Octavio Guerra ha filmado un retrato del crítico de cine, en el que deforma su vida en los festivales para denunciar una industria cinematográfica que solo se mueve por el dinero
“¿Viste una mala película? Eso te pasa por ver cine” (Óscar Peyrou)
VALÈNCIA. Óscar Peyrou es crítico de cine. Él es argentino y en 1976, con el último levantamiento militar en Argentina, se tuvo que venir a España. Tardó tres días en encontrar trabajo en EFE, donde desarrolló una importante carrera, y actualmente es Presidente de la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica, Delegado de la Federation Internationale de la Presse Cinematographique (FIPRESCI) en Madrid y Delegado en España de la Federation of film critics of Europe and the Maditerranean (FEDEORA). Ha publicado libros de relatos y ha colaborado con diferentes publicaciones de España, Estados Unidos y Argentina.
Peyrou también es crítico con el cine. Y por eso está desencantado con él, y ha hecho suyo un lema: “si no va a ser posible hacer la revolución, al menos vamos a joderles un poco”. La mejor manera de desafiar el sistema lo ha encontrado en su pasión, que es el cine, y la inspiración en Borges, con el que creció y del que ha decidido adaptar aquello de hablar de libros que no había leído. Así empezó a escribir una crítica mensual en la revista cultural valenciana Canibaal sin ver la película de la que hablaba, solo basándose en su cartel y en sus colores, sus luces o sus formas. Para sorpresa de muchos, no distaban mucho de las notas de algunos grandes críticos del país.
Y aunque parezca una anécdota, en realidad se trata de todo un acto político que ha puesto en escena el director Octavio Guerra en el documental ficcionado En busca del Óscar, que tendrá su estreno nacional en salas en los cines Lys de València a partir de este viernes. La producción lleva gestándose desde el 2015 y ha contado con la realización y producción de un equipo 100% valenciano y el apoyo del Institut Valencià de Cultura y À Punt. Además, ya ha podido pasar por la Semana de la Crítica de Berlín y el Festival Internacional de Cine de Gijón, entre otros.
"Los festivales de cine se toman como un producto turístico en el que la cultura no importa a la organización lo más mínimo"
El film intenta radicalizar de manera irónica esa manera de entender el cine de Peyrou poniéndole en diferentes situaciones que suceden mientras viaja de festival en festival sin pisar una sala de cine. “La primera capa de la película habla de la excentricidad de Óscar, de la crítica a la crítica y al cine, pero el documental quiere decir mucho más, que la industria solo se mueve por el dinero, que vivimos en tiempos en los que reina la superficialidad”, cuenta su director a Culturplaza. Peyrou abandona toda su profesión para crear un personaje desencantado, que combate con su pasividad la tiranía de la economización: “ahora hay mucho del cine que no me interesa en absoluto porque solo se hace con la intención de ganar dinero. Los propios festivales de cine se toman como un producto turístico en el que el disfrute de las películas y la cultura no importa a la organización lo más mínimo”, cuenta el crítico.
Festival a festival, la caricatura de Peyrou se siente desubicada, viviendo en un mundo en el que no sabe si estar o no estar, reflejo del revolucionario urbanita de izquierdas que no quiere participar en el sistema pero no tiene mucha más opción de acabar rodeado de aquello que se supone que rechaza.
En este sentido, cabe preguntar que si la película enseña las sombras, dónde están las luces: “La luz está en València, sin duda”, responde Peyrou. ¿Y en el cine? “En el cine está en los circuitos independientes, la mejor película que yo he visto jamás fue una rusa que vi en el festival de Ginebra y de la que no tengo ni idea ni del autor ni del título, por lo que no volveré a verla. Así entiendo el cine, como una reflexión sobre el contenido”, explica.
De paso, después de varias preguntas enfocadas a ese sentido, acaba hablando de la crítica: “Yo no tengo ningún problema con la crítica, es como si fuera médico y criticara una medida hospitalaria. Creo que el problema está en que muchos críticos se dejan llevar por una industria movida por el dinero y que no hay un análisis real de la película. Pero leo a muchos teóricos del cine, gente que trata de entender la película desde la perspectiva psicoanalítica, por ejemplo”, cuenta. “La película se ríe de un tipo de crítica y eso nos ha llevado más problemas que oportunidades, porque parece que la profesión no quiere ser muy autocrítica”, añade Octavio Guerra.
La excentricidad de Óscar Peyrou, magnificada en el documental, no deja de ser real, producto de vivir un mundo que le gusta (“A diferencia de mis compatriotas, a mí me encanta haberme exiliado”) pero que no quiere así como es. Este rechazo anímico es recogido por las cámaras dirigidas por Octavio Guerra, y aunque el tema se ha podido tratar desde decenas de ámbitos a lo largo de la historia del cine, pocas veces se había utilizado para poner en entredicho a la propia industria y la crítica.