio de rumbo a un audiovisual valenciano más debilitado. Obviamente, los y las guionistas no son ajenas a todo esto.
— Vamos a aprovechar el 30 aniversario para que sea una verdadera celebración de los logros. Queremos hablar de todo lo conseguido hasta ahora. No va a ser tanto una ocasión para reivindicar la situación actual —aunque cada quien será libre de decir lo que quiera— sino para restaurar cierta autoestima, recuperar la gracia y las ganas de estar juntos y festejar.
Pero, en cualquier caso, sí que tengo el corazón partido en dos sensaciones. Por un lado, es cierto que ahora mismo en À Punt no hay ningún impulso hacia la ficción. No hay vocación, no hay dinero, ni intención política de reclamar esa posibilidad. Por lo tanto, el panorama es un páramo. Veremos también cómo evoluciona la política de inversión en ficciones, sobre todo en lo que se refiere a la participación en películas, que por ley debería mantenerse.
En cuanto a las ayudas que se vienen dando hasta ahora, todo apunta a que se van a mantener, aunque todavía no se han convocado las de este año. No sabemos si se van a reforzar o a reducir en cuanto a cuantía o dotaciones, pero ahí sí que hay algo de esperanza.
El gran problema es que sin una televisión autonómica bien financiada, robusta y que apueste por la ficción, es evidente que es mucho más difícil competir con otras regiones que sí la tienen. Y algo muy simbólico, especialmente sangrante para nosotros, es que se haya anunciado Pensión incompleta, una serie que grabada en cuatro lenguas —euskera, catalán, gallego, y español—, y que no haya participación valenciana. Que estemos fuera es muy sintomático y paradigmático de que nos estamos quedando al margen de otras cinematografías regionales. Y eso es bastante triste.
— Vamos a la celebración entonces. ¿En qué contexto nace EDAV y cuáles son esos logros reivindicáis en este 30 aniversario?
— Todo empieza a fraguarse porque esto era un pequeño páramo donde no había prácticamente nada. Canal 9 acababa de nacer —estamos hablando de los años 90— y algo que fue decisivo fue la creación del primer taller de escritura de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, impulsado por Joan Álvarez. Eso fue clave, porque cuando empiezas a tener formación y se generan profesionales de la escritura de guión, esas primeras promociones comienzan a hablar desde la perspectiva del guión y a juntarse. Ese es el germen de lo que sería el nacimiento de la primera EDAV.
Se llamó EVA en un primero momento, y surgió en el 95, aunque formalizó sus estatutos en el 98. Entre los impulsores estaban José Luis Moreno —que fue nuestro primer tesorero—, Antonia Montaner, Toni Canet, Joan Bohigues o Alicia Vizcarra, que fue la primera presidenta. Había que hacerse visibles. Y lo primero que consigue EVA es instaurar una convocatoria pública de ayudas a la escritura de guión en el 2000.
Otro gran cambio fue cuando dimos el salto de EVA a EDAV. Lo que hicimos básicamente fue profesionalizar la asociación. Hasta entonces había un grupo de gente que dedicaba su tiempo personal a organizarlo todo —desde la administración hasta las actividades—, y en ese momento se contrata a una persona profesional, se genera la primera página web, se crea una guía de guionistas con los currículums de todos los socios y socias, y se empiezan a lanzar modelos de contratos y herramientas que, aunque más áridas, son necesarias para poder defenderse en el mundo laboral. Ese fue el siguiente gran salto.
Y luego, en cuanto a logros con mayor repercusión, yo diría que uno de los grandes hitos fue ser los impulsores del primer Encuentro Nacional de Guionistas, que se celebró en València. Fue decisivo porque desde entonces ese impulso ha ido creciendo y ahora es un evento de referencia para todos los guionistas a nivel estatal.
También fuimos impulsores, junto a otras asociaciones, de la federación de guionistas FAGA. Desde EDAV se promovió el nacimiento de ese movimiento que ha ido incorporando a nuevas asociaciones poco a poco. Eso también es muy importante, porque FAGA defiende, entre otras cosas, la capacidad de negociación a nivel estatal y, especialmente, la defensa de las cinematografías periféricas. Y ese es un lugar clave para consolidar una cinematografía que recoja la diversidad cultural y lingüística del Estado.
Y, por supuesto, ha sido importante impulsar, desde EDAV, un modelo de ayudas públicas que luego se ha replicado en otras comunidades. Desde aquí se impulsó un modelo que recogía tres fases en la producción de películas y series: una primera fase de ayudas a la escritura, una segunda a desarrollo, y una tercera a producción. Es una estructura piramidal: en la base están los guiones, donde se invierte en muchos proyectos; luego se seleccionan los que se desarrollan; y finalmente se producen los más adecuados, siempre buscando la excelencia.
Ese modelo se ha replicado en Cataluña y en otras regiones. Nos han pedido los modelos de convocatoria, han utilizado nuestros sistemas de negociación para establecer interlocución válida con las administraciones... Y eso es importante, porque demuestra que lo que pasa en la Comunitat Valenciana también puede ser una referencia positiva. Eso sí: hay que estar siempre atentos, porque si nos despistamos, son logros fáciles de perder.
