Daniel Torres, Pepe Moreno y Vicente Segrelles firmaron páginas para esta mítica publicación y su madre, Metal Hurlant
VALÈNCIA. Era 1974. La época dorada del cómic americano de superhéroes. Las tiendas de historietas parecían ser una apuesta segura y el coleccionismo ya era todo un fénomeno bien desarrollado. No se sabía aún, pero había llegado la globalización. Pero de manera paralela, muchos dibujantes se habían cansado de hacer las mismas historias. Una especie de chico-conoce-a-chica que en el cómic era superhéroe-salvando-a-gente-está-en-apuros. En este contexto, y a pesar de las cotas de excelencia que vivía el género en aquella época, nació en Francia una revista que quería ser la contestación al anhelo de muchos por contar y leer historias para adultos.
Metal Hurlant fue aquella respuesta. Un cómic eminentemente europeo que estaba compuesto por historias de ciencia ficción y eróticas a cargo de dibujantes de una nueva escuela, liderada por la influencia del esencialismo de Moebius (máximo exponente de esta revista) y Philippe Druillet. Fue un fenómeno en todo el mundo, y pronto encontraría una traslación natural en países como EEUU o España. De hecho, Heavy Metal, la americana, ha conseguido tener una vida mucho más prolongada que la original.
El motivo de este éxito al otro lado del charco fue que la revista supuso una verdadera revolución, en un contexto editorial en el que nada que no tuviera que ver con el mundo de superhéroes funcionaba en las tiendas de cómics. El género había copado todo el formato. Heavy Metal apostó por llevar a cabo un producto muy europeo, con historietas importadas del Metal Hurlant original y otros dibujantes del continente, además de contar con una plantilla local muy influenciada por la escuela de Moebius. Hasta el papel, que acostumbraba a ser de fumar y con una impresión de mala calidad, era diferente en Heavy Metal, que optó por poner entre manos una revista con una calidad de impresión cercana al poster.
Vicente Segrelles colaboraría en la revista de una manera muy puntual, y sería uno de aquellos autores de los que la revista se quería hacer eco. Publicarían de él una portada en 1981 y varios álbumes de su personaje más mítico, El Mercenario, que se convertiría más tarde en su referencia más internacional, publicándose en 14 países. El autor no consigue dar muchos más datos, porque -según cuenta a este diario- lo llevó todo su agente. Por tanto, su implicación en la revista no fue tanto de recibir como de entregar. El sobrino de José Segrelles desarrollaría una extensa carrera de éxito y se convertiría en uno de los nombres esenciales del cómic español de aquella época.
Daniel Torres también participaría en Heavy Metal, aunque su carrera estaría más ligada e influenciada por las revistas puramente europeas, dirigiendo su mirada, entre otras muchas revistas, hacia Metal Hurlant o A Suivre. Su aportación en la revista americana fue “a modo de homenaje” al material europeo y de una manera “anecdótica”, pero sí que pone el acento en el modelo editorial de la revista de cómic, a la que incluso está dedicando el que será su próximo trabajo, El futuro que no fue, una historia que busca recuperar un formato que en España siguieron Vibora o Cairo y que pasó de ser la manera de darle salida comercial a las historietas a desaparecer por completo actualmente: “las revistas de cómic están muertas y no las echo de menos de manera nostálgica, sino como símbolo de una época en la que el mercado era diferente”, comenta.
Por último, Pepe Moreno se trasladó joven a EEUU y empezó en la revista, que ya llevaba unos años, como redactor, siendo por tanto una persona muy envuelta en el proyecto. Cuando Metal Hurlant y Heavy Metal estaban naciendo, él ya estaba participando en proyectos nacionales, como SOS o Star. Su mudanza translatlántica en 1974 supuso también una mestizaje en su estilo, muy influenciado por las revistas de la editorial Warren, como sería Vampyrella, y seguiría la línea de desafección por el cómic tradicional que tan bien representaría Robert Crump. “A mí me ofendían las historias de superhéroes, que eran todas igual, me parecían entonces (y me siguen pareciendo ahora) una absoluta mediocridad”, explica. Así que el objetivo era “crear historias que le hablaran al lector de una manera más directa sin renunciar a la fantasía”. Él fue parte de aquella Generación 0 de dibujantes norteamericanos, y luego acabaría desarrollando todo un fénomeno editorial como sería Digno ital Justice, el primer cómic creado por un ordenador. Parte de su éxito se debe a que en EEUU se empezaron a interesar mucho por la manera latina de entender el cómic, muy gótica y auténtica, toda una contestación cultural al star system de superhéroes de entonces: “Plasmamos una manera inédita de contar las cosas, que imprimía a todos los elementos de las historias. El resultado más claro es Blade Runner, una traslación de ese universo que creamos en Heavy Metal”. Preguntado por cuál cree que ha sido la influencia de València en su obra, afirma de manera casi categórica que las fallas han marcado un parte importante de su impulso creativo. “El monumento fallero es una historia en la que cada ninot es una especie de tira cómica independiente. Es un cómic en 3D, y yo lo veo muy claro en mi obra, al igual que la luz de Sorolla”, explica.
De aquella época queda el recuerdo, ahora digitalizado y abierto a la consulta y a la curiosidad. “El negocio de las revistas está muerto, aunque el cómic como arte está realmente vivo”, cuenta Moreno. Con los años, la vanguardia valenciana, que no llegó a ser una escena, sino unos cuantos nombres a tener en cuenta, perdió su influencia como todos los historietistas europeos. Aquella tendencia latina es ahora japonesa. Heavy Metal sigue, ahora sin aportación valenciana, pero como en tantos otros casos, siempre queda la fácil satisfacción del recuerdo y la nostalgia.