VALÈNCIA. Vox celebró este viernes su mitin central en València. Para ello, buscó un lugar icónico y que implicase movilizar a mucha gente, como ocurriera en 2019 con el Museo Príncipe Felipe. En este caso, el escenario del mitin fue el centro de la plaza del Ayuntamiento, de emotivas reminiscencias de épocas pasadas en las que la plaza llevaba otro nombre, ligado con gobernantes específicos.
Vox logró congregar a bastante gente, pero tampoco fue, ni mucho menos, un llenazo espectacular. La desventaja de escoger espacios abiertos es esa: que es imposible llenarlos. Y es también su ventaja: aunque es imposible llenarlos, a poco que movilices gente sí que puedes dar sensación de "llenazo", que es de lo que se trata. Así que los organizadores sacaron pecho con las 6.000 personas que afirmaron congregar; yo lo rebajaría a unos 2.500-3.000, contando a los convencidos y a los curiosos que se congregaban en la periferia. Mucha gente, en todo caso, y más en los tiempos que corren, en que a los políticos les cuesta conseguir un "me gusta" en las redes sociales de alguien que no sea otro político, así que imagínense lo que les costará congregar gente en un espacio físico.
También hay que decir que Vox programó este mitin con un horario un tanto peculiar: a las ocho de la tarde. Se diría que era un mitin-after, más tarde de lo habitual en los mítines vespertinos (que yo conozca, al menos). Tal vez se buscó ese horario para no interferir con los actos de exaltación de la Virgen María de este fin de semana, o para que Abascal pudiera volver en el último AVE del día, que a fin de cuentas la estación le pillaba muy cerca, o por lo que fuera. En todo caso, ello contribuyó a que el mitin quedase reducido a la mínima expresión: una hora de reloj, y a las nueve, como Cenicienta Española, todos a casa (o a cenar y a salir por ahí, lo que fuera menester).
Por mucho que su electorado esté radicado en el extremo ideológico, Vox también es un partido de masas, como corresponde con una formación que supera el 10% del electorado, y cuenta con gente de composición sociológica y generacional diversa: muchos jóvenes, algunos muy jóvenes; señores de mediana edad, gente mayor. Todos unidos por una serie de elementos comunes, que podríamos resumir en: España, las tradiciones amenazadas por los progres, y la insatisfacción con el Partido Popular como formación que tradicionalmente ha encarnado los valores de la derecha.
En cuanto a la parafernalia identitaria, mucha bandera verde del partido (algún turista despistado pensaría que estaba viendo el mitin de un partido ecologista, pero nada más lejos de la realidad), mucha bandera española (todas ellas con el escudo constitucional, cero coqueteos con banderas con el águila franquista, ni siquiera en un lugar tan cargado de significado al respecto) y algunas banderas con la cruz de Borgoña (cuyo propósito es evocar un "no podemos sacar banderas con el pollo, pero sacamos esto, que conceptualmente viene a ser lo mismo").
Hablemos de los contenidos del mitin. No hay mucho que decir, en verdad. El presentador, Ignacio Gil Lázaro, advierte brevemente contra los enemigos de España, que son el separatismo pancatalanista y el comunismo, y lo hace "en esta plaza de corazón y de sentimiento". Otro emocionado recuerdo.
Gil Lázaro da paso a Juan Manuel Bádenas, candidato a la alcaldía de València. Bádenas está nervioso y no se hace con el formato mitin. Recurre a lo que será una constante de todos los oradores: meterse con el PP, diciendo que el PP y Vox no tienen nada que ver, que "los de Vox no queremos ser ni siquiera parecidos al PP" (dice un ex dirigente del PP rodeado de otros ex dirigentes del PP a sus votantes que vienen casi íntegramente del PP). A continuación, se mete con el objetivo prioritario de todos los oradores: ¿el sanchismo? ¿el "Coletas"? Nada de eso: Esteban González Pons, que por lo visto había dicho el día anterior que Vox era como el PP, pero con alcohol (yo escuché una variante de eso hace años, más juerguista: Vox es el PP con dos copas de más). Luego entra en una confusa reflexión sobre sus rivales en el ayuntamiento, que son "Globalizados moralizantes empobrecidos... ¡fuera soberbios morales!".
