VALENCIA, (EP). El sabor dulce del azúcar y las calorías que contiene se combinan para darle el poder letal de destruir las dietas, según creen muchos científicos. Sin embargo, un nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Yale, Estados Unidos, revela que el cerebro responde al gusto y la cantidad de calorías en formas fundamentalmente diferentes.
Sólo una de estas respuestas explica por qué los propósitos de Año Nuevo de adelgazar se diluyen ante un suculento postre. Es el deseo del cerebro de tomar calorías y no algo dulce lo que domina nuestro deseo de ingerir azúcares, según concluye esta investigación, cuyos resultados se detallan en un artículo publicado este lunes en 'Nature Neuroscience'.
"Resulta que el cerebro en realidad tiene dos series separadas de neuronas para procesar las señales de dulzura y de la energía", explica Ivan de Araujo, del Laboratorio John B. Pierce y autor principal del estudio. "Si al cerebro se le da la posibilidad de elegir entre un agradable sabor pero sin energía o un sabor desagradable con energía, el cerebro capta la energía", añade.
Tanto el registro del sabor dulce y como el valor de nutrientes se registra en el cuerpo estriado, una antigua región del cerebro involucrada en el procesamiento de la recompensa. Los seres humanos llevan un diente dulce como una manera de asegurarse de que comen lo suficiente como para dar a sus grandes cerebros suficientes calorías para funcionar con la máxima eficiencia.
Sin embargo, el equipo de Yale, que analizó los cerebros de los ratones, descubrió que las señales de sabor y los nutrientes se procesan en dos áreas separadas del cuerpo estriado, la ventral y dorsal, respectivamente. El estriado dorsal permaneció sensible a la energía incluso cuando las calorías con las que se alimentó a los ratones se emparejaron con un sabor muy aversivo.
Los investigadores luego se preguntaron qué señal tenía más control sobre la conducta alimentaria. Los roedores alimentados con azúcar con sabor dulce, pero sin calorías, o azúcar que contenía calorías pero con un gusto horrible prefieron el azúcar con energía. Cuando se activaron las neuronas en el cuerpo estriado dorsal con luz mediante una técnica llamada optogenética, los animales también comieron grandes cantidades de azúcar con mal sabor.
"Por tanto, el circuito sensible al azúcar en el cerebro está cableado para dar prioridad a la búsqueda de calorías sobre la calidad del sabor", afirma Iraujo. Los autores esperan que sus hallazgos ayuden a impulsar nuevas estrategias destinadas a frenar el exceso de consumo de azúcar.