VALÈNCIA. La gestión del agua es una necesidad desde tiempo inmemorial en nuestro territorio: desde algo tan doméstico como el “Sinaí”, ese invento que muchos conocerán, patentado en 1927 por el químico valenciano Conrado Granell que nace en Sueca en 1877 y fallece en València en 1964. No solo tenía una función de filtro de agua, sino que también se valoraba como objeto decorativo pues estaba elaborado en cerámica ornamentada y sus dimensiones lo convertían en un mueble más de la vivienda. Se vendió enormemente en nuestro entorno entre las décadas de los años veinte y los años cuarenta. La “exclusiva” para su fabricación en España la ostentaba el ceramista de Manises Vicente Montaner. El caso es que en muchas de las casas que visito, principalmente si se encuentran en pueblos del área metropolitana me encuentro un Sinaí ocupando uno de los rincones de la casa. Como anécdota recuerdo que, en una vivienda, la persona fallecida, lo utilizó durante años para “esconder” en su interior un pequeño tesorillo de joyas y monedas de oro, lo que supuso una agradable sorpresa para sus herederos, que desconocían tal circunstancia.
El patrimonio español, generado a través de los siglos, en torno a la utilización y almacenamiento del agua es enorme y debió serlo mucho más. Hoy como obra más más emblemática sea el acueducto de Segovia de principios del siglo II. Los historiadores todavía no se han puesto de acuerdo en cuanto a si es una construcción que se debe al final del gobierno de Trajano o al comienzo del de Adriano. Un ejemplo magistral de ingeniería, declarado Patrimonio de la Humanidad, de cuya grandeza no tenemos constancia hasta que no nos hallamos bajo sus arcos. Paradigma de monumento respecto del que las pantallas no obran con justicia respecto a la asombrosa realidad. El de Segovia es primo hermano, por su monumentalidad, del que se halla en Mérida, y que fue bautizado popularmente como el acueducto “de los milagros” cuyo nombre vendría por la creencia de que permanece en pie por intercesión divina. Respecto al mismo, últimamente se ha desatado cierta polémica en torno a la datación, puesto que un último estudio lo situaría en el periodo visigodo y no romano. Dicho esto, uno de los acueductos más impresionantes, por su longitud, de los que tenemos constancia, no hay que buscarlo demasiado lejos, y lo encontraremos en la comarca de los Serranos, pues se trata del acueducto romano de Chelva, conocido como el de Peña Cortada. Por los restos hallados, su longitud es, al menos, de 28 quilómetros, desde su nacimiento en el azud de Tuejar, pero en recientes investigaciones han salido a la luz nuevos tramos y túneles, abriéndose las posibilidades sobre su destino final y aumentado el misterio que lo rodea. Descartado que suministrara agua a Sagunto pues esta ciudad disponía su sistema propio, se piensa que quizás llegaba a Llíria o incluso a la misma Valentia, según un estudio reciente de la Universidad Politécnica de Valencia, y que, por tanto, su magnitud sería mucho mayor, y próxima al centenar de quilómetros.
Otro hito hidráulico de nuestras tierras es el embalse de Tibi en la provincia de Alicante. Su presa fue la más importante de Europa en el S XVI. El historiador valenciano Gaspar Escolano, en 1610 ya nos habla de una construcción de origen romano para conducir el agua de riego hacia la Vega Baja y otros textos del siglo XVII hablan de esta conducción citando ya “el pantano”. En estas tierras del sur, ya desde tiempo inmemorial existió la necesidad de embalsar y conducir el agua, por la escasez de la misma. El pantano de Tibi fue, en su tiempo, único en la historia hidráulica española, puesto que el arco de contención de las aguas, con una altura de 41 metros reinó durante dos siglos por ser el más alto de Europa, desde que, a finales del siglo XVI, concretamente en 1579, se promoviera su construcción por el Consell General de la Ciudad de Alicante y Felipe II autorizara a esta ciudad la financiación. La magnitud de la obra además de su coste económico la confirman datos como que la revisión de la presa la llevó a cabo nada menos que el arquitecto real Juan de Herrera, a comienzos del año siguiente. En la actualidad todavía sigue en funcionamiento, aunque su capacidad se ha reducido notablemente debido a los depósitos acumulados desde su construcción.
Acabaré con una obra que no todo el mundo conoce, aunque quizás hayan escuchado hablar de ella. Por si no lo sabían, en España tenemos un templo egipcio. Evidentemente, no se trata de una construcción originaria de la península ibérica puesto que por muy extenso que fuera aquel imperio, no llegó a establecerse en nuestro territorio. El templo fue levantado hace aproximadamente 2.200 años y se conoce como Templo de Debod. Pero, ¿Qué tiene que ver con nuestro tema de hoy?, bueno, en realidad lo hace de forma indirecta, puesto que, el hecho de que se halle entre nosotros trae causa en la construcción de una de las presas más grandes del mundo: la presa de Asuán, y “nuestro” templo fue un regalo que el estado egipcio hizo en 1968 a España como una de las cuatro naciones que ayudaron a aquel país a salvar los templos de Nubia y Abu Simbel de su desaparición tras la construcción de la citada megaconstrución. Como agradecimiento, Egipto, de los veinticuatro monumentos que debió trasladar durante la construcción, regaló cuatro templos a Estados Unidos, Italia, Holanda y España. El templo de Debod fue trasladado piedra a piedra desde su emplazamiento original a una colina situada junto al Palacio Real y a la Plaza de España, en Madrid. Los atardeceres desde aquel emplazamiento son para recordar.