tribuna libre / OPINIÓN

Contra los prejuicios del VIH

11/01/2019 - 

Corrían los años 80 cuando desde el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta se publicaron los primeros casos de Virus de Inmundeficiencia Humana, VIH en cinco hombres homosexuales. No tardó en extenderse, el cruento apelativo, el del denominado cáncer gay,  ni tampoco en incrementarse la marabunta de prejuicios y estigma hacia las personas gays.

Al drama de contraer una enfermedad, por aquel entonces tan virulenta como mortal, había que añadir el desconocimiento, la falta de investigación y el vil oprobio y marginalidad a los que eran sometidos quienes la contraían, convirtiendo así el VIH en falso corolario del odio y la estigmatización contra homosexuales, prostitutas y drogodependientes.

Afortunadamente, transcurridas cuatro décadas, sabemos que el VIH nada tiene que ver con la orientación sexual y los avances en investigación, información, sensibilización y cura han hecho que el VIH haya pasado de enfermedad mortal a meramente crónica con el acceso al tratamiento adecuado.

Hoy en día, una persona portadora del VIH, hace vida normal gracias a los tratamientos antirretrovirales. Afortunadamente hoy, gracias al esfuerzo y la investigación médica, ser portador de VIH no es sinónimo de muerte. Es una enfermedad crónica, extremadamente controlable a través de un tratamiento eficaz, al igual que muchas otras, incluso más que la propia diabetes mellitus.

No obstante, no debería ser noticia, que ninguna persona tenga que declarar públicamente que es portadora VIH, como tuvo que hacer por ejemplo la cantante Conchita Wurst, ante la amenazas de revelación de lo que no es más que una información médica. Con este ejemplo, ha quedado demostrado una vez más, que tener VIH puede ser sinónimo de llevar una vida normal, sin barreras y brillar con luz propia; pero también del largo camino que queda por recorrer en lo que respecta a discriminación, y estigmas que nos quedan por atajar, junto con la desinformación y execrables episodios de frivolidad y nauseabunda deshumanización que podemos leer en algunos foros y redes sociales, con comentarios tales como ‘que la culpa del VIH la tienen los maricones’ o que ‘tienes SIDA porque follas a pelo’ junto con una largo etcétera de mitos acerca de la promiscuidad de las personas homosexuales.

Ante la desinformación, tergiversación y estereotipos que a día de hoy aún persisten, uno de los mensajes que desde estas líneas quiero mandar es, que las letras V-I-H, no hacen diferente a una persona del resto; que el VIH es ya tan solo un virus, en horas bajas, como la calidad humana de quienes se empeñan en seguir poniendo trabas, etiquetas y prejuicios a una persona con VIH positivo. La receta, no puede ser otra que la de dar la espalda a la ignorancia, la intolerancia y el falso alarmismo; y la mano a quienes se enfrentan al VIH con valor, y a quienes tratan con respeto, dignidad y normalidad. Pues la estigmatización tan solo conduce a la discriminación y al trato degradante hacia las personas seropositivas, a su entorno cercano y hacia los grupos considerados de forma peyorativa como “de riesgo”, desde el momento en que a través de las etiquetas, se marca a otras personas como las responsables portar el VIH.

Si pudiéramos elegir, nadie elegiría enfermar, y si tuviéramos que elegir una enfermedad, nadie elegiría el VIH o el cáncer, o ¿Acaso elige un niño o niña portador de VIH por consanguineidad, elige serlo? Culpabilizar  a las personas de sus propias enfermedades, y más tratándose de esta enfermedad, muchas veces asociada a la promiscuidad sexual que se adjudica a las personas LGTBI, es una conducta totalmente ilógica y que genera un daño, diría que irreparable en aquellas personas que la padecen, porque además, lo cierto es que entre otras formas de contraer el VIH, se encuentra que se rompa el preservativo, por lo que cualquier persona, independientemente de su orientación sexual se encuentra expuesta a la infección.

Y es que el riesgo, lo generan las conductas, no las personas. Es por ello, que carece de sentido alguno criminalizar al portador y discriminar a quienes sufren esta enfermedad. El miedo es libre. Es natural sentirlo hacia aquello que se desconoce. Precisamente por ello, en la era de la información y la comunicación a golpe de click, tenemos la oportunidad de ganarle otro asalto al VIH, acabando con la alargada sombra de su estigma y explicando las distintas realidades del VIH sin ambigüedades. Lo que implica seguir visibilizando que una persona con una carga viral indetectable de VIH es alguien con una carga intransmisible de VIH y que existen métodos y tratamientos preventivos como la píldora para prevenir el VIH, que la #PrEP funciona, que el VIH se trata y se hace vida normal a todos los ámbitos, con ‘riesgo cero’ de transmitir el virus en las personas que se encuentran en tratamiento.

Luchar contra el VIH es también luchar contra sus estereotipos, contra los resquicios de intolerancia y discriminación, acabando con la revictimización a la que se somete a muchas personas que manifiestan haber contraído la infección. El paternalismo de quienes se compadecen de otra persona, sin entender que alguien con VIH positivo puede vivir y realizar plenamente su proyecto de vida, en igualdad de condiciones que cualquier otra persona, no es más que otra cara de la moneda de la revictimización.

Por ello mismo, si a través de los avances en la investigación, prevención y tratamiento, somos capaces de derrotar al VIH como enfermedad mortal, debemos serlo también para extender el acceso al tratamiento a quienes no disponen del mismo y cambiar el mensaje, desterrando del mismo cualquier forma de frivolidad. El único camino posible para acabar con el VIH, es aquel  en que la democratización de la información, la educación y la concienciación de la realidad del VIH, como receta contra el estigma, la discriminación y las desigualdades generadas, vayan de la mano de los avances científicos en el tratamiento, en su acceso y cura de la infección.

Jesús Salmerón Berga es abogado y asesor de Ciudadanos en la Mesa de Les Corts Valencianes

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