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TIEMPOS POSTMODERNOS  / OPINIÓN

Convergencia en la Eurozona, ¿será alguna vez real?

La convergencia real supone no sólo mejorar, sino hacer las cosas mejor que los demás.

4/02/2018 - 

Durante la pasada semana se confirmó que el crecimiento de la economía española fue en 2017 de un 3.1%. Aunque la cifra es provisional, resulta algo tranquilizadora, pues de ello depende la recaudación impositiva y, en principio, el cumplimiento de la cifra de déficit público y la salida de España del Procedimiento de Déficit Excesivo. Sin embargo, junto con el crecimiento del PIB español se anunció el del resto de la Eurozona y de la UE, que fue en ambos casos del 2.5%. Y la previsión es que España crezca alrededor de esa cifra (un 2.4%) en 2018, acabándose el más reciente (y breve) episodio de convergencia para la economía española… cuando más falta hacía que éste fuera prolongado.

Hace unos años se habló mucho de convergencia, vinculada ésta al cumplimiento de los denominados “criterios de Maastricht” que se adoptaron con el fin de determinar qué países pueden formar parte de la Unión Monetaria Europea. Estos criterios siguen aplicándose a los países que aún no son socios y fueron fruto de un acuerdo ad hoc más que el resultado de un análisis basado en la teoría económica. De hecho, la Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas incluye una serie de requisitos que nada tienen que ver con los famosos criterios de convergencia.

En la actualidad, la falta de relevancia económica de los dichos criterios (a los que se denomina “nominales”, pues se referían a inflación, tipos de cambio y tipos de interés nominales, además de déficit y deuda pública) se reconoce abiertamente por la propia Comisión Europea. Por ese motivo, está sobre la mesa una propuesta de la Comisión Europea para la creación de un Fondo de Acceso al Euro, con el fin dar asistencia técnica e incluso financiera a los países candidatos. Esta propuesta, realizada en el discurso sobre el Estado de la Unión, se ha concretado en una nota publicada en octubre. Según la Comisión, los criterios de Maastricht no reflejan lo que ocurre en la economía real y ello puede comprometer la capacidad de los países para beneficiarse del euro. Diversos aspectos, como la reforma de los mercados de trabajo y de los mercados de bienes y servicios, se recogieron de manera laxa en la gobernanza de la Eurozona a través de mecanismo abiertos de coordinación. Sin embargo, estos mecanismos se mostraron insuficientes y dichas reformas estructurales no se abordaron por la mayoría de los países miembros a principios de los años 2000, que es cuando se deberían haber realizado. Ahora la Comisión insiste en la importancia de la competitividad y de mejorar el funcionamiento de las instituciones y de los mercados, algo que aún está pendiente en muchos de los miembros de la Eurozona.

En realidad es la convergencia real la que interesa desde el punto de vista de los ciudadanos, pues con ella se mide si nos acercamos en términos de bienestar o riqueza relativa a los países más avanzados de nuestra área. La convergencia real suele medirse en PIB per capita e igualando la capacidad adquisitiva. Recientemente el think-tank CEPS ha analizado la evolución de la convergencia real desde la creación del euro, distinguiendo por diferentes grupos de países y desagregado por regiones. El Gráfico 1 muestra la llamada “convergencia beta”, es decir, si en un período determinado las regiones que partían de un menor PIB per cápita han crecido más rápido que las demás. En dicho gráfico las regiones que han convergido en el período 2000-2015 son las que se encuentran en cuadrante superior izquierdo, puesto que partían de una riqueza por debajo de la media (eje horizontal) y han crecido más rápido que la media. También en la parte superior, pero a la derecha, estarán las regiones que, partiendo por encima de la media, han crecido también más que la media. En la parte inferior del gráfico están las regiones de crecimiento negativo. Como puede verse, son las regiones de los países periféricos (triángulos verdes) las que salen peor paradas, puesto tanto aquellas con menor como con mayor renta han experimentado un crecimiento total negativo, empeorando su situación. La única excepción en toda la UE es el País Vasco (un triángulo verde situado un poco por encima del eje horizontal y cerca del 120% de la renta media europea). Convergen (puntos rojos) la mayor parte de los países de Europa Central y Oriental (PECO), mientras que los resultados son variados en las regiones de los países del noroeste (Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Países Nórdicos, etc.). En general se mantienen por encima de la media, pero un buen grupo tiene crecimiento negativo.

Es cierto que los resultados habrían sido distintos si hubiésemos dividido el período en dos bloques (antes y después de la crisis). Con el fin de poder ver la evolución de España, he confeccionado un gráfico que compara la evolución del PIB per cápita en España y Alemania, utilizando también datos en paridad del poder de compra (Gráfico 2). Como puede verse, las crisis del petróleo y el aumento del desempleo de los años 80 abrieron la brecha entre ambos países antes de la entrada en la UE en 1986. Sin embargo, dicha brecha se mantiene prácticamente constante hasta el inicio del milenio: sólo con la entrada en la Eurozona ésta se va cerrando (España va convergiendo en términos reales hacia Alemania). La crisis financiera internacional ha vuelto a ampliar la brecha. Desde 2014 (éste es el último dato del gráfico) España ha crecido sustancialmente más que Alemania y ha compensado una parte del diferencial, pero éste sigue siendo preocupante. ¿Por qué? Pues porque para converger es necesario crecer sistemáticamente y durante muchos años a una tasa mayor que el país al que queremos alcanzar. No lo hemos logrado, ni siquiera lo hicimos de forma decidida con la entrada en la UE. Hay un problema claro de falta de eficiencia y margen para mejorar. Seguimos necesitando reformas, eliminar duplicidades, repartir las competencias de forma eficiente y organizar adecuadamente nuestras instituciones. Aunque el nivel de vida en nuestro país haya aumentado y sea difícil reconocer, con ojos de hoy, la España de la Transición, los demás países también se han modernizado y han seguido avanzando. La convergencia real supone no sólo mejorar, sino hacer las cosas mejor que los demás. Siento dar malas noticias: aún no lo hemos logrado y queda mucho por hacer. La política debería favorecer la consecución de los cambios necesarios y no actuar como freno a los mismos. 

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