VALÈNCIA (EFE). Varios voluntarios sacan agua y barro por la puerta del Colegio María Inmaculada de Benetússer, un centro que, como muchos otros, todavía no sabe cuándo podrá recuperar su función habitual ni cuándo estará preparado para acoger a todos los niños que el próximo lunes no tendrán donde volver de estas vacaciones forzadas por la dana.
"Nos gustaría reanudar las clases cuanto antes, más que nada por los niños, porque vuelvan a la normalidad lo antes posible y porque las familias también necesitan que ellos estén en su sitio ubicados", ha señalado este sábado a EFE Carmen Albertola, titular del centro, el cual, en sus palabras, "dentro de lo que cabe no ha resultado muy dañado".
Si bien la primera planta está por el momento inutilizada, cuenta con otras tres donde el agua no llegó, mientras que otros colegios de la población y de los municipios colindantes "tienen hasta vehículos dentro de las aulas", entre otros desperfectos como paredes derruidas o patios anegados, añade Albertola.
Algo parecido ha pasado en el colegio público Mariano Benlliure de Aldaia, donde, además de los voluntarios, los que están ayudando a limpiar son los padres, profesores y alumnos del centro.
El patio y el gimnasio es lo más dañado, puesto que en el centro "solo entró un palmo de agua" que ha dejado inservibles las aulas del primer piso, los despachos y los espacios de educación infantil, que ya empiezan a estar "medio limpios" gracias, en parte, a la intervención hecha ayer por la Unidad Militar de Emergencias (UME), según ha comentado a EFE el secretario del centro, Jorge Vilches.
No solo es el espacio, muchos de los profesores están en la misma situación que las familias: han perdido desde su coche hasta su casa.
Por el momento y hasta que se reinicien las clases, el ayuntamiento de Benetússer quiere convertir el Colegio María Inmaculada en el punto donde almacenar los alimentos, la ropa y los enseres que los voluntarios aportan para los afectados.
Esto ya se está haciendo en el CEIP La Linea, de la vecina Alfafar, que se ha convertido en un "centro neurálgico de recogida de alimentos y ropa, incluso de albergue para la gente que se ha quedado sin hogar", según ha relatado a EFE la directora, Luisa Oliver.
En la zona exterior los voluntarios han montado varias mesas donde reparten packs con productos como leche, pan o conservas a quien lo necesite. Allí tienen también alimentos como fruta, embutidos o carne, que duran menos tiempo y han de consumirse rápido, así como comida para animales o productos de higiene como pañales, papel del baño y bayetas.
En la zona interior, Samuel Monzó, un monitor de actividades extraescolares reconvertido en coordinador del dispensario de productos organiza por grupos los alimentos que les llegan: desde latas de atún hasta bocadillos ya hechos, que agrupan en cajas por tipo de relleno para que los voluntarios puedan comer.
"Los voluntarios vienen y dicen: 'te traigo aquí pañales, te traigo agua', y ponemos las galletas en un sector, el aceite en otro y vamos montando bolsas con unidades básicas de día a día", ha explicado.
El centro también ha habilitado las aulas del piso de arriba para recoger ropa y como habitaciones temporales, con colchones y sábanas, donde ya se han quedado "unas cinco o seis personas", según Oliver, quien apunta que han dado cobijo incluso a una pareja de voluntarios venidos desde Madrid.
Sobre la reincorporación de los alumnos no hay previsión: "siendo esto un punto neurálgico, pienso que hasta que no se recupere un poco la vida de fuera esto no se despejará", opina la directora, a quien le preocupa la situación que estarán pasando sus alumnos.
"Nuestra incertidumbre también es saber si están bien nuestros niños", ha expresado la docente, quien apunta que la comunicación en la zona todavía es deficiente por la poca cobertura, algo que le hace temer que puedan haber "sorpresas" cuando los alumnos vuelvan al aula.
La directora ha deseado que "todos estén bien" y ha solicitado "comprensión" a las familias, a quienes pide "que entiendan que no podemos abrir hasta que no haya seguridad y hasta que todo esto no se despeje".
"A mí no me importaría si hace falta recoger niños", ha asegurado la titular del colegio de Benetússer, quien ha hecho hincapié en la necesidad de que los niños estén en un ambiente distinto, "dejen de ver barro" y estén acompañados para que "empiecen a soltar todo lo que llevan dentro, porque llevan mucho".