Existe una cultural popular y solidaria a veces mucho más interesante que la pública. Es la que no interesa al poder porque no puede controlarla. Superada esta crisis deberíamos reflexionar en profundidad
Hace unas semanas, antes del aislamiento general, me animaron a regresar a Vilafamés después de varias décadas sin pisar sus calles empedradas y redescubrir un lugar mágico y espectacular, muy bien conservado con apenas fondos económicos, con grandes miradores y enorme gastronomía.
Pero fue más emocionante todavía reencontrarme con el Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerní, en homenaje a su creador, con quien tuve una buena y larga relación; un espacio cultural ubicado en la casa del Batle y que nació en 1970 como Museo de Arte Popular ya que los fondos para su creación fueron y continúan siendo donados desinteresadamente por los artistas allí expuestos, reflejo del Museo Allende algo más tarde.
Además de la belleza del palacio, un edificio del gótico civil valenciano de mediados del XV que fue residencia del administrador real o sede del representante de la Orden de Montesa, redescubrí una colección impresionante de obras de arte muy bien expuesta, dispuesta e iluminada, artesonados y cerámica de época…un auténtico lujo. Si este museo, que impulso el crítico de arte Aguilera Cerni de forma natural y posee una colección de más de 700 obras, todas ellas firmas de nivel de nuestra Historia del Arte de los últimos cincuenta años, estuviera en cualquier ciudad pequeña de un país europeo sería lugar obligado de peregrinación y figuraría como referente en la guía de cualquier viajero. O hasta sería espacio de colaboración con otros centros públicos como sucede con el Museo de Arte Abstracto de Cuenca. Pero, aquella tarde lo visitamos en solitario.
Al menos, relaja saber que hay 20.000 personas al año -1.600 al mes- que se acercan a él. Este tipo de proyectos son los que generan turismo cultural y rural y llenarían nuestra España vaciada si realmente existieran políticas activas de generación de iniciativas e impulso: desde antiguas aceiteras, heladeras, fábricas locales por su especificidad a museos etnográficos o locales. Pero saben, allá donde se plantea una idea, una donación o sugerencia, la respuesta suele ser similar: no hay dinero, ni nos llega. Miren por ejemplo, en Aielo de Malferit Elvira Aparicio donó su colección creativa de cerámica e institucionalmente no le cogen el teléfono para escuchar sus sugerencias. Qué curioso que siempre esté cerrado y no se apoye. Luego, eso de la voluntad popular y la solidaridad cultural no siempre está bien recibida.
Esa es la tristeza de este país. Hay dinero o ha existido para grandes fastos, proyectos faraónicos o incluso para llevárselos en maletines. Así que no me vengan con milongas, ni discursos fatuos. Miren a su alrededor. Si es que se creen algo. Miren a lo que nos ha conducido el recorte en investigación y sanidad de tantos años, su privatización y al mismo tiempo la cantidad de agencias de colocación y contratación de asesores inútiles o innecesarios y proyectos inservibles y pasajeros que nos han regalado políticos de todos los colores, hoy ausentes muchos de su responsabilidad intelectual y moral.
Con motivo del aislamiento general que vivimos y todos deseamos termine bien, escuché las medidas adoptadas por los gestores políticos, todas muy acorde con la situación sanitaria, esto es, el cierre de espacios públicos de concentración de personas. Pero me sorprendió que informativamente todo girara en torno a la cultura pública, como si la privada no existiera o estuviéramos sólo en manos de una cultura política que parece controlarlo todo y determina nuestras vidas.
Nos hace falta una reflexión global. Espero que estos desagradables momentos sirvan más tarde de análisis y limpieza. Profunda. Y eliminemos corrales, chiringuitos y enchufados y nos centremos en lo importante.
Aún así, cuando puedan, salgan a descubrir otro mundo tan interesante o más que el oficial. Ahí fuera existe un universo muy interesante repleto de espacios naturales y culturales de alto valor que estamos perdiendo u olvidando y en la gran mayoría de los casos desconocen nuestros adolescentes.