va de amor

Comida y romance

Si yo montara un restaurante lo llamaría CYR, Comida y Romance. O FAR quizá, en inglés, que tiene un pequeño doble sentido.

| 23/06/2017 | 3 min, 21 seg

Del mismo modo que creo que la religión es básicamente poesía, yo diría que la comida es compañía. Yo diría cuerpos, yo diría platos. Lo mejor de aquel restaurante fue la persona que tenías enfrente; la conversación, la razón por la que la botella quedó vacía sobre la mesa y, si hubiera habido más botella, más vacía habría quedado.

Un gran amigo, que podríamos decir que es el hedonista supremo, el jefe de los canteros del comer, tenía que contarme una cosa. Una cosa que yo ya sabía pero es que todo el mundo tiene derecho a contar sus cosas. Tardamos en quedar -qué agendas tan diabólicas las de esta vida moderna- porque no valía solo una conversación: el diálogo tenía que ser sentados a la mesa. Iba a ser una pizza de lunes en Da Carlo pero no; iba a ser una tarta fluorescente en La Patacona pero tampoco. Pedimos unas cigalas y unas anchoas y un poco de pulpo muy cerquita de Mestalla, así que supongo que por eso hablamos de que un día hablamos de Messi. Como agentes de futbolistas duraríamos un asalto.

Y me contó que la vida cambia y se abre paso. Que a veces hay que decir adiós a toda esa nostalgia inservible. Que es feliz y que él mismo escribió una cosa maravillosa (que ya nunca olvidaré) y que se había dado cuenta de que esas palabras no eran práctica y sí verdad. "El amor es no querer que la otra persona se vaya". Joder, claro. Él ha decidido que no quiere que ella se vaya. Piedra azul zafiro mediante. Bravo y enhorabuena. Se lo dijo después de cenar, claro. Se lo dijo con champán de por medio, claro también. Esto es: comida y romance. No falla. Quizá yo esté hoy también compartiendo amor y un steak tartar con anguila ahumada.

De hecho hablamos de cómo celebrarlo y por allí no aparecieron números de invitados ni vestidos ni de qué color será la cortina. ¿Cómo vamos a celebrar las vidas nuevas, compadre? Pues con gambas, me contestó. Supongo entonces que si el amor se transmutara en comida serían unas gambas. Unas gambas en El Faralló que nos comeremos. El vino entra en la boca y el amor entra en los ojos. Y la vida no tiene mucho más misterio que ese.

Tengo una anécdota: recuerdo que de niño mi madre me compraba unas rosquilletas en el Cabanyal. Creo que el horno se llamaba Las Delicias pero ya no existe. Estaba en la misma calle que la tienda de zapatos y la tienda de juguetes, haciendo esquina. Esas rosquilletas, y que me perdonen los fans de las rosquilletas, eran las mejores que he probado en mi vida. Un poco toscas, con una masa que se deshacía, contundentes. En una bolsita de plástico transparente y el logo del local en azul. Si alguien tiene alguna referencia, por favor, que avise. Pues lo único por lo que me gustaría volver a tener un paquete de esas rosquilletas es para que las probara mi chica. Pensar que le encantarían. Comida y romance.  

Robert Creeley tiene un poema titulado 'Un casamiento', de 1956:

El primer compromiso
que ella recibió de él
fue un anillo de boda
de oro.

El segundo: el despertó
entrada la noche,
se incorporó sobre un codo,
y la besó.

El tercero y último:
murió con él
y renunció al amor
y vivió con ella.

Estas son mis palabras de regalo porque las mías serían un desastre. ¿Cómo se escribe para alguien que quieres? Nunca es lo bastante bueno. Quizá pueda invitarte a unas bravas, si me dejas.

Comenta este artículo en
next