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"ni hemos sido diferentes ni seremos diferentes al resto de coliseos operísticos del mundo"

Cultura asegura que no se hará ningún concurso para contratar a los divos de la ópera

8/12/2017 - 

VALÈNCIA. La dimisión de Davide Livermore agota su efecto ensordecedor sobre el estreno de la temporada al Palau de Les Arts. Al Don Carlo dirigido por Ramón Tebar e interpretado por Plácido Domingo y Andrea Carè solo le quedan por vender el 5% de las entradas (9, 12, 15, 18 y 21 diciembre 2017) que la normativa exige que salgan a taquilla en cada jornada de representación. La obra de Verdi con la producción de la Deutsche Oper de Berlín abre la temporada de un coliseo en el que los valencianos han invertido cientos de millones de euros entre recinto y programación. Y, sin embargo, 12 años después de su inauguración, el Gobierno del Botánico trata de sincronizar dos realidades que hasta la fecha han sido distantes: el mund(ill)o de la ópera, sus divinidades, la exigente presión de su circuito internacional que parece justificar su grandilocuente factura, su excelencia –a menudo malentendida con un sentido elitista– y la realidad económica de la Generalitat.

Livermore aseguró que su salida se veía motivada por una causa multifactorial, pero lo cierto es que son dos conflictos económicos los que marcan el final de la etapa del turinés en València. El primero y principal, la incompatibilidad de su contrato como alto cargo de la Generalitat y su carrera como director de escena más allá de Les Arts. Si era el "súperintendente" del Palau de Les Arts, no podía seguir trabajando para otras producciones por el mundo. Él ha escogido: "soy un artista, un un funcionaro", pero la Generalitat de manera velada (y ahora evidente) le invitó a que se conformara con los 135.000 euros brutos de su salario.. El segundo conflicto económico era operativo y no de título individual: la nueva realidad administrativa de Les Arts que, a partir de la inminente aprobación de sus nuevos estatutos, vería muy afectada la agilidad en la contratación temporal de artistas y técnicos necesarios para mantener su actividad. Según Livermore, que para la contratación de divos como Plácido Domingo o Gregory Kunde (citó) habría que hacer un concurso público.

La idea ha sido desmentida por la Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte en dos ocasiones. Durante la ágil rueda de prensa del secretario autonómico de Cultura, Albert Girona, tres horas después de la dimisión escenificada y este jueves en respuesta a este diario. En el primer caso, desmintiendo que esto haya sucedido hasta la fecha actual. En el segundo, despejando esa incógnita a futuro: "En la propuesta de nuevos estatutos no se contempla esto que dijo el "exintendente" y él lo sabe". Esta respuesta es importante porque buena parte de las reacciones en el ámbito operístico se han fijado en esa idea expresada por Livermore. Domingo o Fabio Biondi, sin ir más lejos, se han parado en las palabras de Livermore y han mostrado su estupor ante el esperpento de los concursos para seleccionar repartos. Sin embargo, la Conselleria lo desmiente a todos los niveles, con el texto ya escrito de esos estatutos en la mano y vistos para sentencia.

La gestión económica y administrativa de la ópera valenciana no será distinta a otras, según la Generalitat

Fotos: KIKE TABERNER

Desde la Conselleria quieren apartar sin reservas la idea de un coliseo a distinto ritmo o con menos posibilidades en el mercado. En lo administrativo, con respecto a la gran mayoría de espacios operísticos europeos, el mensaje y el compromiso es claro: "ni hemos sido diferentes ni seremos diferentes al resto de coliseos operísticos del mundo". Y, ¿entonces, qué pasa? 

Ninguna de las partes (Generalitat y trabajadores de todos los niveles en Les Arts) evita recordar que la rueda de prensa de Livermore el martes tuvo "una componente dramática y escenográfica totalmente innecesaria". El ahora exintendente apuntó de manera clara al desmantelamiento de la ópera valenciana. Es más, aseguró textualmente que él no participaría de su cierre "consciente o inconsciente". La amenaza tiene que ver con el cambio de estatutos y la equiparación a las formas legales del resto de la Administración autonómica. Girona lo resolvió con tres sentencias que definen el futuro inmediato: "nadie por encima de la legalidad", "más representatividad de la sociedad civil" en su gobierno y "queremos que Les Arts sea más que ópera" en el coliseo.

