
VALENCIA. La Iglesia de la Cienciología está de enhorabuena: Tom Cruise acaba de estrenar una película. Lejos de lo que se trata de vender, la pertenencia de Cruise a la secta no resulta un hecho secundario en una carrera cinematográfica que ha ido en paralelo al ascenso del actor en la organización. Desde hace ya casi treinta años, la joven promesa que se dio a conocer en la película de Francis Ford Coppola Rebeldes (1983) ha logrado destacar por encima de sus compañeros de generación a partir de dos éxitos del cine comercial de los años 80, Risky Business y Top Gun.
De hecho, todo sucedió cuando terminó esta última película, estrenada en 1986. Tom Cruise se encontró, de repente, en una encrucijada. El triunfo desmesurado en Hollywood a una edad temprana (tenía entonces 25 años) resulta a menudo difícil de gestionar en una industria completamente despiadada. El taquillazo le obligaba al actor a rubricar una carrera que podría verse abocada a un final abrupto. No obstante, su novia de entonces, Mimi Rogers, le dio la solución introduciéndole en la Cienciología.
Ése es el nombre que recibe el pastiche de creencias creado en los años 50 por L. Ron Hubbard, un escritor de ciencia ficción. Hubbard consideraba que los miembros de su secta eran una especie de iluminados que salvarían a la humanidad de las guerras y los crímenes. Todo eso no estaría mal si no fuera por un relato paranoide en el que mezclaba extraterrestres, ocultismo y liberaciones espirituales para explicar los orígenes y desarrollo de su doctrina. Los cienciólogos deben someterse periódicamente a curas espirituales (llamadas "auditorías") para poder cumplir el credo máximo de la secta, la idea de hacer "que los capaces sean más capaces".
Evidentemente, como todas las sectas religiosas, lo que le movía a Hubbard era el enriquecimiento personal. Pese a pregonar que se trataba de un sistema de valores de ayuda personal (es decir, laico), intentó desde el principio acogerse a la exención fiscal estadounidense contemplada para las órdenes religiosas. Esta exención es lo que ha permitido la creación de una poderosísima industria del fundamentalismo cristiano en Estados Unidos, liderada por pastores y ministros que se enriquecen con las donaciones libres de impuestos. Estos grupos, como la Mayoría Moral de Jerry Falwell, cobraron gran importancia en los años 80 gracias a su apoyo al partido republicano y a la adquisición de medios de comunicación por todo el país.

No obstante, estos mismos grupos impidieron que Hubbard contase con esa exención fiscal, una solicitud que le fue denegada en 1967. Veinte años después, en 1986, cuando murió Hubbard, la Cienciología le debía mil millones de dólares a la Hacienda estadounidense. En ese momento, su sucesor, David Miscavige, puso en marcha una agresiva campaña para sacar a la secta del ostracismo y liquidar la deuda (sin pagar, cómo no).
La batalla se libró en tres frentes. En primer lugar, la Cienciología contrató a un antiguo colaborador de Ronald Reagan, llamado Robert Keith Gray, para reelaborar la imagen pública de la iglesia. Entre los hitos de Gray estaba ayudar a dictadores y traficantes de armas (de algún modo, Reagan encajaba en ambas categorías), además de construir, en 1990, el testimonio falso de la hija del embajador de Kuwait en Estados Unidos sobre las prácticas de Sadam Hussein, lo que le dio al gobierno de George Bush padre un argumento importante para la primera Guerra del Golfo.
La segunda acción del líder de la Cienciología fue declararle la guerra a la agencia tributaria norteamericana. Para ello, se presentaron más de dos mil denuncias por intromisión en la libertad de expresión, lo que obligó a los mandatarios de Hacienda a concederle a la Cienciología la ansiada exención fiscal y así detener la hemorragia de gastos que suponía hacer frente al aluvión de demandas. La victoria llegó en 1993: de los mil millones adeudados, apenas se pagaron 13. La tercera acción de la Cienciología es la más conocida: la captación de estrellas de Hollywood como reclamo publicitario internacional.
