Dejar los proyectos urbanísticos inacabados o a expensas del futuro es un error.
En una época de semántica evanescente y políticamente grandilocuente pero, sobre todo, de márquetin para complacer la vanidad, nos hemos convertido en la “ciudad de las plazas”. Una nueva marca que añadir al currículum de la ciudad o de sus gobernantes, como si se tratara de una competición europea. Añadiría que ciudad de plazas “a medias” porque convertir espacios urbanos en transitables por el ciudadano o soñar con proyectos que se realizarán definitivamente en un futuro desconocido no es más que dejar las cosas “a medias”, o hasta luego.
Esta semana se estrenaba en Valencia la urbanización de la plaza de San Agustín y, hace ya otras, una parte de la plaza del Ayuntamiento o la del Pintor Segrelles. Eso sí, como bondades nos han recordado que la inversión realizada ha sido equilibrada y que en ellas se han utilizado, y por tanto amortizado, elementos que se pagaron a precio de oro para la Fórmula 1. Permanecían arrinconados en la Marina: maceteros, bancos y otros elementos decorativos. ¡Pues no habrá elementos perdidos por ahí de otros tiempos y épocas más que reconvertibles e incluso históricos!
Llevamos también años esperando que sea realidad la urbanización de la plaza de Brujas y el entorno de la Lonja; como también la plaza de la Reina cuyo proyecto fue aprobado hace ya tantos años que va a cumplir la mayoría de edad. De vez en cuando se saca a pasear para que no coja polvo.
Por eso decía lo de “a medias”. Claro que estoy a favor de la amabilidad de las ciudades, de la peatonalización de sus centros históricos, de ir arrinconando el tráfico rodado por el centro de nuestras urbes, pero también de proyectos urbanísticos de rigor, calidad y compromiso. Y menos aún sin sombras o bien equipados. Ya se sabe que leyes cambian leyes y gobiernos cambian proyectos cuando se dejan inacabados o en stand by. Y así, vuelta a empezar. Sin limpieza y poda. Eso no va con estos gobernantes municipales de macetero. No estoy a favor de las intervenciones a medias.
La ciudad de Valencia, como otras tantas poblaciones de nuestra autonomía, hace tiempo que necesita de un acuerdo político de altos vuelos, si es que se quiere hablar ciertamente de ciudad o de modelo de ciudad y no de actuaciones de pose y perfil. Esa mirada o actitud política es bastante representativa de lo que nos mueve o defiende, e incluso dificulta o ralentiza, esto es, poner el color político por encima de las necesidades sociales o urbanísticas. Sólo la foto, el gesto.
Es el miedo/pánico al compromiso y la solidez de un proyecto urbano del que hace mucho tiempo no se habla. O la ausencia de proyecto definido. Y no sé por qué.
Quizás sea falta de agudeza, bisoñez o proyectos consistentes. Sólo hay que ver cómo ha quedado la Plaza del Ayuntamiento con esas tuberías como maceteros para entenderlo, pero han caído en caja amiga. Y también por ausencia de personalidad de un gobierno municipal, por ejemplo, que parece no funcionar siempre como un gobierno cohesionado sino como un gobierno de gobiernos y hasta desgobierno. Cualquier concejal sin competencias es capaz de tomar una decisión sobre la ciudad cuyas competencias están tan repartidas que no se sabe bien a ciencia cierta a quién corresponden. Existe una lista de incongruencias y disputas orgánicas, inorgánicas y supra orgánicas o de poder eterno dentro de Compromís/PSOE donde los cuchillos hielan el alma. Caín era un santo.
También es herencia de nuestro pasado reciente. Ahora nos hemos comenzado a poner de acuerdo en diseñar un plan de ajardinamiento del denominado solar de jesuitas que lleva ya muchísimos años esperando y quizás no veamos ni vean terminado todos/as los que lucharon por la supervivencia del rincón y el rechazo a la especulación, por mucho acuerdo que nos vendan de nuevo, ¿Para qué lo queremos si este ayuntamiento es incapaz de podar los árboles -den una vuelta por la Avenida Perís y Valero y se asustarán-, limpiar alcorques y palmeras, cuidar sus jardines y hasta el entorno de la Albufera?
Por eso decía lo de las plazas “a medias”. Son actuaciones o gestos muy interesantes y valiosos si se consuman globalmente. Por supuesto. Pero no se pueden dejar a expensas de un futuro incierto. Hay que tomar decisiones y asumir compromisos prioritarios para la ciudad frente a otras muchas tontadas con las que nos perturban.
Seguramente todo eso sea la consecuencia de lustros sin política urbanística conocida de una ciudad que creció de forma inconsecuente de la mano de iconos arquitectónicos y la intervención directa de los constructores que han sido quienes han desarrollado el diseño de la ciudad que tenemos. De un modelo que rompió la trama urbana de Velluters para el paso de un autobús o casi eliminó uno de nuestros barrios históricos como el Cabanyal.
Estamos ante una oportunidad. No la dejemos pasar. No la dejemos “a medias”. Hagamos ciudad. Pero de verdad y no por puro márquetin electoral. Es hora de apostar fuerte, pero sobre todo con valentía. Menos fotos y más decisiones valientes. Si es que existen ideas y no sólo márquetin y oportunismo.