La audiencia pide a Santiago Abascal, lo cual me extraña: ¿quién no querría estar horas escuchando lo de los globalizados moralizantes empobrecidos? Pero antes de Abascal es el turno de Carlos Flores Juberías, candidato a la Generalitat Valenciana. Su discurso es... incomprensible. Una especie de surrealista reflexión histórico-patriótica sobre el Palleter, Vicente Doménech, y la Guerra de la Independencia, que por fortuna también acaba muy rápido. Los dos teloneros han ocupado menos de diez minutos el atril.
Llega Abascal. Se supone que es la apoteosis del mitin, pero Abascal no está muy en forma. Su discurso es deslavazado y carente de ritmo. Aunque, eso sí, va a incorporar en él todos y cada uno de los clásicos. Primero, llorar un poco: Vox no sale en los medios, y cuando sale es para mentir sobre Vox (seguro que esta crónica es considerada un ejemplo arquetípico de lo segundo). Afortunadamente, la buena gente sabe discernir más allá del ruido mediático y se moviliza por Vox.
Vox también es un partido que sufre la violencia cotidiana en sus carnes, pero no lo veremos en los medios de manipulación masiva, dice Abascal (y es cierto, no lo vemos; al menos yo no tengo constancia de todos esos actos indeterminados de violencia contra Vox de los que habla el líder de Vox). ¿Y de dónde viene la violencia? Pues de los enviados de este Gobierno de separatistas comunistas terroristas (la verdad es que no sé si Abascal exagera la capacidad del Gobierno para enviar gente con esas características. Recuerden cómo recientemente enviaron al ministro Bolaños a un acto de la Comunidad de Madrid y cómo salió la cosa).
Para que no se diga que Abascal está hablando en Soria o Lugo (o para que no se note tanto que el discurso es indistinguible de uno de Soria o Lugo, cosa que por otra parte es lo que reivindica Vox: que siempre hacen el mismo discurso), unas notas de color local: en València también vivimos amenazados. Por el pancatalanismo. El valenciano está amenazado por el catalán (se refiere a las lenguas, no a oriundos de ambas regiones), pero gracias a Vox València no será una colonia del separatismo catalán. Este argumentario siempre tiene caladeros de votos en la Comunitat Valenciana, particularmente en la capital, y es lógico que Vox lo recoja. Y lo hace con tanto entusiasmo que acusa al PP de catalanista (¡el PP también está en el ajo!) y a González Pons, objetivo favorito de Vox esta noche, de algo que debe ser aún peor: de "globalista", signifique lo que signifique eso (creo que significa, por el contexto en que lo dijo Abascal, que es eurodiputado y habla idiomas. ¡Muy mal, globalista Pons!).
El resto del discurso, claramente fuera del foco autonómico y local de estas elecciones, mezcla otras líneas de fuerza de Vox: el adoctrinamiento en la educación, los políticos que están deseando traer a los inmigrantes ilegales a España para darles dinero (porque así son los políticos, les encanta coger dinero de los contribuyentes para dárselo a personas que no pueden votarles), la Hispanidad, Isabel la Católica, las violaciones y secuestros, la inseguridad ciudadana propiciada por los menas y okupas ilegales y, en definitiva, una serie de valores conservadores o reaccionarios que están amenazados por la izquierda sanchista y la inacción o complacencia del PP.
Eso es lo que uno saca más en claro de este confuso y -afortunadamente- breve mitin de Vox: puede que el enemigo sea la izquierda, pero en Vox tienen claro que el adversario electoral al que hay que batir es el PP. Un PP mucho más amenazante que en 2019, cuando había tres derechas, porque ahora el PP ha absorbido a la mayoría de votantes de Ciudadanos, aunque no está claro que haya logrado hacer mella en ese 15% de votantes que apoyó a Vox en noviembre de 2019. Y esa es, precisamente, la cuestión: si el PP será capaz de absorber a Vox con la misma eficacia con la que está absorbiendo a Ciudadanos, o si por el contrario se estabilizará una situación en la derecha española similar a la que ha habido siempre en la izquierda española: un gran partido moderado (el PSOE) junto con un partido más pequeño y más radical (sea este el PCE, Izquierda Unida, Podemos o ahora Sumar), que crece más o menos según llegan votantes desafectos del partido grande, pero que siempre cuenta con un núcleo duro de fieles.
Por si acaso, Abascal avisa, y este ha sido el principal mensaje del mitin, el más interesante: para la derecha dura, Vox es el único voto seguro. Si uno vota al PP, no sabe lo que vota (lo cual, me permito apostillar, no tiene por qué ser tan malo, aunque te aparezcan luego "globalistas" por ahí).