Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero reviven al personaje de Hugo Pratt en una obra que el maestro hubiera firmado bien a gusto
VALENCIA. Pocas formas de cumplir 125 años se antojan mejores que un buen renacimiento pero muy pocos son los que pueden permitirse tal lujo. Entre esos está, por supuesto, Corto Maltés que -según su biografía oficial- vino al mundo el 10 de julio de 1887 en La Valeta (Malta). Contaba su amigo Cush en Los escorpiones del desierto que desapareció en la Guerra Civil española, pero ni eso se sabe a ciencia cierta. Lo que no se puede negar es que hace 25 años se publicó su última aventura (Mû) y que su padre, el escritor Hugo Pratt (1927-1995), lleva dos décadas muerto.
Pero ambos fueron siempre demasiados ácratas incluso para ser anarquistas, y si nunca hicieron caso de nadie tampoco había motivos para que se lo hicieran a la Parca, así que han decidido volver. Ha sido de la mano de los españoles Juan Díaz Canales (guión) y Rubén Pellejero (dibujo). Dice la portada de Bajo el sol de medianoche (Norma Editorial), que está “inspirado” en la obra de Pratt. Falso, es 100% Pratt y 100% Corto, pero escrito y dibujado por otros.
¿Es un elogio decirles eso a los autores? “La verdad es que sí, porque lo que queríamos es continuar con las aventuras de Corto Maltés pero vista por nosotros. Lo que sí hemos querido es huir de la copia o la burda imitación”, apunta Canales. “El universo que dejó Pratt es suficientemente grande como para permitirte mucho margen de actuación sin perder la fidelidad", añade.
“Pero también hay que tener en cuenta que no hay un Corto Maltés ni un Hugo Pratt, sino que ambos fueron evolucionando a lo largo de los años. Yo, por ejemplo, he vuelto a mis orígenes como dibujante más que intentar estar más cerca de Pratt, pero en ningún momento he sentido la necesidad de intentar imitarlo”, recuerda Pellejero.
A algunos les podrá sorprender el regreso del hijo de Niña de Gibraltar ya que, tratándose de un personaje tan apegado a un autor, continuarlo huele a simple estrategia de marketing. Y lo es. Pero, en realidad, lo raro es que un personaje desaparezca con su autor. Eso prácticamente solo pasa con Tintin y puede que ni eso dure para siempre. Asterix, del que se acaba de publicar El papiro del César, está en manos de Jean-Yves Ferri (guión) y Didier Conrad (dibujo), pese a que uno de sus creadores -Albert Uderzo- aún sigue vivo. De Lucky Luke a Spirou, pasando por The Spirit, lo normal es que la creación sobreviva al creador.
Por supuesto, eso no quiere decir que el principal motivo no sea el de ganar dinero, pero si ha hecho bien -y en este caso se ha hecho muy bien- no hay nada que criticar. Los derechos del personaje están en manos de Cong S.A., que gestiona el legado de Hugo Pratt (por cierto, una marca registrada), y lo mismo da licencias para pósters que para vajillas o colecciones de moda… o para este cómic. Nada que objetar mientras siga poniendo el mismo mimo que hasta la fecha en todo lo que hace.
De hecho, la elección de Rubén Pellejero y Juan Díaz Canales ha sido el resultado de un proceso bien meditado y más teniendo en cuenta que cientos de guionistas y dibujantes hubieran estado dispuestos a darlo todo por estar en su lugar. Que Pellejero era un alumno aventajado de la manera de entender el cómic de Pratt, hay constancia desde que creó con Jorge Zentner a Dieter Lumpen a mediados de los 80. Díaz Canales es el guionista de Blacksad y no hace falta decir más.
Fue la editora de Canales en Italia, Patrizzia Zanotti, la que le propuso la idea. "Mucha gente me pregunta si sentí miedo, si me abrumaba la responsabilidad... pero la verdad es que sólo recuerdo haber sentido alegría. Cuando me lo dijo no me lo podía creer", explica.
Fue él quien propuso contar con los lápices de Pellejero. "A mí me costó un poco más. Al principio pensé que era una broma y luego estuve unos días dándole vueltas a la cabeza porque la sombra de Pratt es alargada. Pero los dos teníamos claro que no se trataba de imitar a nadie, sino de aportar algo, así que me decidí".
