VALÈNCIA. Un casino. Grandes almacenes. Un hospital. Una cripta. Estas son las cuatro opciones que da Clémentine Deliss para hablar del futuro del museo, un análisis que, por supuesto, acaba dándonos más categorías desde las que reflexionar, aunque sean estas cuatro con las que quiere activar nuestro pensamiento. Catedrática de Humanidades Globales de Historia del Arte en la Universidad de Cambridge y comisaria asociada del Instituto KW de Arte Contemporáneo de Berlín, donde dirige el bautizado como Museo-Universidad Metabólica, Deliss se encuentra estos días en València, donde este mismo martes imparte una conferencia en el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), una charla que mira al futuro de la institución cultural planteando tantas preguntas como respuestas.
Fue entre 2010 y 2015 dirigió el Museo Weltkulturen de Frankfurt, donde creó un nuevo laboratorio para la investigación post-etnográfica, un discurso en torno a la restitución de obras de arte, la descolonización y la necesidad de romper con las narrativas eurocéntricas que ha removido los cimientos de más de una institución. Su ABC se encuentra en el libro El museo metabólico, que publicará próximamente en España de la mano de Editorial Caniche, un texto en el que comparte su visión del museo, aunque con una pregunta que se mantiene sobre la mesa, ¿se atreverá alguna institución a aplicar su modelo?
-La idea de "museo metabólico" remite directamente al cuerpo humano, ¿cómo se traduce en la institución cultural?
-Siempre me ha interesado esa idea de cuerpo, la idea de un órgano que es necesario. Del museo me preocupa tanto el cuerpo de la colección como el cuerpo humano, la manera en la que el público se mueve por el museo, cómo son tratados, si se pueden sentar o trabajar desde allí, si hablamos del museo como un lugar democrático o consumista. Me interesa mirar al museo no tanto como una institución burocrática sino como algo orgánico, que se transforma y para el que la colección es una fuente de energía.
-A este respecto la he escuchado decir que los museos se han convertido en espacios que uno cruza, no en los que detenerse, ¿está cambiando?
-Muy lentamente. Se puede pensar en el museo como unos grandes almacenes, como un casino o como una cripta, pero yo lo pienso como el único lugar donde uno no necesita un examen para entrar. Esto es increíblemente importante porque una universidad está cerrada a no ser que pases tus exámenes para ser aceptado o tengas el dinero para hacerlo. Siempre me ha interesado mucho cómo el público puede usar el museo como un espacio de aprendizaje. ¿Está mejorando? Es una pregunta que ahora está en el radar, cómo cuidar al público, cómo ir más despacio, pero la respuesta no es suficientemente radical.
-Habla de casinos, de tiendas, etc, ¿tiene que ver con una visión capitalista del espacio cultural?
-Los primeros museos etnográficos fueron creados para educar en la geografía del comercio, para enseñar a quienes iban a la colonia cómo explotar otras culturas y personas. En este sentido, el museo etnográfico es el peor de los ejemplos... no puede existir en un espacio decolonial. No se trata solo de capitalismo, se trata de todas las estructuras vinculadas a la explotación que se han desarrollado. El museo era una herramienta del gobierno para controlar cómo veíamos a otra gente. Creo que los museos, en general, deben empezar desde la casilla cero, reconocer su propia historia y trabajar con ella, pero también teniendo la mente abierta a nuevas constelaciones entre exposiciones que rompan con la disciplina académica.
-Hay un gran debate global sobre cómo gestionar la restitución o repatriación en un escenario poscolonial, ¿cómo cree que se debería guiar este proceso?
-Hay grandes expertos sobre esta cuestión, lo que yo puedo decir es que siento que ni los gobiernos europeos ni la academia tiene ningún derecho a decir nada a las culturas de origen sobre cómo deberían mostrar las cosas. Lo que me preocupa, sin embargo, es que el debate esté tapando el hecho de que cuando se habla de restitución se habla de diplomacia en torno a reliquias, algo que no tiene nada que ver con lo que las nuevas generaciones puedan aprender de las colecciones. Estas generaciones necesitan acceso a estas colecciones para entender su propia historia, su arquitectura, diseño, moda o religión... Uno se da cuenta de que se trata de una cuestión política, no de un acercamiento decolonial o poscolonial a estas colecciones. Es importante, por tanto, ver qué hacemos mientras se desarrollan los procesos de restitución, ¿creamos 'museos-universidad?¿Permitimos a la gente acceder a este material? No hay ningún espacio que te permita sacar piezas de las colecciones para estudiarlas si no eres un antropólogo o un especialista, si eres alguien que sencillamente quiere aprender de su herencia.
-¿El cambio en la mirada del público está forzando el cambio en estas instituciones?
-No creo. Encuentro increíble que en este tipo de museos sus colecciones están llenas de duplicados, centenares de tazas, cestas, ropa... Es cómo si estos coleccionistas coloniales llegaran, entraran a su casa y se llevaran todo. Sin embargo, el presupuesto [de estos museos] viene vinculado a nuevos análisis para determinar de dónde vienen estos objetos, lo que no deja de ser una continuación de la antropología. Es de la mano de las políticas de restitución que hay un renacimiento de antropología en el museo, basada en el mismo tipo de conocimiento, que antes no había sido documentado. Al final te das cuenta de que la mercantilización también está en la restitución.
