VALENCIA. Hace una semana, el cine norteamericano decidió hacernos su regalo estival, esa película que todos los años se deposita como taquillazo a la espera de retomar la temporada en septiembre. Con los cerebros achicharrados por el calor, lo mejor es dejar una superproducción tontorrona que haga caja en agosto en todo el mundo mientras los medios de comunicación cantan las alabanzas de siempre: que si la película es muy entretenida, que si tiene buenos efectos especiales, que si el actor principal realiza una gran interpretación. Ya se sabe, las tonterías de siempre.
Este verano esas tonterías saltan a la vista con el estreno de El amanecer del planeta de los simios, la segunda precuela del clásico de ciencia ficción de los años 60. Hace tres veranos, ya recibimos la primera precuela, El origen del planeta de los simios, una de las películas más asquerosamente retrógradas de los últimos tiempos. Volvamos a situarnos rápidamente ante la magnitud de la operación de Hollywood.
En 1968, en plena época de reivindicación de los derechos civiles en Estados Unidos, el cineasta Franklin J. Schaffner estrenaba una película basada en una novela de Pierre Boulle, El planeta de los simios. En ella, un grupo de astronautas aterrizaba en un planeta del futuro tras realizar un viaje espacio-temporal. En el planeta observaban que, pese a haber avanzado 2.000 años, la civilización estaba organizada de manera inversa a la de la Tierra: los humanos eran seres carentes de inteligencia (ni siquiera podían hablar) y estaban sometidos por una raza superior, unos simios inteligentes.
La civilización de monos estaba basada en una teocracia en la que las clases dominantes gobernaban a base de supersticiones religiosas: según su credo, el mono era la más perfecta creación divina. Al llegar uno de los astronautas a esa civilización y demostrar que podía hablar, alteraba las creencias más profundas de ese entramado social. Al final de la película, el protagonista George Taylor (Charlton Heston) descubría la verdad al contemplar en una playa las ruinas de la Estatua de la Libertad: había viajado al futuro del mismo planeta, que había sido destruido por el propio hombre, en una referencia directa a la carrera nuclear tan presente en el momento de la realización de la película.
Pero, por otro lado, Taylor conseguía desmontar con su hallazgo la mentira del fundamentalismo religioso de la sociedad de los simios: los gurús religiosos ejercían su poder contando una mentira a la población, escondiendo la evolución de la especie y la explicación científica de los orígenes de la sociedad. La película de Schaffner era así no sólo una magnífica alegoría de la locura de la era atómica sino también una deliciosa bofetada al integrismo religioso. La película quedó como un clásico pero, eso sí, un clásico incómodo para las futuras generaciones criadas en creencias religiosas y votantes de partidos de bien.
Sin embargo, no basta con enterrar la película con la etiqueta de "clásico" lejano en el tiempo. Había que reescribir la historia y así es como se puso en marcha un proyecto compuesto por una serie de precuelas que desmentían las lecturas de la película original. La primera fue la que se estrenó hace tres años, una película que planteaba que el origen del cataclismo no era una guerra nuclear sino los experimentos científicos para curar enfermedades degenerativas. Es lo que tiene eso de delegar el conocimiento en la ciencia y no en el Vaticano. En el colmo de la aberración, la película también nos presentaba el lado humano de las grandes empresas farmacéuticas que intentaban detener el conflicto inminente. Al film sólo le faltaba presentar a los empresarios y banqueros como preocupados filántropos.
Esta corrección de aquel malévolo producto pseudo-comunista de los años 60 llega ahora refrendada por la continuación, titulada El amanecer del planeta de los simios. Aquí se valida el planteamiento de la película de 2011, situando el centro de la humanidad, cómo no, en Estados Unidos desde la primera imagen del film, un globo terráqueo que da vueltas y se detiene mostrando a los espectadores en un plano fijo ese gran país de los hombres libres. Como siempre sucede en estas películas patrioteras, el mensaje es diáfano: el presente y futuro de la humanidad se decide en Estados Unidos.
La película plantea el conflicto clásico: el mono bueno lidera el grupo frente al mono malo que quiere declararles la guerra a los pocos humanos que quedan vivos. Los humanos de la colonia norteamericana son también gente buena y honrada que sólo quiere acceder a la energía de una presa hidráulica para poder encender los ipads y contemplar de nuevo las fotos familiares. En esa sociedad pacifista sólo se puede desencadenar el conflicto cuando hay un traidor que desbarata todo el orden. En la sociedad norteamericana, la guerra y el conflicto son circunstancias excepcionales.
La película es muy entretenida, faltaría más. Hollywood siempre garantiza eso en sus inversiones multimillonarias, evasión que adormezca, que anule el espíritu crítico y si puede ser reescribiendo los clásicos izquierdistas, pues miel sobre hojuelas. La inversión se extiende también a una campaña agresiva en todos los medios de comunicación, con los críticos también adormecidos hablando de la factura técnica, del ritmo narrativo y de lo bien que lo hace un actor de moda que se limita a poner su silueta para confeccionar un dibujo animado.
Como la máquina de generar dinero aún tiene mucho que ofrecer, se plantea en el film un final abierto que podría dar origen a centenares de precuelas: total, hay espacio narrativo para llenar 2.000 años con respecto al tiempo en el que se desarrolla la película de Schaffner. Es lo que tiene este cine mainstream de franquicias: que no para de ofrecer productos hacendados de ínfima calidad y siempre precios bajos. Eso sí, convenciendo a todo el mundo de que la calidad del producto es suprema.
Ficha técnica
El amanecer del planeta de los simios (Dawn of the Planet of the Apes)
EE.UU., 2014, 130'
Director: Matt Reeves
Intérpretes: Andy Serkis, Jason Clarke, Gary Oldman, Keri Russell, Toby Kebbell, Kodi Smit-McPhee
Sinopsis: Los monos siguen evolucionando mientras los humanos están recluidos en colonias aisladas. Los conflictos pronto estallan pese a los esfuerzos pacificadores de los líderes de ambos bandos