Cruise aceptó encantado la oferta y pasó a ser el embajador perfecto, la cara visible del fanatismo más abominable que exporta sometimiento ideológico a partir de la exhibición de films de acción. Su papel no se limita a ponerle cara a la secta, sino a tratar de interferir en la agenda de los distintos países en los que se va implantando la Cienciología. Así, Cruise aprovecha las promociones de las películas para reunirse con los presidentes de los gobiernos e imponer más exenciones fiscales. Algunas de esas reuniones han llegado a trascender, como las mantenidas con Tony Blair, o incluso con Bill Clinton, que intercedió para que los cachorros de la democracia cristiana de Alemania dejasen de boicotear el estreno de cada una de las películas del actor.
Por otro lado, a Cruise le gusta montar en los rodajes de sus películas tiendas de reclutamiento. Pese a sus esfuerzos, por ejemplo, no consiguió llevar a la causa a Steven Spielberg, a quien no dejó de dar la murga durante la filmación de La guerra de los mundos. Por no mencionar aspectos más livianos como el hecho de que el propio actor asegurase que la secta le había curado la dislexia o que le encargue a sus miembros que le suministren hembras tras cada divorcio. El rosario de extravagancias es tan larga y aberrante que hacen parecer a Michael Jackson un modelo de raciocinio.
Tom Cruise ha estado esta semana promocionando su último engendro, titulado Al filo del mañana, en París, Londres y Nueva York. La película no merece mucha más atención. En ella, se recurre al tópico del protagonista que revive el último día de su vida hasta que consigue resolver una situación de manera adecuada. Ya saben, la historia que ha aparecido en películas como Atrapado en el tiempo o en series como Expediente X. Lo gracioso radica en que aquí la consecución de la misión es de cariz militar: Cruise encarna a un comandante que rehúye el combate y que aprende, a base de repetir el mismo día, que tiene que mojarse, lo que significa que la solución a los problemas se resuelve ganando las guerras en el campo de batalla.

Desde el principio, la película desarrolla un discurso militarista bastante vomitivo, que recuerda al de cintas como La chaqueta metálica, el film de Stanley Kubrick al que se cita con diversos guiños. Los enemigos son alienígenas pero la invasión se desarrolla desde Londres para conquistar París, incluyendo desembarco como en Normandía, para recordar lo de siempre: que las guerras pueden ser justas, como el ejemplo eterno de la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, aquí los creativos de Hollywood se lo pasan de miedo destrozando París entera, desde la Torre Eiffel hasta el Louvre. Ya se sabe, como parodiaba la película Team America, de esa afición periódica consistente en recordarles a los franceses que tienen que darles las gracias al gran imperio norteamericano por librarles del yugo nazi.
Evidentemente, Al filo del mañana resulta muy entretenida. La perfecta articulación de los giros del guión consiguen involucrar al espectador en la trama de la lucha contra los invasores espaciales. La fórmula consiste en hacer interesante una historia que, como siempre, sabemos de antemano que va a tener final feliz. Cruise vuelve a encarnar a ese héroe súper positivo y, como regalo, llega a reírse de la sonrisa estúpida que ha acuñado como marca de la casa desde Misión imposible 2. Es en el éxito de la fórmula donde nos vuelven a colar, una vez más, toda una visión del mundo muy particular para hacernos creer que es la única posible.
Lo relevante en la película es la constatación de un discurso que sirve de nuevo como ariete para que Tom Cruise siga predicando su secta con la ayuda del gobierno norteamericano. En este juego, todos ganan, desde el actorcillo de éxito en los años 80 que vio consolidada su carrera hasta un gobierno y una industria que se venden a quien sea con tal de exportar esa idea de la excelencia del sistema norteamericano. La idea de Hubbard de que en ese país los capaces son los que triunfan es la ilusión que todos quieren comprar, circunstancia que aprovechan los enfermos multimillonarios que usan el poder y el dinero engañando a las masas con productos de entretenimiento.
Ficha técnica
Al filo del mañana (Edge of Tomorrow)
EE.UU., 2014, 113'
Director: Doug Liman
Intérpretes: Tom Cruise, Emily Blunt, Bill Paxton
Sinopsis: La Tierra está siendo aniquilada por una raza alienígena que controla el tiempo. El comandante Cage tiene la misión de aprovechar los viajes temporales para culminar una misión que parece resistírsele: destruir a la madre de los extraterrestres