Antes de final de año, abrirá sus puertas en Riba-roja CeCryon, la primera empresa en Europa en ofrecer servicios de criopreservación. Un negocio impulsado por el sueño de que la ciencia venza a la muerte... ¿o por el miedo a morir?
VALÈNCIA. Era el siglo IX de nuestra época. Un grupo de alquimistas chinos intentaba encontrar el elixir de la eterna juventud, pero en su lugar encontraron la muerte para millones de personas. Mezclaron sin saberlo nitrato de potasio, carbono y azufre: habían inventado la pólvora. Todas las culturas conocidas, a pesar de haber predicado la vida más allá de la muerte, han intentado —por si acaso— asegurarse la vida eterna antes de morir. No solo lo hicieron en China. Los griegos buscaron la ambrosía; es decir, el alimento de los dioses que daba la inmortalidad, y los alquimistas europeos quisieron fabricar la poción de la vida eterna.
Nuestra sociedad no ha sido una excepción y actualmente seguimos buscando alargar la vida, incluso vencer a la muerte. Los métodos para conseguirlo, sin embargo, han cambiado. Palabras como criónica o telomerasa han sustituido a la alquimia y la ambrosía, pero ¿estamos más cerca de conseguirlo?
En los últimos años, los medios de comunicación han dado importancia a la inmortalidad. Para algunos no son más que fantasías, para otros, una realidad inevitable. Algunos profetas de la vida eterna científica incluso se atreven a poner fecha para su llegada: veinticinco años.
El personaje que más ha llamado la atención en la televisión ha sido José Luis Cordeiro, un ingeniero que, a pesar de no ser científico ni trabajar en biomedicina, asegura que en una década habremos curado el cáncer, en dos seremos inmortales y en tres podremos resucitar a los muertos. Antonio Pellín, investigador de fisiología del envejecimiento en la Universitat de València, responde: «Este tipo de afirmaciones son puro sensacionalismo, no me parecen predicciones realistas a día de hoy».
Uno de los términos más importantes al hablar del envejecimiento celular son los telómeros, que son fragmentos de ADN con la función de estabilizar los cromosomas. Los humanos tenemos veintitrés cromosomas y cada uno contiene unos 23.000 genes. Los telómeros se han relacionado con el envejecimiento y el cáncer, pero ¿por qué? Pellín ofrece la respuesta: «Cuando nuestras células se dividen, nuestros cromosomas sufren un desgaste y los telómeros sufren ese daño para proteger nuestro ADN. Con cada división, los telómeros se hacen cada vez más cortos hasta desaparecer y, entonces, la célula muere. Este envejecimiento celular está detrás de muchas enfermedades asociadas a la vejez. Las células cancerígenas, sin embargo, no padecen esta decadencia, ya que sus telómeros no se agotan».
«La ciencia del envejecimiento ha avanzado mucho, pero no se sabe si lograremos alcanzar la eterna juventud algún día»
La telomerasa es una especie de elixir de la eterna juventud para las células, ya que alarga los telómeros después de su división y les permite no envejecer. Esta enzima no está presente en las células humanas adultas, aunque aparece en los tumores y por eso pueden dividirse sin control. Así que aunque esta enzima pueda parecer una solución mágica al envejecimiento, aún se está investigando para entender cómo utilizarla, por ejemplo, sin provocar tumores a los pacientes.
Pellín concluye que «a pesar de que la ciencia del envejecimiento ha avanzado mucho, todas las evidencias científicas muestran que aún no se sabe si lograremos alcanzar la eterna juventud. De conseguirlo, estaríamos hablando de un futuro muy lejano que posiblemente no llegaremos a ver». Entonces, ¿qué pueden hacer todos aquellos para quienes la muerte es inevitable?