Y no sólo se medían con el autor o el personaje, sino con su público. La obra ha salido de manera simultánea en Italia, Francia y España, con una tirada de 10.000 ejemplares. De momento, ni una crítica mala.
De Bajo el sol de medianoche se puede decir, sin faltar un ápice a la verdad, que es 100% una historia de Corto Maltés y 100% un relato de Hugo Pratt, y que aún así hay espacio para que Canales y Pellejero hayan dejado su impronta. No copia, sino que celebra, lo mejor del personaje y su autor.
Tiene todo lo que necesita un buen relato de Corto. Hay amores imposibles, causas perdidas, femmes fatales, naturaleza en estado puro, el presente como antesala de la Historia, viejos amigos, nuevos conocidos y una buena dosis de aventura en estado puro en las que lo trágico y lo heroico brindan con unas gotas de cinismo.
Las comparaciones será odiosas, pero a veces ayudan. Es infinitamente mejor que Las Helvéticas o Mû y está a la altura del resto. Evidentemente, lo que no puede es tener el halo mágico de La Balada del Mar Salado (1967), Bajo el signo de capricornio (1970)o Siempre un poco más lejos (1970) por la sencilla razón de que ya no estamos en 1967. Entre los críticos, el aplauso ha sido unánime y hasta Carlos Boyero se ha quitado el sombrero ante los autores en un artículo en el que el veterano periodista no se cita a sí mismo ni diez veces.
Corto ha llegado al corazón de muchas mujeres, tantas como las que han llegado al suyo, pero si hay una una que puede competir con su gran amor -Pandora Groovesmore- es la escritor afincada en Valencia Susana Fortes. La autora de Querido Corto Maltés cuenta que un día sonó el timbre de su casa. Cuando abrió le esperaba una figura a tamaño natural de marinero, un muñeco obra del artista fallero Manolo Martín que llegó a presidir el Salón del Cómic de Angulema “No había nadie más. Ni un mensajero, ni una nota. Nada. Fue un regalo fantástico y misterioso”, cuenta.
Pero la reclación venía de lejos y ella nunca olvidará cómo se conocieron. “Nos presentó mi hermano Carlos, que también navegó por todos los mares y era de la escuela de Corto. Él me regaló el primer álbum La balada del mar salado y enseguida me quedé prendada de aquel tipo, hijo de una gitana de Gibraltar y de un marinero de Cornualles, que antes de cumplir los 16 años cogió una navaja de afeitar y se abrió un tajo profundo en la mano izquierda para marcar en ella la línea de la suerte, porque la que tenía no acababa de gustarle. La vida suele acarrear riesgos. Hace falta tener suerte. Supongo que yo la tuve”.
“Con él empecé a apasionarme por la Historia y la Geografía”, explica, “y aprendí el valor de la amistad, la elegancia del desprendimiento y descubrí la religión de los viajes, que es una de las pocas formas de vida que respeto. Creo que de todas las cosas que hago, viajar es la más irrenunciable. También me enseñó una actitud descreída ante la vida. Corto es un héroe distinto, que no pretende ser justiciero ni dar lecciones a nadie, sino que se enfrenta al mundo con una individualidad vigorosa y burlona, pero que ofrecería su capote sin dudarlo a un hombre acorralado. La ideología, lo que pensamos no es tan importante a fin de cuentas. Es lo que sentimos lo que nos define. En ese sentido puede decirse que los cómics de Hugo Pratt representaron para mí toda una educación sentimental”.
Pero tras Querido Corto Maltés, la relación entre ambos cambió. “Gané el premio Nuevo Narradores de Tusquets. Mi vida dio un vuelco y pagué el precio. Es como cuando saldas una deuda pendiente, te quedas en paz, pero al mismo tiempo echas de menos algo, como si te hubieras desprendido de una parte importante de tu pasado o la hubieras dejado atrás inevitablemente. O sea lo que siempre ocurre en la vida y en los boleros. Me quiso, lo quise y todo eso… Al final publicar una novela es como hacer las maletas”.
Le dará una oportunidad a Bajo el sol de medianoche. La pontevedresa afincada en Valencia lo tiene muy claro: “Todavía no lo he leído pero ya está en casa, en su estante, junto al resto de la colección. Después de tanto tiempo estoy esperando un momento romántico para saborearlo. Como abrir un buen vino. Pero ya te adelanto que el comienzo es de pura cepa. Corto en estado puro. Con su gorra, sus patillas y su tres cuartos de siempre”.