La Generalitat Valencia recuperará a partir del próximo verano el control de las instalaciones de la denominada Ciudad de la Luz de Alicante como espacio cinematográfico. La Comisión Europea ha dado luz verde a esa posibilidad después de diez años y tras la “condena” que impuso como castigo a la Administración Autonómica Valenciana (PP) por competencia desleal con el sector cinematográfico al que quiso atraer a base de subvenciones y ayudas públicas totalmente oscuras.
Normal, a ver quién explica cómo una autonomía política se pone a producir cine cuando el cine no deja de ser un sector privado controlado por las denominadas majors y es puro negocio, por mucho que nos hablen de cultura europea.
Ya veremos qué hace la GV a partir de julio porque el panorama se le presenta agridulce, como fue su existencia: más de 470 millones de gastos en un espacio que, en realidad, era objetivo de una especulación urbanística en tiempos de Zaplana/Olivas para convertir miles de metros cuadrados de terreno rústico recalificado en espacio urbanizable y en el que el único afán no estaba en el cine sino en montar grandes complejos especulativos en torno al cine, una especie de estudios Universal de Los Ángeles, aunque a orillas del Mediterráneo y en los que se compaginaría el lujo y el urbanismo en torno a un parque de atracciones que tenía como excusa el séptimo arte.
Sin embargo, en sus breves años de existencia -de 2005 a 2012- allí apenas se rodaron algo más de medio centenar de filmes y no se levantó ninguna urbanización a causa de los múltiples pleitos y la llegada de la crisis económica. Para atraer audiovisual brillaban los tuertos beneficios fiscales, las ayudas públicas y un cuestionado equipo directivo a sueldo que apareció después en la lista de morosos con Hacienda y no quiso perdonar ni un euro en su agónico final. Su gestión quedó absolutamente en entredicho. Esa mercantil privada acabó destinando el complejo a clases de zumba y aerobic.
Ciudad de la Luz fue uno de los más ruinosos e ilógicos proyectos de esa Generalitat de locura y especulación, donde lo que valía uno se pagaba por cinco y nos dejó un reguero de deudas y dudas inalcanzables a la imaginación. Hasta se llegó a pagar 500.000 euros de los de entonces para que Coppola diera una conferencia y visitará los platós.
Lo que iba a ser, supuestamente, un proyecto de apoyo turístico millonario acabó convertido en una Roma de Nerón. Incluso la Sindicatura de Comptes y la propia Intervención de la Generalitat recordaban en sus numerosos informes el desmán y la ausencia de control sobre sus cuentas, objetivos e inversiones. Pero nadie hacía caso.
El PSOE, actualmente partido en el poder y entonces en la oposición, tampoco quería entrar en el asunto ni ejercer su labor. Le parecía impopular con Alicante. Hacía la vista gorda. Existían intereses ocultos que a los periodistas nos costaba entender cuando la letra impresa de los informes oficiales advertían del absoluto descontrol, la incoherencia de su coste y gasto pero, sobre todo, se preguntaban cómo era posible que un Gobierno autonómico aplicaba normas de subvención a un sector como el del cine frente al intereses general. Según la Generalitat, aquello iba a ser una bicoca económica para Alicante. Ya se ha visto.
Hoy, las enormes infraestructuras albergan uno de los principales centros logísticos de España para recibir, almacenar y distribuir ayuda humanitaria para Ucrania, ha sido punto de vacunación y otras áreas se han destinado a distintos menesteres.
Habría que preguntar en qué estado se encuentran actualmente, por ejemplo, esos enormes estanques de un coste inmenso en los que se rodaron apenas escenas de la película “Lo imposible” y que como excusa de su construcción fue poder albergar rodajes de películas de piratas, guerras navales y otros sucedáneos, como si actualmente fuera lo más “in” para una industria que hoy apuesta por un streaming sencillo, rápido e imaginativo, pero nada caro en aspectos de producción. Aún tiene pendientes indemnizaciones y sentencias sobre las expropiaciones.
Cuentan las crónicas que nuestro President Puig está muy contento. Yo estaría muy preocupado por el coste y su reorganización. En su día se dejó pasar que los estudios fueran aprovechados por Neflitx mientras la industria del cine internacional y nacional va como va y el audiovisual valenciano y político sólo parece interesado en saraos, rodajes locales de segundo nivel y mucha ayuda y subvención.
Así que la Generalitat se va a meter en otro lío. Mantener aquello debe de tener un coste de miedo. Pero habrá que sacarle algún partido. Supongo que habrá hecho números. De momento nadie ha hablado de un proyecto con el objetivo de reflotar unos estudios que ya deben estar manifestando señales de obsolescencia estructural, carencias en dotaciones y mantenimiento, empezando por los propios estanques. Pero sobre todo porque en estos diez años últimos no se han puesto muchos medios intelectuales y económicos para hacer crecer una pequeña industria local que no llega ni para consolidar una serie de Á Punt, ese medio oficialista que con un 3% de audiencia apuesta más por el provincianismo que por la universalidad.
Les deseo mucha suerte. Aunque la sensación de muchos es que podría acabar de nuevo en manos de supuestos tecnócratas, gestores privados y políticos, o escondite de colocados y familiares como sucedió en su día. Apenas hemos cambiado, aunque de asesores de todo tipo sí que hemos crecido a lo grande.
Ardo en deseos de escuchar las grandes ideas para este complejo de nuevo rico y 470 millones de euros de coste. Espero que pronto lo expliquen, sólo para sentir cierta tranquilidad y no simples nombramientos de intermediarios primarios sin capacidad sino gestores serios y profesionales.
Eso sí, deseo que no sirva para organizar más entregas de premios Goya a dos millones por canon o encuentros de frikis de “La Guerra de las Galaxias” contratando a George Lucas y Harrison Ford como invitados estelares o pagando millones de subvención, como en su día, por un foto con Depardieu. Ya veremos.