Reinventar el mundo
Hay varias hipótesis sobre cuál es el futuro que nos espera tras el confinamiento. Por un lado están los pesimistas convencidos de que todo lo que venga será igual o, probablemente, peor. La crisis económica agrandará una vez más la diferencia entre ricos y pobres, el capitalismo se volverá despiadado y, en nombre del miedo, regalaremos varios derechos -de asociación, de protesta, de intimidad- a los gobiernos. La crisis ha mostrado el lado más despreciable de nuestros vecinos señalándonos desde sus ventanas, de nuestros políticos, de la gente en general, por lo que crecerá la desconfianza y la radicalización entre los míos y los otros.
Más.
El otro discurso es el optimista: el confinamiento nos despertará. Ya vivíamos en un mundo desigual pero las fotos de Instagram de los ricos en sus piscinas mientras los más pobres sienten claustrofobia en pisos diminutos nos harán reaccionar, buscar cambios en un sistema de ganadores y perdedores. Un sistema que premia trabajos inútiles cuando los empleados peor considerados (y muchos de ellos, peor pagados) han demostrado ser los que sostienen nuestras ciudades: médicos, cajeros, celadores, basureros, cuidadores de ancianos, barrenderos, fruteros, agricultores…
Inmigrantes muchísimos de ellos.
Millones de personas han descubierto que sus trabajos no les hacen felices; que es posible respirar aire limpio; que cocinar es divertido y más sano que pedir comida basura; que jugar con los hijos o pasear con la pareja es un privilegio del que el estrés del día a día no nos dejaba disfrutar; que nuestros vecinos pueden ser maravillosos como demuestran las redes de ayuda vecinal que se han formado espontáneamente.
Resumiendo: en cuanto esto acabe habrá un cambio paulatino en nuestros hábitos porque habremos reordenado nuestras prioridades...
Yo soy del segundo grupo. De los optimistas. Hasta el ridículo si hace falta. Porque me niego a pensar que el ser humano es idiota por naturaleza y porque, puestos a creer, mejor creer en cosas bonitas. El pesimismo solo añade más leña al fuego. Y ya hay bastante incendio.
Creamos que se puede reinventar el mundo.
Pero si queremos que haya una transformación real, no vale con una sonrisa, buena voluntad y un lema motivador en redes sociales. Tenemos que empezar a repensarnos y a reorganizarnos. Personal y socialmente. A buscar soluciones prácticas más allá de las palabras. Cambios en nuestras rutinas personales que poco a poco signifiquen un cambio social.
Empecemos comprando un libro
Ayer mismo veía la luz una propuesta concreta que, como amante de los libros, me parece un ejemplo práctico de lo que necesitamos: ideas sencillas y tangibles. Y que supongan un pasito adelante hacia el mundo que queremos encontrar a nuestra vuelta. La propuesta, bajo el lema Sentim les llibreríes, propone un gran amigo invisible en la ciudad de Valencia para ayudar al sector de las librerías, muy afectado como tantos otros pequeños comercios por el confinamiento. Participar es sencillo. Solo debes rellenar este cuestionario antes del 15 de junio y esperar a recibir la ficha de tu amigo invisible, sin datos personales pero sí algunos apuntes sobre sus gustos que te ayuden a elegir un libro para él o ella. Al mismo tiempo, una persona anónima recibirá tu ficha y comprará tu regalo, que quedará en la librería que elijas hasta que pases a recogerlo.
Un juego sencillo que supone un pequeño gasto. Y que sin embargo supone una gran ayuda a las librerías independientes, un negocio cada vez menos lucrativo desde la llegada del libro electrónico y de Amazon.
Es el momento de repensar nuestros hábitos. Empezando, por ejemplo, con un libro. ¿Queremos que una multinacional extranjera se forre a nuestra costa o preferimos apoyar el comercio y el producto local? Porque poner banderitas de España en los balcones es superguay, pero no solo de banderitas viven los españoles. ¿Queremos que un algoritmo nos ayude a elegir las lecturas o preferimos que sea una librera de confianza? ¿Queremos comprarlo frente a una pantalla o preferimos dar un pequeño paseo, rebuscar entre las estanterías y perder el tiempo buscando un libro perfecto? Perder el tiempo... O ganarlo. Al estrés, a las pantallas, al utilitarismo.
(y no voy a decir lo del olor de los libros, que suena demasiado “intensito” pero vamos, que todos lo estamos pensando)
Ya, de paso, podemos comprar obras de autores valencianos. Autores de la terreta que muchas veces malviven de la literatura. Porque vivir de los libros es cada vez más difícil.
Comercio local y vínculos personales. Sentim les llibreries es solo un ejemplo que podemos trasladar a todo lo demás.
Comercio local para salir de la crisis, todos a una. Todos juntos.
Vínculos personales porque, señores y señoras, como estamos viendo, habíamos subestimado la felicidad que proporciona el contacto con los demás.
La iniciativa Sentim les llibreries, creada en un grupo de whatsapp y de forma colaborativa por varios escritores valencianos (y la ayuda posterior de libreros) ha sido un éxito en su primer día y se prevé que seguirá recibiendo muchísimas solicitudes para participar. Porque es un amigo invisible pero es mucho más. Es una apuesta por las pequeñas librerías.
Y por el mundo que queremos, opuesto al modelo frío, impersonal y deshumanizado que nos propone Amazon.