La realidad es cruel muchas veces, y ante la situación actual y después de lo visto, creo que la clase política y especialmente los partidos de izquierda y extrema izquierda que gobiernan en España, se encuentran muy cómodos con una población asustada y confinada
Las elecciones en Estados Unidos se han dirimido en las últimas horas, pero cuando este Tintero se escribe aún no sabemos quien será el presidente de la primera potencia mundial. Sin ser un experto en asuntos americanos, como tantos suelen salir en época de elecciones, ni conocer al pueblo americano de manera real, no sólo a sus actores, cantantes y deportistas más famosos, no me atrevo a aventurar quién puede haber ganado, pero no me sorprendería nada una reelección del presidente Trump. En cualquier caso, una vez más las elecciones en EE. UU. son una especie de plebiscito global y creo que, en esta ocasión, más que en otras, una elección entre un apoyo claro y decidido a las democracias occidentales y nuestros valores como sociedad de un lado y un coqueteo con los totalitarismos en Oriente, jugando con el capitalismo comunista chino y la multiculturalidad.
Hoy miércoles, los medios hablarán de los resultados en esas elecciones, pero mientras la realidad en España avanza peligrosamente hacia más confinamientos y más miedo, más cierres y más aislamientos y todo ello sin tener una economía sólida que pueda resistir durante mucho tiempo en esta situación de parada y quiebra técnica. Esa realidad nos deja aislados de otros países y cuando establecemos las comparaciones de que las medidas son las mismas que toman en Francia o Alemania, el problema es que sus economías y especialmente sus líderes políticos no son los mismos y eso es un dato fundamental.
El pueblo español está demostrando disciplina, pero también cierta mansedumbre, y lo que es peor, un injusto sentimiento de culpa. Pensemos en cuanto tiempo llevamos haciendo de manera coloquial el comentario de “hasta que nos encierren otra vez”, dando por hecho que no hacemos lo que toca y que nuestros amos/gobernantes tendrán que vigilar y velar por nuestra seguridad y salud. Los mismos que ni en marzo, ni ahora, se preocuparon de dotar de recursos materiales y humanos al personal sanitario, los mismos que se van de vacaciones y se preocupan más de una entrevista que de ofrecer los datos reales a la población, los mismos que hace apenas un mes decían que habíamos vencido al virus, pero el español medio siente que el irresponsable es él por almorzar en un bar o reunirse con cuatro amigos.
El miedo es libre, y llevamos desde mediados de marzo con el miedo metido en el cuerpo y hoy en día creo que tenemos muestras sobradas para que ese miedo no sea por el coronavirus exclusivamente sino por los pésimos líderes políticos que nos toca padecer y sufrir justo en un momento tan delicado y complejo como este. En ningún otro país se consentiría la actitud prepotente del presidente del gobierno, el vicepresidente, el ministro de s anidad y el portavoz de la pandemia; el exceso de mentiras, casi siempre con la estrategia de medias verdades o incluso de otorgar el significado opuesto a las palabras y hechos. Esta semana llegaron a publicar como un éxito el aumento de parados al denominarlo que más personas podían disfrutar de ERTEs, se retuercen las palabras y el significado hasta un grado insospechado.
Y para rematar ya se anuncia el cierre de la hostelería como paso último a cerrarnos a todos y ese encierro físico, tiene algo de silenciarnos, de acallarnos, de asustarnos más. La prueba es que la simple crítica al gobierno empieza a verse como estar a favor del virus y de la muerte, no queda espacio para la crítica política y de gestión, porque se encargan de desprestigiarlo y considerarlo como un alegato a favor de la pandemia. Malos tiempos para la libertad de empresa y para la libertad de expresión. Siempre nos quedarán las series y los libros, hasta que sea imposible encontrar algunos títulos y autores porque el poder decida qué debemos y qué no debemos leer, escuchar o ver. Lo dicho, confinados y asustados.