1
El virus desnuda a la sociedad, la desviste para mostrar a quién protege y a quién olvida.
2
En otras épocas la juventud todavía quería parecer vieja. Se recomendaban medios para hacer crecer la barba y las gafas eran símbolo de estatus. Se imitaba la apariencia rígida de los padres y su actitud grave. Desde el movimiento del 68, la juventud es fantástica, tentadora, imaginativa, abismal, monstruosa. La edad avanzada sufre la sospecha de estar paralizada y enfermiza. El tribunal de la vida la sentencia a la reclusión en una "sala de muertos".
3
Descubrir que toda existencia es el prólogo a una muerte segura no interesa ni a los filósofos de las ideas. Está mal visto envejecer y morir.
4
Cuando alguien parece viejo miramos hacia otro lado. Los ingresamos indefinidamente para cuidarlos y protegernos. Miles de contenedores de ancianos, discapacitados y enfermos mentales aseados y alimentados, aparentemente bien atendidos pero descuidados. No es un verdadero hacerse cargo, un yo te sostengo porque tú no puedes, porque quiero acompañarte hasta el final. Ahora también los jóvenes están confinados por su seguridad.
5
Alborea un tiempo de transformación. El viaje al centro de la pandemia nos separa de la vida ordinaria. Los cielos limpios de fuego, los delfines levantando castillos de arena, las habitaciones repletas han creado un estado de irrealidad. Un sueño que es demasiado terrible y demasiado bello. Un beso húmedo entre la guerra y la poesía.
6
El desarrollo de las redes sociales ha creado nuevas posibilidades para globalizar la exaltación. Para contagiar el miedo, la tristeza y la rabia. La potencia creadora del “nexo de ofuscación” traerá una pandemia suplementaria de crueldad y tragedia.
7
Uno sólo se tiene a sí mismo, al pequeño cuerpo que intenta mantener sano por todos los medios. Hoy en día lo biológico, lo orgánico, es la nueva realidad que sustituye a Dios y al mundo. ¿Es la pandemia el derrumbamiento de lo único que tiene consistencia?
8
Los hombres bienintencionados están hartos de la vida peligrosa. Para huir de lo alarmante se buscará la banalización del infortunio y el abrigo de acero de la ultraseguridad.
9
La vida desestabilizada y sin destino ceba los corazones guerreros.
10
Los instantes peligrosos exigen la vuelta del gran ideal. “Las antigüedades explosivas” se oyen por las calles en silencio.
11
Toda generación quiere experimentar alguna vez un cambio de época. ¿La del veinte cree que ha llegado su turno para la gran solución? ¿El "gran rechazo"?
12
Allí donde se desmorona la democracia acechan los peligros de una política romántica capaz de conjurar el fantasma del totalitarismo y la destrucción. Nacerán nuevos deseos, fantasías, sensibilidades y costumbres. Prosperarán las subculturas. La trampa de la diversidad nos traerá los adoradores del sol y los ruiseñores de la patria.
13
Señoras y Señores Presidentes: escuchar extasiados música de Bach o de Manuel de Falla, leer con arrobo "la belleza no es sino el comienzo de lo terrible" de Rilke o cantar embelesados Al vent de Raimon es humano, incluso demasiado humano. Mostrar ternura hacia las personas que tienen en sus gobiernos también lo es. Pero la esfera de la política no debería ser así. En democracia hay que "cortar algunas cabezas". Si es posible, las que en la catástrofe exhiben más ineptitud.
(Este texto es un homenaje a Rüdiger Safranski, autor de Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán)
Rafael Tabarés-Seisdedos, es médico psiquiatra y psicoterapeuta, catedrático de psiquiatría en la Universitat de València, investigador principal en el CIBERSAM-ISCIII e INCLIVA