GASTRONOMÍAS DE BARRIO

Comer en los alrededores de la Plaza del Ayuntamiento (I)

Ocurre en todas las grandes urbes. El epicentro de la ciudad, el kilómetro cero desde donde arrancan las rutas turísticas, el núcleo de todo está vetado para los buenos paladares. Solo hay que alejarse unos metros para encontrar lo que no existe en la plaza del Ayuntamiento.

| 10/02/2017 | 8 min, 21 seg

Si uno no es muy exquisito, encontrará muchas y variadas opciones para comer en la misma plaza del Ayuntamiento. Locales con una agradable iluminación de hospital donde degustar una hamburguesa con sabor a nada, un bocadillo con escaso relleno y pan descongelado horas antes, tacos que le hacen un flaco favor a la gastronomía mexicana e incluso una sucursal del tercer peor restaurante de Valencia del que les advertimos en este artículo de hace unas semanas. Cadenas y franquicias de comida rápida en los que podrá alimentarse (que no nutrirse) y seguir su camino. 

Porque la plaza del Ayuntamiento es un lugar de paso en el que los valencianos solo nos detenemos por dos motivos, uno son las mascletàs, que desbordan la plaza en cuanto llega marzo; el otro, para aquellos con inquietudes cinéfilas, es la filmoteca. Pero, hasta hace no mucho, a la plaza no se iba, sino que se cruzaba. Para ir al cine, para entrar en el Carmen, para coger un tren en la estación del Norte o hacer una visita al Mercado Central. Afortunadamente, esto ha cambiado y desde hace un tiempo en la plaza también pasan cosas. Gastronómicamente hablando sigue siendo un punto negro esta parte del barrio de Sant Francesc, pero solo hay que caminar unos pasos hacia cualquier punto cardinal para encontrar la luz.  

Desayunar bien, o en su defecto lo que aquí se entiende por almorzar, es sinónimo de felicidad. Si uno empieza el día con un buen café, un zumo de naranja recién exprimido, unas crujientes tostadas con tomate y aceite de oliva y un trozo de tarta, es fácil que el resto del día vaya rodado. A espaldas del ayuntamiento, la pastelería Nuezcafé es una buena opción para activar el cuerpo y la mente con sus estupendos desayunos o sus almuerzos. Si se quiere pecar, aquí hay una amplio o catálogo para hacerlo: cruasans de mantequilla y palmeras de chocolate sublimes, berlinas rellenas (un día  a la semana el mostrador se llena de berlinas de más de 25 sabores distintos), tartas impresionantes... 

Y posiblemente unas de las mejores caracolas de chocolate que he probado nunca (soy toda una experta, las pido en cualquier horno por el que paso) Todo lo elabora Javi a diario. Por algo es la cuarta generación de horneros. La segunda generación todavía está al frente del horno de la plaza Obispo Amigó. En fallas es uno de los mejores sitios para comer los buñuelos caseros que hace Carmen con un chocolate cuya receta es secreto de familia.  Sentarse en la soleada terraza de Nuezcafé y observar el ajetreo de la vida en el centro mientras te comes un pedazo de cualquiera de sus estupendas quiche es un lujo.

Frente a Nuezcafé se ubica Kimpira, un restaurante de comida macrobiótica que lleva más de 17 años cocinando según los principios de esta forma de vida saludable que no se basa solo en la alimentación sino que va mucho más allá. Kimpira primero estuvo en la sexta planta del edificio que hoy es el Instituo Macrobiótico de España que dirige Patricia Restrepo, propietaria también del restaurante, más tarde en la plaza de la Virgen y desde hace cinco años en su actual ubicación.  

Kimpira echa por tierra cualquier estúpido prejuicio que se tenga sobre la comida vegetariana o vegana. Sus platos están sabrosos, sus hamburguesas no defraudan y sus bravas de yuca no te hacen añorar las patatas de siempre. La carta es reducida y todo lo que cocinan está elaborado con producto orgánico de temporada. Su cocina es solo el reflejo de una filosofía de vida que Patricia lleva defendiendo y difundiendo desde hace más de 24 años. Abre solo a mediodía entre semana, el fin de semana sí que dan cenas. 

Las calles que rodean al ayuntamiento están también plagadas de las franquicias de comida rápida, pero entre ellas, empieza a observarse por la zona un nuevo modelo de cadenas cuya forma de trabajar y entender la gastronomía nada tiene que ver con las marcas de siempre. 