La labor de la asociación también va por ahí: por la vigilancia y por restaurar un poco la autoestima. Porque aquí también hacemos las cosas muy bien.
— Muchas veces, las instituciones públicas piden una única interlocución con el sector. ¿Por qué es importante que los guionistas tengan una voz particular y organizada dentro de la red asociativa del audiovisual valenciano?
— El oficio del guionista es hipersingular y crucial dentro del sistema productivo audiovisual. Somos los pioneros, los que llegamos con nuestra ilusión y un proyecto bajo el brazo; tal vez una sinopsis, un guión ya dialogado o un tratamiento. Llegamos donde antes no había nada.
Somos los primeros en aparecer, mucho antes que la financiación. Convocamos a otros oficios: primero a la producción, para ver si les parece atractivo el proyecto; y a partir de ahí, se crece y se convoca a casting, localizadores, actores, editores, equipo técnico… Pero el riesgo y la inestabilidad que sufre el guionista es que siempre está solo al inicio, muy previo a todo lo demás. En ese sentido, somos la punta de lanza de una industria que, además de su dimensión productiva, tiene una dimensión creativa fundamental.
Formamos parte del tejido creativo, del diseño de los imaginarios, de esa parte previa a la maquinaria de rodaje. Si no cuidamos eso, nos convertimos en una industria sin alma, o en una que copia la creatividad de otros. Estaríamos poniendo nuestro tejido productivo al servicio de ideas, diálogos y mundos ajenos.
La singularidad del guionista es esa: que siempre empieza a riesgo propio, antes incluso de que exista el proyecto. Por eso creo que esa singularidad debe ser protegida. Evidentemente hablo como guionista, pero la mayoría de veces nos enfrentamos a mercados, tenemos que pitchar nuestros proyectos cuando aún no hay nada detrás. Y esa es nuestra realidad.
— A pesar de esa singularidad y esa importancia, lo cierto es que la situación material y profesional del guionista parece muy frágil. ¿Qué observáis desde EDAV? ¿Cuánto cuesta tener una mínima estabilidad que permita crear sin preocuparse de lo más esencial? ¿Es tan complicada la realidad material de la profesión, sobre todo para las nuevas generaciones?
— Sí, sin duda lo es. Lo primero que se nos transmite es una profunda inestabilidad y una fuerte sensación de precariedad. Puedes tener un año con varios trabajos y luego pasarte otro entero en blanco. Y eso ocurre tanto en guionistas con éxito como en quienes están empezando y aún no se les reconoce como una voz propia. Es absolutamente transversal, salvo para algunos referentes incuestionables que no van a dejar de tener trabajo.
Una de las mayores quejas —y quizá el mayor sentido de que existan asociaciones como EDAV— es esa sensación de soledad. Eso se traduce sobre todo en negociaciones muy desiguales, porque la soledad se aprovecha para imponer condiciones leoninas.
Ahora mismo se está dando una paradoja muy clara: se producen series con mayores inversiones que nunca en la historia de la cinematografía nacional, y sin embargo lo que perciben los guionistas no solo no sube, sino que muchas veces se reduce. Los ritmos de producción se aceleran, el tiempo para escribir es menor. Aunque la industria parece expandirse, el oficio de guionista se mantiene o incluso se contrae. La precariedad, en ese sentido, es aún mayor.
Los técnicos y otros oficios han ido mejorando sus condiciones en proporción a los presupuestos, pero en guión no. Los tiempos de escritura se comprimen, aumentan los niveles de estrés, se trabaja con menos personas... Vamos hacia equipos de guión cada vez más pequeños, con plazos cada vez más reducidos. Quizá porque se vigilan menos las calidades y se tiende a cierta estandarización. Hay muchas razones posibles, pero la precariedad se resume en dos líneas principales.
Por un lado, la incertidumbre absoluta. La itinerancia es la norma: a veces tendrás trabajo y otras veces no. Y por otro, la vulnerabilidad: este es un oficio que haces, en muchos casos, solo, desde casa, ante un ordenador. Luego vas a negociar con un productor y te puede decir: “Vamos a mover este proyecto y, si conseguimos una ayuda, ya te pagaré algo”.
Yo muchas veces les digo a los socios que ese sentimiento arraigado del “síndrome del impostor” es en realidad una forma amable de esquivar la cuestión. Porque lo que hay detrás muchas veces es maltrato laboral. Si alguien te da las gracias por tu trabajo por cero euros, lo que te está diciendo es que no eres un profesional, que tu trabajo no vale nada. Te dicen: “Solo si conseguimos dinero, te pagaremos algo, y ya veremos cuánto”.
Por eso somos un colectivo especialmente vulnerable. Y por eso es tan necesario estar juntos, hablar de marcos, de convenios, de cuánto se cobra, de cuánto se debería pagar...