VALÈNCIA (EFE/Carlos Rosique). Aunque en Alfafar ya se puede transitar con relativa normalidad, la tragedia todavía no se ha terminado y, limpiadas las calles, ahora toca la guerra 'cultural' contra el barro, como la batalla a destajo que se desarrolla en l’Alqueria del Pi, una construcción de más de trescientos años de historia en la que ahora trabaja más de medio centenar de voluntarios para eliminar cualquier atisbo de lodo.
Mientras un par de trabajadores se afanan en retirar los muebles inservibles del centro de salud del municipio valenciano, justo enfrente estos voluntarios vestidos con EPI, mascarillas y botas de agua no paran de sacar cubos llenos de barro de esta tradicional construcción valenciana, que en este caso data del siglo XVII y que ha quedado totalmente inundada.
Ni siquiera se distingue el suelo de una planta baja en la que José coordina las tareas de limpieza. Aunque ha empezado a primera hora de este sábado, estas labores no tienen hora de finalización, explica a EFE José, que recalca que aunque hayan pasado once días, hay “muchos lugares que siguen como el primer día, porque lo principal hasta ahora habían sido las casas”.
“Somos unos cincuenta voluntarios que hemos venido desde la Ciutat de les Arts i les Ciencies”, comenta el coordinador, que reivindica que “ahora sí que se nota” la ayuda de los militares y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, mientras la cadena humana sigue sacando lodo.
Con todos los muebles en las puertas de las viviendas y a la espera de que los camiones carguen los objetos materiales, ahora es tiempo para limpiar la Casa Cultural del municipio, la biblioteca y también l'Alqueria del Pi.
En este 'partido cultural', por el momento el barro lleva la delantera, pues se ha llevado por delante varias sillas de enea e incluso una rueda de madera de grandes dimensiones que se encontraba en el corral de la alquería, aunque los voluntarios se afanan en cambiar el resultado.
Cubos y cubos y más cubos llenos de barro. “Id pasando cubos vacíos”, “No los carguéis, que si no no se pueden cargar”. “¿Pero quedan palas?”, “Vamos equipo, vamos, va”, se escucha al fondo mientras Jose comenta el estado de un municipio en el que ya se distingue el asfalto, aunque todavía queda mucho para volver a la normalidad, sobre todo en esta alquería.
Estas construcciones, junto a las tradicionales barracas del lago de la Albufera, son propias de la comarca valenciana de l’Horta, una de las más azotadas por la devastación surgida hace ahora once días y que sigue sin dejar volver a una normalidad anhelada por los vecinos de municipios como Alfafar, Sedaví y Benetússer, en el cinturón metropolitano de Valencia.
Aunque en su día se construyó a la orilla de la huerta, esta alquería se encuentra totalmente integrada en el núcleo urbano del municipio. Frente a ella y el centro de salud pasa un camión de la Xunta de Galicia, luego otro de Extremadura, que siguen recogiendo enseres, mientras del centro de salud se saca incluso un microondas que ha quedado totalmente inservible, lleno como está de barro.
El lodo parece haberse llevado la vida de este municipio, pegado a Benetússer y Sedaví, en el que el comentario político se vuelve una constante, aunque la solidaridad llegada incluso de otros puntos de España mantiene la esperanza de una localidad todavía sin tren, incomunicada y en la que los coches yacen apilados y se cuentan por cientos en los descampados.