VALENCIA. Si con Escif pusieron de patas arriba la ciudad, este año la falla Mossén Sorrell-Corona dará el do de pecho internacional de la mano del diseñador e ilustrador Javier Jaén. Aunque ha trabajado para publicaciones tan prestigiosas como The New York Times, The New Yorker o Time, esta supone una de las pocas ocasiones en las que se sitúa del lado de los generadores de contenido. Desde una perspectiva más artística que técnica -esta última la pone el taller de José Lafarga-, Jaén se lanza a la creación y reflexión con 'Patrias de Nailon', un estandarte que enfrenta al espectador con esos muros tejidos con tela. Virgen en esto de la fiesta josefina, ayer pisó el IVAM para presentar un proyecto que aboga por una fraternité en crisis.
-¿Quién te ha metido en este lío?
- Se trata de una concatenación de hechos, como las fichas del dominó cuando empiezan a caer. Yo conocí casi de casualidad a Ibán Ramón, que antes había hecho la falla Corona. A principios de año me llamó y me propuso hacer el monumento. Es una de esas cosas a las que uno no puede decir que no. Dices que sí, te lanzas y que sea lo que Dios quiera. Está siendo un proceso muy interesante para mí porque no tiene nada que ver con el tipo de trabajo que hago. Normalmente me baso en la información de otros, que yo transformo y paso por mi filtro. En este caso no era un trabajo de fuera adentro sino al revés, con un carácter más artístico. Era yo el que tenía que generar el contenido. Era una locura, pero no podía decir que no a un caramelo como este.
- Háblame del origen de ‘Patrias de Nailon’.
- Cuando me proponen hacer la falla, la primera pregunta que me hago, y animo a que todo el mundo lo haga, es: ¿qué me gustaría quemar? La idea de prender banderas tenía mucha potencia, mucho sentido ahora mismo. El proyecto ha ido cambiando en cuanto a la resolución. Inicialmente era una instalación de unos 20 metros con todas las banderas del mundo, pero por problemas de seguridad y tiempo no pudimos llevarlo a cabo. Entonces continué reflexionando sobre la bandera, sobre cómo nos divide cuando el mundo real es mucho menos compartimentado. A mí me cuesta sentirme vinculado a ninguna bandera, ya sea religiosa, política o de un equipo de fútbol.
- Siendo catalán, ¿has tenido presente el proceso independentista?
- No especialmente. Al final, la idea de la bandera la utilizo como excusa para hablar de las fronteras, no sólo como Estado. A veces necesitamos unas etiquetas muy simples para reforzar una identidad e ir en contra de la tuya. Me cuesta entender eso. Está el ejemplo de Catalunya, pero miremos donde miremos en el mundo hay choques: Estados Unidos y México, Israel y Palestina o el norte y sur de Europa. Después de dar muchas vueltas pensé que la única bandera que tiene sentido es la bandera blanca. Finalmente el monumento será una bandera de diez metros de altura, una falla dual en su significado. De día será un alegato a la paz y la fraternidad; por la noche servirá de pantalla donde hacer un video mapping con un pase de todas las banderas del mundo que, al final, arderán.
- ¿Cómo desarrollas el contenido sabiendo que, después, se verá con unos volúmenes distintos a los que te son habituales?
- En ese aspecto no me ha sido tan extraño, mi forma de trabajar tiene que ver más con el mundo de las ideas que el de las formas. Por ser ajeno al mundo de las Fallas no podía desvincularme de la idea de que lo que hiciese era algo que iba a quemar. Quizá, si fuese de aquí, podría pensar en un ninot y que luego se quemara independientemente, pero para mí estaba 100% vinculado. Tenía que hacer algo que luego tuviese sentido quemar.
- De pequeño querías ser periodista, ¿es importante esta faceta en tanto que creador de contenido?
- He estado siempre cerca del mundo del periodismo, durante once años participé en una emisora de radio municipal. No soy periodista, pero los ilustradores de prensa tenemos la responsabilidad de participar con nuestro trabajo sobre temas de la vida pública. Aunque la solución final está cerca, parten de sitios distintos.
-Has optado por una visión más artística y renunciado a elementos como el humor o la sátira, ¿ha sido consciente?
- Con mi trabajo no intento que sea divertido. Si lo es, bienvenido sea, pero no es la intención. En este caso creía que tenía que ser así, hay un juego conceptual. Generar mucho silencio donde hay mucho ruido, por contraste, funciona bien. Formalmente no se parece a otro tipo de trabajo que haya hecho, pero no me preocupa. Si todo va bien, espero seguir teniendo oportunidades como esta, verme en distintas tesituras.
- Diseñador internacional, natural de Barcelona... ¿Qué sabías de las Fallas?
- Conocía poco y tenía una concepción bastante distorsionada. Al llegar aquí vi lo que significa, la cantidad de códigos que emplea y la cohesión social que genera, también los debates… está siendo muy rico conocerlo. Es una sorpresa tras otra.
- Hablas de debate. Las fallas innovadoras generan tantas filias como fobias, ¿preparado?
- Te diría que estoy preparado, pero no es verdad. Estos días he estado leyendo todo lo que ha pasado con el cartel de Ibán Ramón y dices: ‘ay qué miedo’. Sé que es una falla que no va a gustar a todo el mundo y eso está bien.