ESCAPADAS HEDONISTAS

Comer bien cerca de la estación de Chamartín

Porque hay luz -gastronómica- al final de ese oscuro túnel.

| 23/06/2023 | 7 min, 21 seg

Condenados. Tristes. Así estamos desde que vete tú a saber por qué, a todos los que cogemos trenes entre València y Madrid, nos desterraron a la estación de Chamartín. Y más lo siente la que escribe estas líneas y lo hace desde un tren con ¿destino? Ya lo sabéis. De llegar y tan alegres toparnos con el Paseo del Arte, a hacerlo en un solar al norte de la capital, donde entre obras, retrasos y brutalismo, no es difícil desanimarse.

Y no lo entendemos, porque el tren atraviesa Atocha antes de meterse en ese túnel oscuro que te deja cerca de 15 minutos sin cobertura, hasta llegar a la dichosa Chamartín. Dicho esto y quejas aparte, el norte de Madrid está muy pero que muy bien. Y lo está a un nivel gastronómico con el que quitarse las penas. Todos ellos están en un radio de como mucho, unos veinte minutos andando, que en coche son cinco. Y para la distancias que suele haber en Madrid, esto es moco de pavo. Así que coge tu maleta, quítate Chamartín de encima y prepárate para descubrir la zona. 

El reducto del pontevedrés Paco Pereira, ha de ser una de las primeras paradas. Tan solo nueve minutos a pie separan Sal Negra (Mateo Inurria,33) del abismo. Lo suyo es la cocina tradicional con un servicio de sala a la altura. Y entendamos esta tradición como una de esas que nos gusta encontrarnos y que por desgracia, cada vez es más complicado. Bonito con tomate o encebollado, fantástico pulpo a feira, xoubas fritas, bacalao skrei... Son solo algunas de las maravillas de este restaurante que coge el mejor producto y lo trata como es debido.

Si el primero tiene reminiscencias de Pontevedra, el siguiente las tiene de la Tierruca, Cantabria. Y es que otro de esos hitos en los que comer bien cerca de la estación, es la sede de Castellana del exitoso La Maruca (Paseo de la Castellana, 212). Aquí no se falla. Cocina cántabra con fundamento, una de las mejores tortillas de patata de Madrid, rabas de Santander para comerse un cubo, almejas a la sartén o un cocido montañés con alubia y berzas para poner el broche final. Y eso solo por citar algunos de los platos que han llevado a Paco Quirós a lo más alto.


Si dejas La Maruca a tu izquierda y andas un poquito más, te toparás con otro tesoro que habita en estos lares. Ugo Chan (Félix Boix, 6), el primer proyecto en solitario del genial Hugo Muñoz que vio reconocido su trabajo con la primera estrella en apenas un año abierto. Aquí este genial y humilde -y eso que es uno de los más grandes- cocinero, se sirve de materia prima patria para presentárnosla en clave nipona.

Aunque regida por la temporada, su carta ya ha afianzado algunos platos como míticos de esta casa, como el ikizukuri de pescado del día con bilbaína estilo Getaria, las sublimes gyozas de callos a la madrileña con garbanzo frito y algunos nigiris como el de huevo de codorniz con migas de pastor japonés o el de foie gras y anguila homenaje al cremat de Berasategui y el temaki kebab de mollejas de cordero al carbón. Dicho esto, lo mejor es tirar por el degustación donde incorpora platos reflejo de su inconmensurable talento. Un plus, acaba de estrenar una coctelería en el local aledaño, ideal para la previa o para el trago post homenaje.


¿Un filete con salsa y patatas fritas? Sí por favor. Vale que dicho así suena a básico, pero es que es lo que sirve en L'Entrecote Café de París (Félix Boix, 8), a tan solo unos números más allá en la calle del anterior. El menú es básico y no le pedimos más. Ensalada verde, el entrecot con esta salsa adictiva, secreta y mil veces copiada, creada por Monsieur Boubier y una fuente de patatas fritas caseras y cocinadas a la minute de las que puedes repetir todas las veces que quieras.

