De vinos madrileños y risueños

Con la mini almidoná y la copa viene y va

Por la calle de Alcalá, con la mini almidoná, las mocitas madrileñas vamos alegres y risueñas porque nos gustan las cosas buenas. Y mejor si son vinos, los de aquí, de Madrí, pues claro

| 14/02/2020 | 5 min, 2 seg

Por eso hoy proponemos el paseo más hedonista por la capital del mundo mundial incluido lo del beber. Que aquí no hay playa, vaya, vaya, pero tenemos copas como plátanos con sus gorriones nada cotorros. Y tampoco nos falta Denominación de Origen con sus tres subzonas bien molonas. Arganda que es chulita, desparpajo y algo extrema, y como gato con botas, botín o batín pasea a orillas de Tajuña y Henares entre de campiñas y terrazas. Navalcarnero, tan llanura que de llana se llena de Perales, sin cantar y a la vera de sus vegas arenosas. Y San Martín de Valdeiglesias, refugio acogedor del listado de botellas que veremos en este día. Felino que retrepa escarpados muros sea noche o día. Barrera de granitos rebonitos que estremece de pasión cuando queda campeón.

Cada pueblo con su clima, con sus suelos y sus viñas de uvas, algunas consentidas y otras preferidas. Las variedades autorizadas y en ocasiones foráneas: airén, macabeo, moscatel de grano menudo, parellada, torrontés, sauvignon blanc, cabernet sauvignon, graciano, merlot, negral, petit verdot y syrah; y las preferentes y autóctonas: albillo real, malvar, garnacha tinta y tinto fino.

Una vez hechos los deberes de estudiar es momento de pasar a la práctica con una selección de vinos que nos gustan porque sí y, en esta ocasión de San Martín, que ya habrá tiempo para los demás. Villanos de pueblo grande que jugarán a cosmopolitas mezclando culturas de acoger desde siempre y también en al plato. Pues eso, que vamos a probar y comprobar.

Empezando con los blancos y el Navaherreros Blanco 2017 (Bodegas Bernabeleva). Albillo real con un poco de macabeo y resultado resultón. Se sitúa entre lo frescales y lo chisposo. Con un solo oso que guarda la ciudad con dos patitas en árbol madroñoso y su aquel de untuoso. Y se pone interesante junto al primer platillo del día, unos tacos de gallina en pepitoria.

Las Moradas Albillo Real 2018 (Las Moradas de San Martín) se presenta como guapa con volumen en la cadera dispuesta a dar cobijo a un ramito de violetas. Y aunque viene de bien cerca nos lleva muy más allá con su cariño contenido de bollito tempranero y algún que otro caramelo. Vamos por Canalejas y hasta llegar a Sol para comernos unos nem de soldaditos de pavía.

No ponemos peros a Los Peros 2017 (Ca' Di Mat), que se muestra hablador sin timideces y con montones de cosas interesantes que contar. Albillo de altura y su relente. Fiera en Retiro rodeado de ardillas y algunos pavos muy reales que picotean frutas de hueso. Rocío mañanero de paseo en bicicleta con descanso para comer una arepa de calamares.

La Pájara 2017 (Valleyglesias) es de nuevo albillo real pajarona y golosilla. Con aromas perfumados es frutal en su momento más de dar la vida. Cremoso y amoroso se nos pega en chotis de ladrillo, sin dar la lata y en plaza Mayor. Y así pasamos la noche entera con parada entre paso y paso para un picoteo fresco. Porque no hay urbe universal sin su cebiche de besugo, guapo.

A saltitos por monte escarpado, el Cabrito Albillo Real 2017 (Miguel Santiago Viticultor) es resalado. Descocado de ir y venir, pero amoroso de también saber quedarse, nos alumbra cuando la suerte se acaba. Y no queremos que termine, porque disfruta de acideces ideales para tomarlo sin compasión y con un poke de perca del Manzanares.

Garnachas lisonjeras y en su punto de ligeras

Pasamos a los tintos con Fuerza Bruta 2017 (A Pie de Tierra). Garnacha de vida que renace en maldita ciudad contigo y nuestra pasión. Elegancia de sedas lisonjeras y límpida introspección con clavel siempre a mano. Trago largo de tarde en la pradera sobre mullida hierba joven, en informal mantel de cuadros y con un ramen de ajo y su huevo.  

Llega Las Cabreras 2017 (Tierra Calma) porque no, nene, esto no es un mal sueño. Muy al contrario, que es serio y reservado y transmite con soltura su pericia en corazones tontorrones. Y así, tan  achuchable de dar mordisquitos nos recreamos en el sitio de su recreo. Espacio de reflexión, chimpón y un bao de gallinejas a mordiscos.

El Marañones 2016 (Bodegas Marañones) es un liviano bien alimentado del todo interesante. Regalices para sentarse en banco de parque y escuchar historias bonitas. Todas las que tiene en su interior y que relata con fervor. Lo estrujamos con fuerza hasta que descubrimos que el sol es una estufa de butano ante la que nos postramos con un plato de quinoa con caracoles guisados.

El Pico del Mirlo 2017 (Bodega Miguel Santiago) nos susurra que hay uno blanco, aunque seguimos en garnacha colará, tracatrá. Inmensidad de finura ovalada y deliciosa mirada. Roca en una existencia frenética, de estar corriendo siempre, emborracharse fácilmente y en la que siempre encuentra abierto un bar.  Sobriedad que abre los ojos muy redondos con un curry de cocidito madrileño.

Nos vamos volviendo al Pecado Original 2017 (Bodegas Muñoz Martín). Garnacha y un pelín de negral de bayas negruzas y envolventes que revuelven las entrañas de recuerdos. Taninos de barbas raspositas y ser parte de todo. Boceto de madrugada entre tasistas y aparcar el coche en cafetería siempre abierta para devorar unos dim sum de callos.

Tocan ya las campanadas del final como el año que fue. Otra vez el vino (a veces champán), las uvas y el alquitrán de alfombra están. Y seguirán, porque siempre volvemos.

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