restorán de la semana

Colmado La Lola

Hay que fijarse en cómo camina la población según la zona

| 27/11/2020 | 1 min, 34 seg

 Fantaseo -vicios rocambolescos- con un mapeado de la ciudad según la velocidad de desplazamiento peatonal. En Juan de Austria la peña camina ágil, en simulacro de una vida donde todo está a punto de acabarse. En Russafa camina yé-yé, medio balanceándose. En Cortes Valencianas, como con cierta aversión al contacto callejero. En Plaza de la Reina, sin embargo, se camina como queriendo chocarse contra el prójimo. Un hábito heredado de cuando, literalmente, caminabas chocando. En la acera de los Helados Linares (cerrados hasta marzo) me he chocado muchas mañanas soleadas con Jesús Ortega, patriarca de este pedazo de ciudad aparentemente absorbido por un animal subterráneo desde el sumidero.

Jesús, cuando todo esto eran turistas, abrió el Colmado Lalola en la esquina con Bordadores. Pudo haber tirado por el camino perverso de abrevar solo al visitante. Pero tiró por el camino de enmedio. Una buena selección de productos de mar, con erizos y zamburiñas por doquier; una buena charcutería; abundancia de generosos. Haciendo frente al prejuicio de quien evita el corazón del turismo.


Volví el viernes pasado. Aunque todo había cambiado alrededor, el Colmado seguía ahí. Jesús también, aunque ya sin Rubio merodeando, el perro de Ciutat Vella. Estaba Cuca y Cristina. Presidía la foto del primer ultramarinos de la familia con el que Violeta, la matriarca, comenzó a dispensar. Forman parte de una resistencia que, aunque con cierta morriña atlántica ante lo perdido, le echan cara a la duda.

Con unas coplillas taladrando el cerebro, flores de alcachofa en apertura, gildas y pulpitos, una sobremesa de aire adolescente logró lo más complejo en tiempos de marasmo: hacer como que la vida sigue igual.

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