No muy lejos de allí hay otros dos espacios que son un sí rotundo. Ambos comparten ese trozo de codiciada calle que ahora, cuando las altas temperaturas empieza a azotar, son un vergel de lo más apetecible. El primero es Sacha (Juan Hurtado de Mendoza, 11). Qué vamos a decir de Sacha que no se haya dicho ya. Que hay que volver muchas veces. Porque Sacha es un acierto, Sacha es historia de Madrid, Sacha es gastronomía con mayúsculas. En verano dan los servicios en su terraza y de verdad, palabrita que nada puede apetecer más en los mediodías o noches madrileñas.

Y es en esta temporada cuando nos hace disfrutar con cosas tan sencillas como unos higos con jamón, con su particular versión de la empanada de xoubas, con el bonito al pil-pil, con un escabeche de limón que corona un salmonete que es para ponerle un piso... Y con clásicos de la casa como la tortilla vaga, ahora de piparras y morcilla ibérica, el salpicón de lujo y la falsa lasaña de txangurro. Ah y por favor, si no lo has hecho todavía, prueba su pao de lo. No sé cómo no está en todas las guías de los mejores postres de Madrid.

El local contiguo lo ocupa Rubaiyat (Juan Ramón Jiménez, 37), con una espectacular terraza con aires coloniales, donde la carne es la reina. Caipiriña en mano, es el lugar perfecto para degustar sus cortes de carne, que proceden en su mayoría de su propia ganadería ubicada en la hacienda familiar brasileña. El bife de chorizo, la Master Beef, una chuleta con una maduración de entre 40 y 60 días y el tomahawk son los reyes. ¿Y por qué están tan buenos? Porque los pasan por unas parrillas de carbón vegetal que lo que consiguen es elevarlos a los más alto.

Dos pasos más allá está uno de los últimos en llegar a la zona, la Fonda de la Confianza (General Gallegos, 1), del gran Paco Patón, que en esta aventura deja a un lado la sala -fue Premio Nacional de Gastronomía en 2003- y se pone tras los fogones. Y lo hace con un brío que deja enamorado a todo el que se sienta a su mesa y disfruta de cosas tan sencillas y ricas como unas revolconas con torreznos, un escabeche de raya a la naranja, el bacalao ajoarriero al estilo de Navarra o esos arroces a los que consigue dar un punto perfecto.


La otra orilla de la Castellana en los dominios de Chamartín tampoco está para perdérsela. Allí está uno de los mejores asturianos de la city, la Guisandera de Piñera (Rosario Pino, 12). Nació como un homenaje a la mujer y a la cocina tradicional del Principado y bordan los clásicos como la fabada para la que utilizan fabas de la IGP Faba Asturiana y un compango que traen desde Cangas del Narcea. No le quedan a la zaga la ensaladilla rusa a la que añaden arbeyos (guisantes asturianos), el cachopo, el arroz con pitu de caleya y el pixín del Cantábrico con langostinos.

¿Última parada? Uno de los mejores italianos de Madrid. Y no es de esos que salen en todas las listas -cosa que no entendemos-. Se llama La Piperna (Infanta Mercedes, 98) y es un italiano de los de verdad, no de esos que meten la pasta en una rueda de queso y hacen show. La cocina a cargo de Nello de Biase tiene base napolitana y consigue huir de todo estereotipo. No hay carbonara o boloñesa, sino un compendio de pastas que justifican por sí solas la visita. ¿La estrella? Los paccheri al ragut napolitano, con un guisote de tomate que tardan en preparar casi un día. Pero tampoco falla con los ziti alla genovese, una pasta con salsa de cebolla caramelizada y ternera. Otros principales, no menos interesantes, son su conejo a la ischitana con ciruela y frutos secos o la saltimbocca alla romana

La próxima vez que te toque visitar Chamartín, por lo menos tendrás unos cuantos y deliciosos alicientes.

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