Cultura y Sociedad

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Crítica de cine: Robocop contra los perroflautas

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Érase una vez un joven político de izquierdas llamado José Ignacio Wert. En los turbulentos años 70 y 80 de transición de la dictadura a la democracia en España, Wert compaginó su compromiso político con su labor como docente universitario en diversos centros públicos. Wert creía en la mejora social, en la fortaleza de las instituciones para superar los oscuros años del franquismo. Así, en esos años de aprendizaje, ocupó diversos cargos en organismos como el Centro de Investigaciones Sociológicas o Radiotelevisión Española antes de participar de la fiesta de la democracia como concejal en Madrid y diputado en las Cortes.

No obstante, en 1987, algo se cruzó en la trayectoria de Wert. Ese año se estrenó una película, RoboCop. En ella, se narraba la historia de un robot policía que era creado por una empresa encargada de la seguridad ciudadana en Detroit. El objetivo de la empresa era limpiar la ciudad de delincuentes para facilitar la renovación total de la ciudad en un proyecto denominado Ciudad Delta. La empresa controlaría el negocio del juego, las drogas y la prostitución del nuevo Detroit, pero para ello antes tenía que proceder a la eliminación de la chusma.

La película era un ataque frontal al estado policial creado por la revolución conservadora de los años 80. En aquel año, el reaganismo estaba en su apogeo y el film estaba plagado de referencias a diferentes hitos del gobierno de Ronald Reagan (como el programa de misiles denominado La guerra de las galaxias o la huelga de controladores aéreos). Robocop suponía una crítica explícita a las políticas de privatización y a la verdadera motivación de los gobiernos de derechas: el enriquecimiento personal en nombre del interés general.

El film debió de causarle un gran impacto a Wert, ya que Robocop fue un gran éxito y se crearon secuelas, series de televisión y videojuegos. Los niños jugaban a ser el robot que va por las calles exterminando a los pobres y a los navajeros a metrallazo limpio. El caso es que el antiguo idealista decidió dejar la política ese año para dedicarse a la realización de encuestas y sondeos de opinión. Durante los años sucesivos, fue el mejor en ese campo, dirigiendo multitud de estudios que demostraban que las principales preocupaciones de los españoles eran el terrorismo, los socialistas y el cine español.

Wert iba limpiando la opinión pública mientras la clase política española iba aplicando las políticas de Reagan, instaurando la cultura del pelotazo, creando burbujas inmobiliarias y dándoles a los obreros BMWs y lujosos pisos en propiedad. El lumpen disidente se iba refugiando cada vez más en torno a la industria del cine español, la única industria subvencionada de España, a diferencia de otros sectores clave, como el bancario o el energético, que no paraban de emprender sin recurrir nunca, nunca, nunca, a las ayudas públicas.

El experto en sondeos consiguió llegar a la meta de su camino y fue nombrado ministro de Cultura. Tras años de entrenamiento, de moldear su cuerpo y mente a imagen del robot que resumía los sueños de cualquier neoliberal, cogió las riendas del único sector díscolo, el de la Cultura, para meterlo en vereda.

Así, cuando Hollywood anunció el estreno del remake de Robocop, Wert debió de verlo como una señal y decidió no acudir a la ceremonia de los Premios Goya, el último reducto que se resiste a pasar por el aro y que desafía el poder de las encuestas. Era la culminación de su política de exterminio cultural basada en dos ideas: la fuerza bruta a lo Robocop y la creación de un enemigo débil, los actores del cine español.

Este Robocop insiste en la línea discursiva de la película original dirigida por Paul Verhoeven. Aquí el realizador es José Padilha, que ha reconocido que su intención era realizar una película política, reflexionando sobre el imperialismo estadounidense con el uso de drones y sobre la deriva fascista de las sociedades occidentales. El film arranca de un modo tranquilo, con imágenes de la invasión de Irán a cargo del gobierno yanqui: aparecen los robots manteniendo el orden en las calles de Teherán.