La reorganización de mando en Les Arts se define en esos estatutos a partir de unas líneas básicas que rompen con la formulación de su gobierno en un tiempo político y social lejano. Estas son algunas de las ideas clave:

  •  Desaparecen la figura del "súperintendente" y del administrador económico, aunque con distintas soluciones: habrá un director artístico, cuyo puesto saldrá a concurso, y un director general, responsable del espacio en sí y su gestión, escogido por la Generalitat. Las fuentes internas dan por hecho que esa silla sería ocupada por el propio Francisco Potenciano, actual responsable económico-administrativo del centro.
  • La Conselleria creará el comité asesor que nunca se llegó a conformar a partir de los anteriores estatutos. Un órgano para dar luz verde o no a la propuesta artística antes de ser aprobada por el Patronato. El Patronato seguirá estando conformado por la representación política del Gobierno valenciano.
  • El Patronato se abre al Ministerio de Cultura con dos sillas: una para el Secretario de Estado de Cultura o un representante de éste y otra para el representante del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (INAEM). Se desconoce si finalmente aceptarán la implicación.
  • El comité asesor o 'consejo de programación' será un órgano decisivo para la actividad de Les Arts y el espacio natural para la representación de la sociedad civil. Un espacio para profesionales reconocidos o representantes sectoriales de las escénicas y la música que debería marcar la pauta junto al director artístico del futuro del palao.

La Generalitat ha iniciado un proceso de cambio en Les Arts. Girona aseguró el martes pasado en su despacho que figuras como la de Livermore (o, anteriormente y con distancia, Helga Schmidt) "solo tienen cabida en una etapa de transición". La Conselleria de Cultura planeaba esa transición para el cambio de legislatura, per la dimisión de Liveromore (y sus motivos) han precipitado el cambio. 

Fotos: KIKE TABERNER

En el entorno operítico –y en menor medida en Les Arts– preocupa la idea de que el contenedor diseñado por Santiago Calatrava acoja más que ópera. Girona insistió en que en ningún documento fundacional se exige que el recinto acoja en exclusiva representaciones líricas. Más música, más escénicas y más representatividad valenciana. El sector cree que eso es difícilmente compatible con mantener una ópera de calidad, compitiendo entre espacios europeos (no cabe olvidar el despliegue de VIPS y alfombras rojas vivido este año con La Traviata), en el que los horarios se vinculan a los del AVE y el tráfico para los taxis, en el que llegó a ser natural que maestros como Lorin Maazel o Zubin Mehta tuvieran fechas en València. Esa ópera de grandes estrellas exige unos presupuestos ad hoc y su modelo casa con dificultad con las inquietudes del Gobierno del Botánico.

Hay una sensación cotidiana que ejemplifica esos dos mundos que ahora entran en conflicto al pensar el nuevo modelo, adecuado a los tiempos y al Gobierno. Un ejemplo que cualquiera, haya disfrutado o no de la ópera valenciana, puede entender: mientras que los cuerpos laborales de Les Arts (la Orquesta de la Comunitat Valenciana, el Cor de la Generalitat, el resto de sus trabajadores) viven pendientes de que algún día el Estado permita la contratación de personal para acabar con la estrechez de recursos humanos, mientras esa realidad provoca jornadas y dedicaciones maratonianas desde el ERE de 2015, el contenedor en el que trabajan es el mejor dotado económicamente de todo el territorio valenciano. Ni el Museu de Belles Arts de València (5,7 millones), ni l'Institut Valencià d'Art Modern (7,6) se encuentran en las variables presupuestarias del casco operístico (22,8). De hecho, solo el Institut Valencià de Cultura que maneja contenedores, personal y programación en todo el territorio valenciano se asemeja a su peso presupuestario (28 millones).

Mientras que para la mayor parte de las áreas de inversión, exhibición y promoción de todas las disciplinas se arañan los crecimientos presupuestarios, Les Arts exige un músculo económico –de mínimos por personal y espacio– para mantener su excelencia que Cultura quiere armonizar. Hasta la fecha, el resto de actividades que suceden en el coliseo más allá de la ópera o las escénicas de la programación propia, los conciertos de pop o rock, las presentaciones o eventos alternativos, se derivan de promotores privados. Cultura quiere asumir que les artes dé más de sí y se convierta en un espacio que represente mejor la actividad artística valenciana, además de la foránea. Conseguirlo y a la vez mantener una orquesta de referencia en el ámbito estatal (que, ese a las bajas y movimientos, lo es), un coro profesional y los servicios mínimos del centro resuena ahora como la cuadratura del círculo. Sin embargo, hay que tomar distancia con lo expuesto por Livermore en su airada salida porque, entre otras cosas, la Generalitat asegura que no se hará ningún concurso para los contratos artísticos propios de la ópera.

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