Cuenta la leyenda que Walt Disney, cuando estaba enfermo y a punto de morir de cáncer, tomó una decisión: ser congelado para ser revivido y curado en el futuro. Ahora bien, la leyenda es falsa: el famoso productor fue incinerado y sus cenizas reposan en el cementerio de Forest Lawn Memorial Park, en la ciudad de Los Ángeles. No obstante, aunque Disney no está congelado, lo cierto es que alrededor de 250 personas sí que lo están, y otras 1.500 esperan su turno. Pagarán entre 25.000 y 200. 000 euros cada una por hacerlo, en lo que se ha convertido en un negocio para una serie de empresas que cobran elevadas sumas de dinero por congelar cadáveres bajo la creencia de que, en un futuro, podrían ser reanimados, curados y, posiblemente, obtener la eterna juventud. Al proceso de congelar humanos con este fin se le conoce como criónica.
CeCryon, ubicada en Riba-roja del Túria, es la primera empresa de Europa que ofrecerá estos servicios a finales de 2018. Albert Estrada, su director científico, explica que en CeCryon llevan a cabo «un proceso que se llama vitrificación, y se distingue de la congelación porque, en esta, las moléculas de agua forman cristales de hielo, mientras que en la vitrificación no se producen. Evitar la formación de hielo es esencial, dado que este se expande destruyendo la estructura celular». En caso de fallecimiento, CeCryon afirma que administrará crioprotectores para proteger los tejidos y comenzar así el proceso de vitrificación.
En cuanto a las garantías de que esto pueda funcionar, Estrada es claro: «Nosotros no ofrecemos la vida eterna. No ofrecemos la resurrección. Ofrecemos la aplicación de lo que entendemos que son las mejores tecnologías de criopreservación existentes. Si la pregunta es la probabilidad de que un ser humano criopreservado se recupere tras su recalentamiento, la respuesta es compleja. Si se realizase mañana, en nuestra opinión, la probabilidad es de cero. La tecnología que permitirá un recalentamiento eficiente aún se está desarrollando».
«La recuperación de pacientes criopreservados es teóricamente posible; los embriones humanos se recuperan»
No obstante, Estrada se muestra optimista y asegura que «la recuperación de pacientes criopreservados es teóricamente posible. Se ha probado que la memoria de pequeños gusanos se conserva tras su criopreservación y recuperación. Existen anfibios en la naturaleza que, de forma natural, resisten la congelación a temperaturas bajo cero. Los embriones humanos criopreservados se recuperan y reimplantan con éxito, incluso tras periodos de espera de un cuarto de siglo».
A pesar del optimismo de algunas empresas dedicadas a la criónica, hay una fuerte controversia científica con los especialistas en criogénesis, la rama que estudia las aplicaciones del frío extremo, por ejemplo, en los seres vivos. Uno de los argumentos más usados por los seguidores de la criónica es que los científicos han logrado congelar y descongelar embriones. No obstante, David Sánchez, investigador de la Universitat Politècnica de València (UPV) que estudia las alteraciones producidas por la criopreservación de embriones, explica la gran diferencia entre ambas cosas: «Los embriones animales con los que trabajamos también se criopreservan por vitrificación. Después, para descongelarlos, quitamos los crioprotectores y los sustituimos por agua. Así el embrión vuelve a su estado inicial».
Entonces, ¿por qué no podemos congelar y descongelar humanos actualmente? Sánchez apunta que «cuanto más pequeño es el organismo, menos células tiene. En animales más grandes y con más células, hay más posibilidades de daño celular porque los crioprotectores no pueden actuar bien. En un embrión, el crioprotector se aplica pocos segundos antes de criopreservarlo. Pero en un humano, el tiempo que necesitas para que actúe es demasiado pues los crioprotectores son tóxicos. Así que, si los pones poco tiempo, dañas las células al enfriarlas y, si los pones demasiado, las envenenas».
Por otra parte, añade, «las células de un embrión simple son casi iguales, pero un organismo más avanzado, incluso un embrión de unas pocas semanas, tiene muchos tipos celulares diferentes, y los procesos de criopreservación no valen para todos igual. Podrías estar conservando bien el hígado pero matando el cerebro». Entonces, ¿es posible hoy en día congelar un organismo adulto? Sánchez no duda al afirmar que «a día de hoy, es imposible criopreservar un organismo de más de unas cuantas células sin producir un daño celular irreversible».