-Hay una frase a la que se refiere habitualmente, de Claude Levi-Strauss, en la que afirma que no es necesario seguir coleccionando. Este discurso data de la década de los 50...
-Hace 70 años de esa frase, pronunciada en un momento clave, en el que la gente se empezaba a avergonzar del colonialismo, un momento en el que los países comenzaban a independizarse. Por un lado tenías esa repulsiva 'bulimia' en el coleccionismo que se había llevado a cabo durante al menos un siglo y, en cierto momento, se reconoció que ese no era el camino correcto para conocer a las diferentes culturas. Fue entonces cuando los museos siguieron su camino mientras que los profesores universitarios dejaron estos objetos, que ya no eran relevantes en estas nuevas investigaciones.
-¿Cómo se traducen estas ideas en la gestión de un museo contemporáneo?
-Si hubiera aplicado la misma metodología [que apliqué en Frankfurt] en un museo de arte contemporáneo, con residencias o trabajos sobre la colección, puede que hubiera sido algo inusual, pero no habría sido tan extremo como haberlo hecho con una colección etnográfica. El problema de las exposiciones, incluyendo al arte contemporáneo, es que son demasiado estáticas. Tenemos un sistema rígido de muestras que cambian cada tres meses, una manera de hacer que no solo es de otro tiempo sino que es totalmente insostenible desde el punto de vista económico o ecológico. Es importante pensar en cómo un museo se acerca de manera distinta a sus colecciones. Los museos de arte contemporáneo son bastante aburridos, son todos lo mismo, en todo el mundo. Hay que buscar mucho para encontrar una dirección fuerte, como la que tiene el IVAM. La mayoría de educación curatorial es muy estándar.
-¿Qué institución puede servir de ejemplo sobre hacia dónde caminar?
-No creo que estemos en un buen momento, no es un momento en el que podamos hacer locuras en los museos. La mayor parte de los directores está produciendo exposiciones para grandes públicos siguiendo una estructura temporal muy concreta, haciendo todo de cara al público. Creo que los museos tienen una deuda con los artistas y deben crear mecanismos que no solo miren al público, organizando reuniones a puerta cerrada, por ejemplo, no solo conferencias. El problema es que no encuentras financiación para proyectos que no sean cara al público, lo que remite a esta enorme maquinaría de producción de exposiciones que no ha derivado en grandes experimentos. Si uno piensa en el periodo de la pandemia, la gente estaba muy frustrada porque no se podían hacer exposiciones pero no pensaron en nada más.
-¿Puede tener que ver con la necesidad de responder ante los gestores?
-Claro, se debe demostrar que lo que están coleccionado es prestigioso, no algo inacabado o prototipos. En los tres años que en los que he desarrollado el Museo-Universidad Metabólica no he recibido presupuesto porque se considera que es suficiente con que los intelectuales o artistas se encuentren o hablen en cafeterías, fiestas o conferencias. Pero ahí no se habla de los problemas a los que hacen frente y estamos en un momento muy complejo.
-Decía antes que el modelo actual de museos no es sostenible.
-Necesitas mucho dinero para hacer nuevas exposiciones, debes mantener la maquinaría funcionando, costear el traslado de piezas, seguros, etc. La cantidad de dinero que se va en esto da miedo. Esto no quiere decir que debamos dejar de hacer exposiciones temporales, pero significa que uno debe considerar este ritmo frenético de demontaje-montaje-inauguración-cierre. Es triste. Está todo enfocada en esta economía del evento que pasa en el inicio con la inauguración.
-La conferencia habla del futuro del museo, pero, ¿cómo se puede impulsar el museo del presente?
-Siento que lo que pueden hacer los museos es fomentar el trabajo experimental en torno a las colecciones. Esta idea de 'museo universidad' no es cosmética, no se trata de instalar un par de mesas y sillas, es algo muy serio, porque si no hacemos algo con estos espacios acabarán cerrando. Estamos en un momento muy complejo en el que hay personas que se podrían beneficiar mucho de ir al museo por razones educativas que no tienen nada que ver con el consumismo, pero para esto tienes que dar un paso adelante en niveles muy básicos, en términos de estructuras el museo o acceso a las colecciones.
El problema que tenemos es con la ideología de la conservación que dice que es mejor aferrarse a los objetos que permitir que una de las piezas duplicadas forme parte de un entorno de investigación. No sé qué podemos hacer para que los museos cambien en el presente, todo acaba dependiendo de los directores, de las juntas y del nivel de oportunismo, en el mal sentido. La gente prefiere seguir así que experimentar. Ahora estamos volviendo al modelo de casino, a esa idea de glamour, pero hay un vacío en este concepto especulativo.
-¿Por qué vuelve?
-Porque estamos en un momento muy reaccionario y la gente solo apuesta por algo seguro, no van a arriesgar nada.