No obstante, el gobierno estadounidense no es tan malo: el senado se niega a usar los robots militares como fuerza policial pese a que los emprendedores de la empresa Omnicorp sostienen que eso bajará la delincuencia de ciudades como Detroit. Ahí entra en juego Robocop, el robot creado a partir del cuerpo del agente Murphy, un policía malherido por la explosión de una bomba. Padilha nos muestra, de este modo, una sociedad totalmente controlada, pese a que se recrea en las explicaciones mucho más que Verhoeven. Frente a la escasez de diálogos en la película original, en esta cinta del cineasta brasileño los personajes sueltan discursos tan largos que parece que van a acabar hablando de jogo bonito.

Pese a que el Robocop de Verhoeven era mucho más directo, el remake vuelve a poner sobre el tapete el debate que ya había presentado con toda crudeza la película original, además de presentarnos los modos reales de la política exterior norteamericana. Bajo el disfraz de democracia y libertad, se esconde una política agresiva que no atiende a más razones que el poder y las armas.

Esta hipocresía es muy evidente en la política exterior pero se encuentra en los diversos órdenes sociales, también en el campo de la cultura. Después de años moldeando encuestas, Wert y su escuela han conseguido establecer otro debate basado en una falacia: el cine español es malo porque está subvencionado, no como el cine norteamericano, que siempre es entretenido, de calidad y con financiación privada. Lo que se busca es un chivo expiatorio para descargar las culpas cuando las cosas no van tan bien con la economía especulativa.

La gracia está en que este fin de semana llega, junto con Robocop, otra película a los cines españoles: Cuando todo está perdido. En ella, Robert Redford interpreta al único personaje, un hombre que trata de sobrevivir al naufragio de su velero tras una colisión con un contenedor a la deriva. No hay diálogos, únicamente algún grito del personaje ante la desesperación de la situación, y la única acción se limita a la supervivencia del marino.

La cinta es interesante y crea una cierta angustia, pero, ¿qué habrían dicho los medios de comunicación derechistas si la película fuera española y estuviera interpretada por Javier Bardem o Willy Toledo?

Porque encima Redford es uno de los máximos representantes de esa falacia de que el cine estadounidense no está subvencionado. Que se lo digan a él, que creó el festival de Sundance gracias a la financiación del NEA (National Endowment for the Arts), un organismo público que subvenciona la realización de proyectos en diversas disciplinas culturales y artísticas (también el cine). Un requisito es que las obras tengan orientación artística, de modo que es falso eso de que el cine de EE.UU. es una mera industria que se dedica a hacer películas preocupándose solamente de su rentabilidad económica.

Gracias a la financiación del NEA y a la ayuda política, Redford pudo poner en pie, a caballo entre los años 70 y 80, uno de los festivales más importantes del mundo y que han redefinido la narrativa cinematográfica contemporánea, también en Estados Unidos. Por cierto, que Reagan intentó al principio cargarse el NEA hasta que le convencieron en su propio partido de la importancia de mantener la financiación pública para el cine: era un mecanismo idóneo para la expresión de las ideas estadounidenses. Wert y Rajoy aún no lo han entendido y siguen creyendo que lo mejor es destruir la cultura. Es lo que pasa cuando uno se toma Robocop al pie de la letra.


Fichas técnicas

RoboCop
EE.UU., 2014, 108'
Director: José Padilha
Intérpretes: Joel Kinnaman, Gary Oldman, Michael Keaton, Samuel L. Jackson
Sinopsis: Un grupo de emprendedores decide crear un robot policía que elimine la delincuencia en Estados Unidos. Pese a que los robots son muy efectivos para invadir países como Irán, el Senado norteamericano, muy preocupado por el bien común, se resiste a las pretensiones de estos emprendedores de aplicar la tecnología para usos policiales. Sin embargo, los emprendedores no se rinden (claro, son emprendedores) y crean un robot a partir del cuerpo de un policía, herido por la explosión de una bomba
José Padilha es realizador de películas como Ônibus 174, Tropa de élite, Garapa o Tropa de élite 2

 Cuando todo está perdido (All Is Lost)

EE.UU., 2013, 106'
Director: J.C. Chandor
Intérprete: Robert Redford
Sinopsis: Un hombre se encuentra navegando con su velero cuando sufre una colisión. Su lucha será sobrevivir al naufragio mientras se dirige a una ruta comercial para conseguir ayuda
J.C. Chandor es el realizador de la película Margin Call

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