Cine

Un año para repasar la historia del cine, desde ‘Metrópolis’ hasta ‘Emilia Pérez’

Pau Gómez propone en su último libro 365 (+1) planes: un canon cinematográfico en clave personal

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VALÈNCIA. Pocas cosas generan tanto vértigo como hacer una lista. Y si esa lista pretende condensar más de un siglo de cine en 365 (+1) películas —una para cada día del año, bisiesto si eso—, el vértigo se multiplica. A Pau Gómez le propusieron hacerlo y apenas tardó unas horas en aceptar. Luego vinieron las dudas, los descartes, las decisiones que siempre dejan fuera alguna favorita (“Te das cuenta de lo que supone hacer una criba de 366 películas de todas las que han formado parte de tu vida. Es muy complicado, tienes que atender a muchos factores y tener en cuenta muchas variantes”). Y aunque asegura que no sintió miedo, sí carga con una certeza: “siempre voy a cabrear a alguien, siempre va a haber alguien que no esté de acuerdo conmigo o que diga que le falta esta película o la otra”.

El resultado es Un buen año, un libro publicado por Libros Cúpula, que propone resolver esa espina clavada de la cinefilia repasando una gran película al día. Gómez no propone un canon definitivo ni una historia cinéfila desde la academía; el libro es una invitación informal a discutir, repensar y, sobre todo, ver cine. “Estas son mis películas, las que yo hubiera elegido, y creo que no hay nadie en todo el mundo, ni una sola persona, que hubiera elegido exactamente las mismas; es una propuesta mía que intento que la gente complete.”

Por eso, ni rigidez cronológica ni voluntad enciclopédica, el tono que busca en los tres párrafos que dedica a cada película es deliberadamente cercano. Cada texto, escrito sin un esquema fijo, arranca desde la intuición o el recuerdo: “Me basaba en lo primero que me venía a la cabeza cuando yo recordaba la película.” En algunos casos es una escena concreta, en otros una anécdota del rodaje o una experiencia personal. “Aunque es un libro que me viene por encargo, es como mi autobiografía como espectador, porque realmente el que habla soy yo según mi experiencia viendo películas", añade.

Esa mirada subjetiva es la que le permite, por ejemplo, justificar la inclusión de títulos omnipresentes como Cantando bajo la lluvia —“es con la que yo aprendí a conocer el género musical”—, o El Padrino, que aparece junto a sus dos secuelas. Pero lejos de repetir tópicos, la idea ha sido la de buscar enfoques distintos incluso en lo más conocido: “no servía de mucho recomendar una película que ya ha sido recomendada durante décadas, y que todo el mundo ha visto”. La lógica de selección responde más a pulsiones afectivas que a criterios de autoridad. “Quería que un poco el lector sintiera conmigo.” Y por eso mismo, en su selección, puede convivir Ciudadano Kane con John Wick 4, El tercer hombre con Emilia Pérez.

La inclusión de esta última, en concreto, llegó en el último momento. “Literalmente quité una película para poner esa. Le dije al editor que esperara un par de días porque quería incluir Emilia Pérez y así fue. Yo me encontré con ella para que estuviera en el libro.” La vio sin saber nada sobre ella, en uno de sus primeros pases, y la sorpresa fue total: “me volvió loco”. Después llegó la polémica sobre la mirada folklorizante Jacques Audiard, y los tuits de Karla Sofía Gascón; “pero yo siempre defendí la obra artística por encima de la polémica”, argumenta el autor.

Ese apego al gesto de mirar sin filtros también define su forma de aproximarse a las películas clásicas. “Tú has visto porque alguien te ha dicho que tienes que ver Centauros del desierto porque es una gran película. Pertenecen a una memoria colectiva y a partir de ahí es como te han llegado.” En cambio, el cine más reciente se nos cuela por todas partes: “tenemos opción de ver cualquier película que se estrena en un periodo muy corto de tiempo, sentados en el sofá de casa. Prácticamente todas las películas que se estrenan pasan por delante de nuestros ojos.” Lo que antes requería buscar, ahora se presenta a golpe de algoritmo. Y eso, aunque difumina el canon, permite ampliar los márgenes: “te da una visión mucho más amplia de una época, en este caso el cine de los años 2020”.

  • Gómez, junto a Celia Cuenca, en la presentación del libro en València. -

El olimpo

Hay cineastas a los que Gómez vuelve una y otra vez. “Para mí son los grandes referentes del cine contemporáneo”, dice refiriéndose a nombres como Denis Villeneuve, Quentin Tarantino, David Fincher, Martin Scorsese o Steven Spielberg. La admiración hacia ellos que respira las continuas inclusiones a sus filmografías a lo largo del libro, otra vez, mezclan la obvia valía histórica en el canon occidental con sus circunstancias emocionales: “Si no fuera por las películas de Spielberg, yo seguramente me dedicaría a otra cosa. Y si no fuera por las películas de Scorsese, seguramente nunca hubiera decidido hacer un doctorado y ser profesor de cine".

La experiencia que propone con el libro es tan abierta como sus criterios. Ni hay que leerlo de seguido, ni seguir el orden alfabético por géneros con el que está organizado, avisa el propio autor. “Déjate llevar por cómo te sientas ese día. A veces, incluso, el azar puede ser una buena guía: abrir una página cualquier y decir esta,”.

Además de la selección, en todos los textos hay una reflexión sobre la película en sí. Un ejemplo: “¿Qué es lo primero que recuerdo de Interestellar cuando pienso en ella? Pienso en la conexión emocional entre un padre y una hija en una habitación y cómo para llegar ahí das una vuelta por todo el universo, que me parece absolutamente fascinante.”

Esa búsqueda de conexión también define su manera de entender el cine. “¿Qué es para mí una buena película? Pues sobre todo, una película que me emociona.” Y con emocionar no se refiere solo a llorar. “Que te haga reír, que te asuste, o sea, que te provoque cualquier emoción.” Como Civil War de Alex Garland, una de las últimas que ha visto: “te sientes allí y sufres con los personajes… Y de repente desde tu casa estás pensando en todo lo que conlleva una guerra.”

Por eso propone pasar Un buen año haciendo un gesto íntimo e importante a la vez: ver una película que lo merezca. Y a partir de ahí, pensar en forma de estar en el mundo, de entenderse, de conmoverse, de recordar.

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