Es el caso de Federal Café o Goiko Grill. El primero, situado en la calle Embajador Vich, es una precioso y acogedor local cuyo concepto fue ideado por dos australianos afincados en Barcelona, donde abrieron sus dos primeras cafeterías. En Madrid van camino de inaugurar el segundo local. Es una franquicia, sí, pero lo elaboran todo ellos y trabajan con productores locales. Ofrecen horario ininterrumpido y una carta que se caracteriza por una propuesta saludable hecha con productos frescos. Es uno de esos sitios que parece cuadrar con todo tipo de situaciones, una reunión de trabajo, una comida de amigas, una merienda con niños o una cena en pareja. La luz que pasa por los enormes ventanales de Federal apetece siempre. 

Otra cadena que acaba de aterrizar en Valencia ante la expectación de los acólitos que ya la veneraban en Madrid es Goiko Grill, una hamburguesería considerada por muchos como la mejor de la capital, donde tienen diez locales siempre llenos. En Valencia abrieron hace menos de un mes en la calle Martínez Cubells y el furor por sus hamburguesas gourmet, cuando pensábamos que esa moda ya era cosa del pasado, también se ha extendido a Levante. En los próximos meses esperan abrir tres locales más en Valencia. 

Su hamburguesa fetiche, la Kevin Bacon, levantan pasiones. La carne con que elaboran las hamburguesas es fresca y picada a diario por el carnicero, según afirma su fundador Andoni Goicoechea,  un médico venezolano con antepasados vascos que tiene una historia curiosa detrás. Está buena la Kevin Bacon (si van a cenar, no se olviden la botella de agua al lado de la cama antes de dormir. Da mucha sed) y están muy buenas las patatas que la acompañan. Lo único malo, los dos turnos que tienen para cenar, a las 20:30 y a las 23:00. A ninguna de esas horas le apetece cenar a nadie. ¿No?

Otra propuesta un pelín guarrindonga es Los Toneles. Bareto mítico de los de siempre todavía no colonizado por la colonia china. Su bocadillo de calamares es un clásico que se transmite de generación en generación. No es El Brillante que da la bienvenida a los viajeros que salen de la estación de Atocha en Madrid, pero puede valer para saciar esos momentos en los que uno necesita ración extra de bocata castizo. Los calamares están algo aceitosos y un poco sosos (el conjunto mejora añadiéndole mayonesa o ajoaceite al pan), pero es una de esas cosas que hay que hacer de vez en cuando para sentirse vivo. Sentarse en la terraza mirando la plaza de toros y zamparte un bocata de calamares acompañado de una cerveza lo más grande posible es un ritual que todo el mundo debería hacer una vez al año.  

Uno de mis últimos descubrimientos se llama Sofartcafé, en la calle Músico Peydro (la conocida como calle de de las cestas), y es otro de esos sitios polivalentes que casan bien con distintos momentos del día y diferentes estados de ánimo.  Librería, restaurante, galería de arte, espacio infantil, bruschetteria... todos estos nombres definen a Sofartcafé. Roberto ideó el proyecto cuando todavía vivía en Italia, su país natal. Tenía claro que quería mezclar cultura, ocio y gastronomía. El resultado es un espacio decorado con muchísimo gusto y mil detalles donde poder ver un concierto, asistir a una charla, comer un plato de la pasta fresca que cada día elabora su mujer o disfrutar de sus espectaculares bruschettas (pruébenlas, están de vicio). 

Todos los viernes hay aperitivo italiano de 20 a 22 h. y de vez en cuando hacen degustaciones de queso o de pizzas gourmet y cervezas artesanales.  Mención aparte merece la zona infantil. Una de las habitaciones del local está destinada a los niños, con mesas y sillas para que los pequeños pinten y dotada de libros, pinturas y construcciones. Para los padres que siempre andamos buscando sitios donde los niños estén a gusto, no molesten y donde un adulto pueda estar tranquilo, tomando una copa de vino y hablando como personas y no tratando de hacerse entender a gritos como ocurre en los parques de bolas, esto es el paraíso. Incluso puedes llamarles y pedirles servicio de canguro para poder pasar la tarde tomando gin tonics con tus amigas sin tener que estar pendiente de los monstruos. ¿No es maravilloso?  A mi me entran ganas de quedarme a vivir allí. 

Padres, nunca me agradeceréis lo suficiente haberos revelado la existencia de este lugar. 

Es esta una ruta por los locales más desenfadados e informales que rodean la plaza del Ayuntamiento. Hay muchos más, pero en los aquí descritos es muy raro que pagues más de 15 o 18 euros por comer. La otra cara gastronómica de la zona, la burguesa, la del marisco, los platos de cuchara y las estrellas Michelin tendrá que esperar hasta la próxima entrega. 

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