Cultura y Sociedad

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Crítica de cine: 'Dallas Buyers Club'; Contra los pobres y los enfermos

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VALENCIA. En 1992, un joven licenciado en Ciencias Políticas llamado Craig Borten leyó un artículo en la prensa que le llamó la atención. Se trataba de la historia de Ron Woodroof, un electricista de Texas al que se le había diagnosticado sida en 1985. Pese a la letalidad de la enfermedad, Woodroof había sobrevivido durante siete años, gracias a su negativa a seguir el tratamiento estipulado por las autoridades sanitarias norteamericanas y por el lobby de las industrias farmacéuticas. Es más, Woodroof se había convertido en un activista que proporcionaba antivirales prohibidos en Estados Unidos, prolongando la vida de quienes se inscribían en su grupo, el "Dallas Buyers Club", a cambio de una cuota mensual. Con el tiempo, algunos medios acabarían calificándole como el "Oskar Schindler de los gays de Texas".

Borten decidió viajar de California a Texas para entrevistar a Woodroof. Habló con él durante tres días y reunió 25 horas de grabaciones. Pocas semanas después de la conversación, Woodroof falleció y Borten convirtió las transcripciones en un guión de cine que empezó a presentar a diversos productores de Hollywood. El primer proyecto para realizar la película preveía la dirección de Dennis Hopper y la interpretación de Woody Harrelson.

No obstante, el proyecto no salió adelante. A lo largo de veinte años, fue circulando por ahí sin que llegara a concretarse. Guionistas como Guillermo Arriaga (el de 21 gramos o Babel) realizaron diversos tratamientos, y actores como Brad Pitt o Ryan Gosling mostraron su interés. El problema estaba a la hora de encontrar financiación. Borten resumía perfectamente la sinopsis de una película que resultaba muy difícil de vender: "Es la historia de un homófobo racista con sida que se hace amigo de un hombre que se viste de mujer y al final ambos se mueren".

Finalmente, en 2009 se encontró el dinero para lanzar el proyecto, gracias al apoyo financiero de un grupo de empresarios estadounidenses y canadienses, al gancho de Matthew McConaughey y a la implicación de pequeñas productoras cinematográficas. En septiembre de 2013 se estrenaba la película que se convertía en un éxito inmediato y que recibía el visto bueno de la industria con su inclusión en las nominaciones de los Oscar. El esfuerzo se vio recompensado con el Oscar a McConaughey.

Ante este relato de los hechos, reproducido ad nauseam por los medios de comunicación estadounidenses, surge la duda de siempre: cómo es posible que un proyecto maldito se convierta en una película mainstream de una manera inmediata. La respuesta se halla en la inscripción de la película en los códigos narrativos de Hollywood, que hace digerible cualquier argumento que pueda parecer incómodo, aunque sea una historia de seropositivos homófobos que acaban muriendo.

Para empezar, la película nos habla de unos hechos desde un posicionamiento concreto: no sólo sucedieron en el pasado sino que también están totalmente resueltos. Así, lo que nos viene a decir el film es que esa narración de marginalidad no llega hasta nuestro presente, no es algo que suceda hoy en día. Dallas Buyers Club nos introduce en la vida del cowboy de un modo lineal, desde que le diagnostican la enfermedad hasta que muere. En este intervalo de tiempo vamos asistiendo a su evolución como personaje, desde el descerebrado aficionado a los rodeos hasta el activista concienciado que se enfrenta a las altas instancias económicas y políticas.

En esta evolución es donde se plantea el conflicto principal del film, el retrato de un personaje cuya supervivencia ha de pasar por la redefinición radical de su esquema ideológico. Para ello, el guión está construido con la dualidad de dos figuras contrapuestas, el cowboy y su ayudante, un travesti que le asiste en sus labores de contrabando de antivirales. Woodroof va entendiendo que poco importa la condición sexual de su amigo, ya que lo que realmente les une es la lucha contra la enfermedad.

Aquí entra en juego un elemento fundamental en la narrativa hollywoodiense: el relato mítico del individuo que lucha contra el sistema. Es la esencia del ser norteamericano que tanto le gusta exportar a Hollywood: la sociedad estadounidense se basa en el mérito personal, de modo que si uno está convencido de la validez de sus creencias, finalmente derrotará incluso a las instancias más poderosas. Así, la lucha de Woodroof adquiere un tinte pseudo-religioso al dotarle de la razón de la fe, de la confianza en sus posibilidades.

