VALÈNCIA. En ocasiones, algunas mujeres pioneras no saben que lo son ni siquiera en el día de su muerte. Su huella impacta en siglos posteriores pero, sin embargo, hacen falta décadas para que el reconocimiento llegue. El caso de la mujer que hoy nos ocupa, Concepción Aleixandre, supone una rara excepción, pues esta médica de familia acomodada –y tía del poeta Vicente Aleixandre, por cierto- tuvo siempre el apoyo paterno para formarse y llegar a convertirse en una de las pioneras de la ginecología en nuestro país.
Nació en el año 1862 en València y pronto ingresó en la Escola Normal Femenina, una institución que nació en la ciudad gracias a la Ley Moyano de 1857. Estaba ubicada en las plantas segunda y tercera de la Casa de Enseñanza de la Calle de la Sangre. Fue inaugurada el 5 de octubre de 1867 con la matriculación de 38 alumnas que podrían obtener el título final de Maestra. Allí superó el examen de grado Concepción en el año 1883. Sin embargo, nunca ejerció magisterio porque pronto se matricularía en Medicina para cursar la carrera. Ella fue, junto a Manuela Solís, una de las dos primeras mujeres que entraron en la universidad para estudiar medicina. Solo por ser mujer necesitó de un permiso especial del gobierno para poder estudiar. La universidad, por supuesto, plagada de hombres que no veían con especial cariño la entrada de unas mujeres cuyo principal hábitat era el del hogar. Hasta tal punto llegó la violencia que, según cuenta su biografía, Aleixandre fue apedreada por sus compañeros a la salida de la Facultad de Medicina. En 1910, por orden del rey Alfonso XIII, ya sería posible el acceso de la mujer a la universidad sin necesidad del permiso del gobierno. Sin embargo, aunque tuvieran la carrera les estaba prohibido su ejercicio médico.
En la universidad conocería a su gran compañera Manuela Solís, otra pionera de la medicina valenciana. Tanto Concepción como Manuela se interesaron por el ámbito de la ginecología. Mientras la primera se traslada a Madrid donde gana una plaza como médica en el hospital de la Princesa, la segunda también se marchará a Madrid e ingresará en el Instituto Rubio donde amplía sus conocimientos y se doctora con la máxima puntuación defendiendo una tesis que tiene como título “El cordón umbilical”.
Concepción Aleixandre dio a conocer su obra a través de artículos y conferencias impartidas en organismos científicos. Fue una gran defensora de los derechos de las mujeres. Formó parte, entre otras instituciones, del Consejo Nacional de Mujeres (1919) y del Comité Femenino de Higiene Popular, del que sería presidenta. En esta actividad feminista destacó su apoyo al manifiesto a favor de que Emilia Pardo Bazán fuera miembro de la Real Academia Española.
Así pues, las actividades científicas y feministas se unieron a una clara vocación divulgativa que tenían a la higiene femenina como tema central. De hecho, Concepción coordinó una sección dedicada a este asunto en la revista La Medicina Social Española, en activo desde 1916 a 1920. Era esta una medicina de corte social que pretendía algo tan revolucionario como que las mujeres conocieran su cuerpo para su cuidado.
Por su parte, Manuela Solís publicó en 1907 el libro Higiene del embarazo y de la primera infancia. El prólogo del libro corrió a cargo de Don Santiago Ramón y Cajal que perfilaba así a Solís:
Modelo de estudiantes celosos y aplicados en València, donde tuvimos la honra de enseñarle Anatomía, sólo obtuvo en los exámenes notas de sobresalientes, debidas no a la galantería sino a severa y estricta justicia.
Por su parte, Solís explicaba que su objetivo a la hora de publicar este estudio no era otro que “vulgarizar aquellos conocimientos elementales que deben servir de norma a la mujer para la conservación de su salud y alivio de sus males durante los periodos más interesantes de su existencia y para la del nuevo ser a que ha de dar origen, tanto durante la época en que éste se halla encerrado en el claustro materno, como durante su primera infancia".
El libro La mujer como profesional de la medicina en la España del siglo XIX escrito por María del Carmen Álvarez Ricart recuerda a ambas mujeres en su exquisita trayectoria profesional.
Entre los hitos profesionales de Aleixandre se encuentra, por ejemplo, la conferencia que dio en el año 1907 en la Unión Iberoamericana de Madrid sobre la higiene del niño y de la patria. Tres años después patentó dos sistemas para corregir el descenso de la matriz de las mujeres. Se trataba de la creación de “dos pesarios metálicos de anillos reductibles”. El pesario era un dispositivo que se coloca en la vagina para corregir el descenso del útero a consecuencia del parto.
Según cuenta Aleixandre en la memoria de su patente y que recoge Raquel Pintado Heredia en un artículo publicado en la Oficina Española de Patentes y Marcas, este dispositivo “consistía en una anilla cuyo cuerpo estaba hecho de aluminio y llevaba unos muelles de acero niquelado que proporcionaban la suficiente elasticidad para una fácil inserción en la vagina sin tener que rasgar la vulva y sin que se deslizara hacia fuera una vez introducido”. La patente no pasó el trámite y nunca llegó a ponerse en práctica pero, sin duda, fue fundamental para descubrimientos posteriores.
Concepción Aleixandre murió en 1952 en Valencia a los 90 años. Pese a que su labor ha sido fundamental para los avances médicos y ginecológicos de las mujeres españolas, no había tenido la repercusión merecida. Tampoco su compañera Manuela Solís.