VALÈNCIA. Hubo una vez en la que un estudio de arquitectura llegó a albergar 200 empleados en València. Lo hizo entre huertas, en el Puig, llegando como un platillo volante que ameriza en mitad del océano sin que nadie sepa de dónde viene. Venían de la calle Colón, aunque en origen de un poco más lejos: de Asturias. Desde entonces moldearon a la València de los sesenta y setenta a su antojo, aunque mucho menos de lo que pretendían. Su legado se extiende por toda la ciudad, aunque su rastro -entre la discreción y la decadencia- ha quedado empañado.
Verdaderamente merecerían una serie documental porque su impacto va más allá de sus edificios: transformaron la manera de organizar un staff, la manera de promocionarse y la manera -industrializada- de abordar los proyectos. Con un poco de ayuda divina de por medio, viajaron al futuro sin que el futuro se haya puesto todavía a su altura.
Son GO.DB, las claves bajo las que resguardaban García-Ordoñez y Dexeus Beatty. El primero, asturiano nacido en el concejo de Salas, llegó a València apenas unas semanas antes de que la riada del 57 transformara la ciudad, convertido en urbanista jefe de la Oficina Técnica para la Ordenación. En consonancia, acompañó esa transformación: el Guadalaviar, el complejo la Luz, Nuevo Centro, Lanas Aragón, las viviendas sociales del Cabanyal… A ellos dos se les irían adhiriendo tres socios: Bellot, Herrero y Pérez Marzá.
Su propia estructura fue una de las principales revoluciones, con una disposición a la que la ciudad (y buena parte de la arquitectura española) estaba poco acostumbrada. Cada socio se hacía cargo de un proyecto en base a sus habilidades y personalizaba su equipo. El paso de García-Ordóñez por Estados Unidos -con viajes como el de la Housing Home Finance Agency- consolidaron la influencia del modelo norteamericano en su gestión… y en su arquitectura.
Fueron pioneros en implantar dentro de sus áreas de trabajo el departamento de marketing que trataba cada trabajo como una pieza comunicativa. Como recuerdan Cortina Maruenda y Selva Royo en su trabajo sobre la compañía, prepararon exposiciones públicas en la feria de muestras, creaban fichas promocionales o, en el más difícil todavía, generaban ‘proyectos envase’ que eran clave para su estrategia y que buscaban colocar a los clientes más apropiados para poder materializarlos. Las decisiones más importantes las tomaba el Consejo de Asociados, presidido por García-Ordóñez.
Esa llegada a El Puig es clave. Por cómo elevó las expectativas de GO.DB pero también por su huella en el entorno. Hay que imaginar en 1973 una nueva sede entre naranjos. Cerca de 1.000 m2 distribuidos entre pabellones engarzados y una plaza central que hacía las funciones de interconector. Casi una fortaleza que constaba con una nave de hasta 3.000 m2 a modo de laboratorio en la que se trabajaba con prefabricados. Allí, los 200 empleados, pusieron en marcha una frenética actividad decidida a modificar la piel de València a partir de sus planteamientos arquitectónicos, guiados por el movimiento moderno.
García-Ordóñez, al poco de su llegada a la ciudad, había levantado el colegio Guadalaviar (los vínculos con el Opus Dei catalizaron su elección), toda un prodigio para la València del 58, con un edificio que recordaba a Mies van der Rohe y todavía hoy una de las construcciones más destacadas. Desde entonces, y una vez articulada su firma de arquitectura, llegaría una retahíla infinita de consecuciones: las viviendas de la riada del Cabanyal, el Nuevo Centro, el polígono Vara de Quart, Lanas Aragón, Les Gavines en el Saler, los edificios en Álvaro de Bazán (como el de la Luz)…
El tratamiento de las viviendas, siguiendo el proceso de ensamblaje de los automóviles, fue una de las principales obsesiones de la compañía. Una fijación que -como insisten Cortina y Selva- no tenían tanto que ver con una necesidad de los clientes, sino con una línea de investigación con la que GO.DB buscaba ensanchar sus diferencias, aplicando los métodos industriales a la arquitectura. Unos procedimientos que si a España llegaron más tarde por causa de la Guerra Civil, en València se retrasaron prácticamente hasta la entrada del equipo de García-Ordóñez y Dexeus.
Entre las viviendas prototipadas más ambiciosas de las que plantearon están las ocho en Campanar o las viviendas sociales del Cabanyal, construidas prefabricada y modularmente. Todas ellas tuvieron menos recorrido del que esperaban. Con la construcción, en la calle Colón, de Lanas Aragón-Rumasa y la aparición como una mole del Nuevo Centro (al comenzar la década de los ochenta), GO.DB fue apagándose. El empeño en ser los propios promotores de algunos de sus proyectos, guiados por el deseo de que pudieran llevarse a cabo, se vio lastrado por las acometidas de la crisis económica. Nuevo Centro sería su epílogo. Cerraron en 1982. Su envergadura difícilmente podía alimentarse ya con la energía de su propio entorno. Demasiado grandes para sobrevivir.
La evolución del sector local en las siguientes décadas confirmó su excepcionalidad. Un mundo que hoy cuesta imaginar. Con menos nombre que otras autorías -puede que por su complejidad- GO.DB es un articulador clave de un momento en el que València fue madurando como ciudad moderna.