Éste es el elemento que explica el éxito de Dallas Buyers Club, al situar el film en la corriente de éxitos como Erin Brockovich o Forrest Gump, construidos desde la idea de que en las sociedades capitalistas no importa la extracción social sino las ganas de triunfar. Ron Woodroof se enfrenta al gobierno y la industria farmacéutica llegando al clímax en el juicio final que pone de relieve la fragilidad del individuo, pero también su triunfo imparable. Puede que en Estados Unidos las cosas no sean fáciles, pero la película nos dice que sí son posibles, porque los más débiles pueden llegar a expresar su voz y poner en jaque al gobierno.

Desde esta lógica, el argumento es lo de menos, porque el punto relevante es mostrar esta lucha, que puede ser en temas tan espinosos como la eutanasia (como en la película No conoces a Jack) o el sida. Con todo, cuando se tocan estos temas siempre tenemos un lado positivo, y es que por lo menos asistimos a la reivindicación de una serie de temas sociales que ponen una y otra vez en evidencia la idiotez y crueldad de las políticas neoconservadoras. Frente a la visión del problema del sida en cintas como Miradas en la despedida (1986), Compañeros inseparables (1989), Philadelphia (1993), Fiesta de despedida (1996) o Love! Valour! Compassion! (1997), en este film el camino es la denuncia política explícita a través del relato del héroe norteamericano.

El argumento nos muestra, así pues, los esfuerzos de Woodroof por sobrevivir pese a que el diagnóstico no le otorgaba más de un mes de vida. Su activismo consiste en viajar a países como Holanda, China, Japón o Israel para conseguir los medicamentos no admitidos por el ministerio de sanidad estadounidense, que prefiere basar el tratamiento en la administración de AZT. Cansado de todas las dificultades que tiene que sortear, Woodroof acaba diciendo en público: "Las farmacéuticas le pagan al gobierno para que apoyen sus productos".

Esta denuncia se dirige al partido republicano y al gobierno Reagan. Éste fue responsable de la creación de la paranoia en torno al sida, al que se le dio consideración de epidemia pese a que las muertes anuales representaban menos del 10% de las que provocaba el cáncer (menos de 50.000 frente a 700.000). Lo más lamentable fue, con todo, una política sanitaria que abandonó la investigación de la enfermedad porque era muy conveniente para su aberrante código moral estigmatizarla como algo propio de homosexuales (algo que recoge también Stephen Frears en su última película, Philomena).

Por ello, a pesar de los peajes que tiene que pagar Dallas Buyers Club para triunfar en taquilla, siempre resulta saludable atacar las repugnantes políticas de los conservadores extremistas que imponen una agenda que va directamente a por los pobres y los enfermos. Por mucho que la pelea de Woodroof quede cerrada en la película, siempre permanece una puerta abierta para la reflexión, para esa alerta sobre la privatización de la sanidad (como también advierte la serie Breaking Bad).

La reflexión nos afecta. Basta con seguir leyendo la prensa y comprobar la política de recortes que siguen aplicando los gobernantes de derechas para que veamos que el sida no es sólo una enfermedad: es también un síntoma, una metáfora que explica cómo los gobiernos reaccionarios persiguen a todos aquellos que no tengan cuentas en Suiza, eliminando asistencia sanitaria o educativa. Una persecución que, lejos de detenerse, se ha intensificado en los últimos años.

Ficha técnica
Dallas Buyers Club
EE.UU., 2013, 117'
Director: Jean-Marc Vallée
Intérpretes: Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto, Griffin Dunne
Sinopsis: Un paleto de Texas se infecta de sida en 1985, cuando apenas hay remedio para la enfermedad y Rock Hudson se muere en el hospital. El cowboy descubre el sometimiento del gobierno norteamericano a los intereses de las farmacéuticas, que impide la aplicación de tratamientos paliativos eficaces, y decide crear una asociación para importar de diversos países del mundo los antivirales no permitidos en Estados Unidos

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