VALÈNCIA. París, agosto del 2024. Una emocionadísima Céline Dion se sube a la cima de la Torre Eiffel para interpretar el Hymne à l’amour de Edith Piaf para marcar el inicio de los Juegos Olímpicos. Las calles de la ciudad se llenan de turistas y amantes del deporte que viven con emoción unos juegos que se celebran tan solo cada cuatro años. A su vez, la cineasta Valentine Cadic se cuela entre los curiosos para grabar su primer largometraje: Aquel verano en París, que se ha alzado con el Premio Luna de València a Mejor Película (de la Sección Oficial de Largometrajes) dentro del marco del festival Cinema Jove, que este año cumple, curiosamente, cuarenta años.
Cuatro son también los “protagonistas” de esta historia: Blandine, su “hermanastra”, su sobrina a la que aún no conoce y el padre de la niña. Todos ellos se reúnen en París con los Juegos Olímpicos como telón de fondo para contar la historia de una ciudad abarrotada en la que Blandine realmente busca la soledad. Eligiendo la “intimidad ante el espectáculo” Cadic genera un encuentro fortuito entre Blandine y su hermana -a la que hace más de ocho años que no ve- al dejar a Blandine fuera de un Youth Hostel porque justo acaba de sobrepasar el límite de edad en plenas Olimpiadas. Con treinta y un años se ve obligada a contactar con su hermana que, al contrario que ella, vive mucho peor la soledad y se ve sobrepasada tras su reciente divorcio del que Blandine aún no sabe nada.

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La película se centra en una ciudad abarrotada en la que hay espacio para Blandine, una treintañera que no quiere ser madre y que acaba de dejarlo con su novia por este mismo motivo. Su personalidad tímida y su fría relación con su hermana hace que la ciudad se sume a un extraño cocktail en el que caben todo tipo de personas en la París de Cadic: “Me gusta ver como la gente se conecta en un evento del que huyen todos los parisinos mientras hablo de personas que están en compañía pero están solas. Me centro en cuando uno está solo, en ese momento en el que existe una gran vulnerabilidad y también una gran fortaleza para hablar de esa soledad deseada que pocas veces se muestra en el cine”, explica la directora.
Viajando a París con sus actrices y aprovechando la “exoticidad” de la ciudad con la euforia de los Juegos Olímpicos, Cadic genera una película que navega entre la ficción y el documental para hablar de todos los personajes que caben en una misma ciudad: “Hay un vínculo entre la ficción y el documental en el que me pierdo para imaginar como un evento de esta magnitud puede afectar a todos los personajes que hay en mi película de diferentes maneras. Partimos de la escritura de un guion que se tiene que adaptar totalmente a la ciudad y a los cambios que nos pide el contexto que estamos viviendo”, explica la directora. Con esto se arriesga a la actualidad y a lo que conlleva, como la cancelación de la prueba de nado en el río Sena de París -debido al alto nivel de contaminación de sus aguas- y los espontáneos que se colaban en sus tomas.

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“Cambiamos y adaptamos el guion constantemente, aunque la historia de Blandine se mantiene. En este caso se obsesiona por ver en directo la prueba de la nadadora francesa Béryl Gastaldello, pero al final le resulta imposible. Le gusta su perfil porque es una persona que centra su discurso en la salud mental y porque es capaz de exponerse sin miedos”, una obsesión que en la película se traduce con vídeos de las redes sociales de Gastaldello -grabados expresamente para el film- en los que se comunica con sus “fans” y muestra cómo es la villa olímpica. “El relato de las redes sociales es como el cine que hacemos nosotros mismos, pero contando solo las partes buenas, aunque en este caso Gastaldello lo cuenta todo. Esta conexión nos permite conocerla un poco más”.
Centrada en conocer la historia de una nadadora que expone su vida -al contrario que ella- y conectando mucho con su sobrina, que sabe hacer siempre las preguntas adecuadas, Blandine se descubre a sí misma en un lugar donde aunque no lo quiera se convierte en protagonista, más allá de todo el fenómeno social que le rodea. “Hago una película que habla sobre encontrarse con uno mismo entre tantísima gente, hablo de la soledad como una elección y de cómo es importante reflejar todo tipo de realidades en el cine”. En este caso, el de una mujer con treinta y un años que no se siente con ganas de tener hijos, algo que para Cadic se muestra poco en el cine y que, de nuevo, refuerza su “soledad deseada” dentro de una vida más que plena.
Combinando ficción, documental y emocionalidad la directora consigue construir una historia que habla del amor, de las relaciones y de nosotros mismos mientras los deportistas de los juegos -como la nadadora, Beryl- se cuelan en la gran pantalla para devolver al espectador al trocito de realidad del que sale el relato. Un momento en el que todo el mundo estaba centrado en disfrutar del deporte en conjunto mientras prestaba poca atención a quienes se subían al podio. Un momento en el que mirar a una misma ciudad suponía una acción compartida, aunque uno estuviera sentado solo en el salón de su casa.

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