Actualmente no existen técnicas que permitan conservar un humano sin dañarlo pero, además, estaríamos hablando de un cadáver, así que dejaríamos en manos de los científicos del futuro desarrollar técnicas que permitieran revivir a los muertos. Sánchez añade una última reflexión: «Imaginemos que en un futuro podemos resucitar a los muertos después de congelarlos. Antes tendrían que hacerse muchos experimentos con animales para ver cómo descongelarlos y afinar las técnicas. Así que ahora no se sabe qué método utilizar. Se están congelando muertos, pero la cuestión es que si no está puesto a punto el método de congelación, aunque en un futuro se pudiera hacer, habríamos congelado mal a estas personas. Los daños celulares y las técnicas usadas harían prácticamente imposible resucitarlas».
No obstante, los partidarios de la criónica piensan que aún merece la pena intentarlo. Albert Estrada insiste en que «resulta imposible predecir, a priori, las posibilidades de recuperación que tiene una persona criopreservada. Con todo, son infinitamente mayores que las de las personas que son incineradas o enterradas».
Actualmente no se sabe si la criónica podrá conseguir su objetivo. Pero ¿y si lo consiguiera? A pesar de que la tecnología permite hacer muchas cosas, eso no significa que esté bien hacerlas. Francesca Minerva, investigadora del Departamento de Filosofía y Ciencias Morales de la Universidad de Ghent (Bélgica) y autora del libro La ética de la criónica, explica que «es importante analizar cómo regular la criónica y las implicaciones morales de su uso a fin de evitar que esta tecnología, como todas, se use indebidamente».
En enero de 2015, una niña falleció en Tailandia, cerca de Bangkok. Sus padres decidieron criogenizar su cerebro bajo la creencia de que podría ser devuelta a la vida en unos veinte años más o menos presumiblemente, en un cuerpo clonado. Matherym Naovaratpong, que así se llamaba, tenía un tumor cerebral que acabó con su vida justo antes de cumplir los tres años. La empresa americana de criónica Alcor fue la responsable de conservar su cerebro, por lo cual cobró unos 70.000 euros.
Este tipo de casos obliga a cuestionarse si es ético que este tipo de empresas puedan ofrecer sus servicios a familias que, bajo un dolor terrible, vean en la criónica una oportunidad real de salvar a un ser querido. Minerva contesta que «la gente debería saber que la criónica no es una tecnología que funcione todavía, es más, puede que nunca funcione». Además, añade que «por lo general, la persona que decide ser criopreservada paga una cuota de seguro cada mes y la discusión ocurre mucho antes de que alguien muera. Pero sí que creo importante que se requiera un contrato para proceder pues, de esta manera, uno no anula la voluntad de la persona fallecida».
«A día de hoy, es imposible criopreservar un organismo de más de unas cuantas células sin producir un daño celular irreversible»
Otra de las críticas más comunes a la criónica es que, en realidad, se trataría de una religión más, donde una serie de personas ponen su fe en la vida después de la muerte, y unas empresas cobran altas sumas de dinero por mantener esa creencia. Ante esto, Minerva responde: «La criónica es radicalmente diferente de las creencias religiosas en el Más Allá. Las primeras asumen la existencia de un dios que decide quién puede vivir o sufrir por toda la eternidad. El tipo de inmortalidad, o extensión de la vida, que la criónica pretende lograr es completamente una cuestión de elección».
Sobre esta elección, queda una pregunta muy importante: ¿Pueden las empresas de criónica asegurar servicios a tan largo plazo? En España, la vida media de una empresa es de doce años. En caso de quiebra, CeCryon confía en la futura creación de una red de solidaridad entre empresas criónicas para hacerse cargo de los cuerpos, pero esto nos lleva al caso de la Cryonics Society of California. En 1979, una década después de que esta empresa empezara a funcionar y tras dificultades económicas, se encontraron en un cementerio los cuerpos enterrados de algunos clientes que habían pagado por ser criogenizados y esperaban ser reanimados en un futuro. Su dinero, por lo visto, no fue una buena inversión a largo plazo.
La criónica es una extensión del sueño humano de prevalecer tras su propia muerte, un intento más de todos los que acumula la humanidad. En este caso, una vez más, habrá que esperar para ver quién tiene la razón. Al fin y al cabo la muerte y la inmortalidad siempre han sido una cuestión de tiempo.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 48 de la revista Plaza