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Comer en San Marcelino: una contracrónica esperanzadora

Lo siento Lidia, ir al tanatorio, al cementerio o a San Marcelino en general, sea cual sea el motivo, no está reñido con pegarse un buen almuerzo o comilona a precios súper competitivos y en sitios “muy de barrio” donde te tratan como en casa.

| 07/10/2022 | 4 min, 41 seg

Lidia Caro, periodista a la que todos le rezamos en este medio, escribió la semana pasada la crónica “El rito ancestral de comer cerca de la muerte”, donde hablaba de las escasas opciones gastronómicas que podemos encontrar cerca del Cementerio Municipal de València. Al leerlo no pude evitar que una pequeñita parte de mí se sintiera herida, así que de buena mañana le envié un mensaje a Lidia: Muy buen artículo, pero te voy a preparar una contra crónica para la semana que viene porque te prometo que existen sitios decentes.

El tema está en que la sangre tira mucho y aunque mi barrio sea Patraix (también conocido como el mejor barrio de València), tanto mi familia paterna como materna son de San Marcelino. Digamos que le he echado unas cuantas horas a este barrio desde bien pequeña como para poder defender que en esta zona desconocida para muchos existen un par de sitios donde poder almorzar, comer o cenar la mar de bien y a unos precios realmente buenos.

Partiendo desde la honestidad, no puedo contradecir a Lidia en que la oferta es escasa y cada vez menor. Este barrio ha ido viendo a lo largo de los años como las persianas de los comercios iban bajando una tras otra. Sin embargo, son dos los bares que han ido no solo resistiendo a este éxodo gastronómico, sino reinventándose y afianzando la clientela con el paso de los años.

Nos situamos en primer lugar en el Bar Torero. Si eres de la zona es absolutamente imposible que no lo conozcas. Este emblemático bar con más de 25 años a sus espaldas cuenta con una ubicación privilegiada: una gran esquina en plena Plaza de San Marcelino. Una de esas agradables esquinas donde corre airecito aunque hagan 37 grados a la sombra. Que no os preocupe el nombre, no es un bar con estética taurina (afortunadamente), hace honor a Paco, su fundador, al que todos conocen como “Paquito el Torero”. Si algo define a Paco es que es, como dirían los entendidos, “un tío de sala.” Un dueño de bar de los de antes, de los que te reciben y te acompaña durante toda la cena con las mejores recomendaciones.

En “El Torero” se come de picoteo: ibéricos, bravas, montaditos, croquetas, sartenes… Es un bar muy de barrio, de batalla, de salir con el estómago bien lleno pero sin el bolsillo vacío. Si de algo es consciente Paco es del barrio donde está y de la clase de clientela que tiene, por eso no pretende ser lo que no es. Para lo que también es perfecto El Torero es para practicar el noble y ancestral arte de escaquearse de una misa, porque se encuentra al ladito de la iglesia del barrio y creedme que no existe versículo que pueda hacerle competencia a sus almuerzos. Sus bocatas tienen truco, todo hay que decirlo, porque su mujer Alicia viene de familia de panaderos, así que todas las mañanas reciben pan artesanal recién horneado.

A la otra punta del barrio, a la entrada por la parte del bulevar, encontramos “El Barrilito”. Un bar con estética de taberna andaluza que surgió del amor y los viajes al sur de David y Patricia, sus dueños.

También es un sitio de tapas donde además no tiene carta, “te la cantan” acorde a lo que tienen ese día. Aunque hay algunos Best Sellers que están siempre, como las “lagrimitas” de pollo, el mítico cartucho (papel enrollado) con pescaíto frito, puntilla, cazón, etc o los montaditos de secreto ibérico (la de veces que le pregunté a David de pequeña que por qué ese montadito era “secreto”)

Pero sin duda hay dos cosas que definen a este bar: el jamón y la cerveza. A mí un sitio donde veo como me están cortando el jamón al momento ya me tiene ganada y aquí se ve nada más entrar por la puerta. Jamón ibérico andaluz que te sirven en un platito con picos y que está para pedir tres raciones por persona. De la cerveza no puedo opinar tanto, porque soy de ese 1% de la población a la que no le gusta, pero está claro que es una de las cosas más tops de El Barrilito, porque se sirve extremadamente fría y eso para los amantes de la cerveza es un súper plus. Consiguen esta temperatura gracias a conservar los barriles en una cámara a -2ºC situada bajo de la barra. Además, algo también muy característico es que tienen un surco con agua muy fría recorriendo la barra, lo que permite mantener el vaso todavía más frío mientras se consume la cerveza.

Así que ya sabéis, Lidia y resto de lectores, ir al tanatorio, cementerio o a San Marcelino en general sea cual sea el motivo, no está reñido con pegarse un buen almuerzo o comilona a precios súper competitivos y en sitios “muy de barrio” donde te tratan como en casa.

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