Cultura y Sociedad

EL CABECICUBO

Deo Gratias:
‘Hijos del Tercer Reich'

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VALENCIA. Fue la experiencia televisiva más intensa de mi vida. Me había levantado pronto para ver la televisión, no sé si La Bola de Cristal o Cajón Desastre, como hacíamos los niños todos los sábados por la mañana. Yo no tendría más de ocho años. Pero como era muy pronto pillé una película que estaban echando antes de la programación infantil. Era Die Brücke (El puente, Bernhard Wicki, 1959 RFA) Una película de guerra, pero protagonizada por niños. Unos chavales alemanes que en las postrimerías de la guerra les ponen a defender un puente. Siendo niño yo también, todo aquello me entró por los ojos, pero la cinta no era ningún viaje de placer. Los niños morían de formas espantosas. Era durísima. Vamos, no era para niños. Y yo me quedé muy afectado.

Lo peor de todo fue que desde ese momento todas las películas de nazis que vi después me fueron pareciendo tontadas. Ninguna estaba tratada desde la perspectiva alemana, no eran tan duras y mostraban constantemente a los alemanes de manera esperpéntica. Todo lo contrario de lo que yo había visto en ‘El puente' a tan temprana edad. Después de eso sólo pude disfrutar algo realmente con cintas como ‘Los que saben morir', por supuesto con ‘Das Boot' y los libros de Sven Hassel digamos que los devoraba.

Así llegó el día más feliz de mi vida. En el año 2004 asistí al estreno de ‘El Hundimiento' en versión original y me temblaban las canillas de la emoción. Cuánta belleza, qué maravilla, qué deleite para los sentidos. Un poco antes Telecinco había emitido ‘Hermanos de sangre' y luego apareció ‘Pacífico', de modo que por esas fechas fantaseé también con la posibilidad de que llegase una serie ambientada en el frente oriental de la II Guerra Mundial. Pues bien, ya lo ha hecho. Se llama ‘Unsere Mütter, unsere Väter' (Nuestras madres, nuestros padres) un título traducido por supuesto como les ha dado la gana, aquí es "Hijos del tercer Reich". Y no ha sido HBO quien ha tenido el detalle, sino los propios alemanes. La cadena pública ZDF.

Las informaciones que se han ido publicando sobre el efecto de su estreno en Alemania no pueden ser más previsibles. Indignación de algunos, porque muestra a los nazis "como personas" y los "humaniza", lo de siempre. Y en sentido contrario que no reparte bien las culpas: los ucranianos y los polacos aparecen como perseguidores de judíos, lo que ha sentado mal en Polonia. En la serie sus partisanos hacen gala de un antisemitismo exacerbado. Los diálogos entre ellos son en plan "Qué asco me dan los judíos"; "Yo los odio más que tú"; "Yo los ahogaría como patos"... Hay uno en el tercer capítulo concretamente que sí que parece que está hecho a propósito.

La crítica polaca se queja de que esa sea la imagen que se refleje de su resistencia, que murieron como moscas. Y también se dice que da la impresión de que los alemanes, con este trabajo, parece como que tratan de escurrir el bulto y repartir un poco la responsabilidad sobre la idea más execrable que tuvieron, el asesinato sistemático por cuestiones de raza y religión.

Puestos a meter bulla por ese aspecto, a mí particularmente lo que me indigna es que otra vez se hayan olvidado de los gitanos. Los nazis y sus compinches asesinaron a casi el 50% de todos los roma que vivían en Europa. En Serbia, prácticamente a todos los varones adultos. Sin embargo, nunca nadie repara en este aspecto de la contienda que sería muy útil recordar con el fin de sacar los colores a gobiernos como el que hay ahora mismo en Francia. Pero es una batalla perdida.

En cualquier caso, al final han sido siete millones de espectadores lo que ha tenido de audiencia cada capítulo en Alemania. Veremos aquí qué números hace TVE dándola doblada en ese repugnante español neutro que nadie habla ni siquiera en España. Ver esto en VOS es obligatorio.

Por lo demás, la comparación con ‘Hermanos de sangre' es pertinente. La historia de ‘Hijos del tercer Reich' va sobre cinco amigos, un judío, dos hermanos soldados, una enfermera y una cantante, que viven cada uno la guerra de una forma particular. Algo parecido a lo que hacía la serie de Spielberg cambiando de narrador en cada capítulo, pero aquí las historias están simultáneamente a lo circo de tres pistas. Tenemos al judío saltando del tren que le lleva al campo de concentración, mientras los soldados se congelan en Rusia y la cantante se tira a jerifaltes del partido. Todo a la vez.

Ningún aficionado a la Historia de la II Guerra Mundial encontrará nada que le extrañe. Los sucesos de guerra, como pisar una mina y quedarse quieto sabiendo que en cuanto se mueva uno va a morir, cargarse a un compañero por error, los francotiradores siberianos, etc... etc... se han explotado hasta la saciedad, aunque nunca cansan. Incluso tampoco es nuevo el lado humano del típico soldado alemán profesional que alucina cuando ve que no está en una guerra normal, sino en una de exterminio.

Como los casi adolescentes que van a la guerra cargados de ideales y la realidad les golpea a las primeras de cambio. Todo lo hemos visto o leído. Pero en alemán, con una producción tan cuidada, no. Ya hubo un amago con Stalingrado, que fue una de las películas más caras de la historia de Alemania, y se repetían los mismos patrones morales que aquí. Los protagonistas eran soldados muy indignados por lo que estaban haciendo. Los malos eran algún nazi que había por ahí y los superiores.

En lo técnico, la televisión alemana, eso sí, no ha echado mano del superávit del que goza su país y las escenas de guerra no son más que escaramuzas. Por un momento parece que vamos a asistir a la batalla de Kursk, pero nos quedamos con la miel en los labios. No obstante, esas batallas con horror vacui del Señor de los Anillos no son necesarias en absoluto para lo que se quiere reflejar.

De modo que sólo habría un pero. Los protagonistas no tienen la mentalidad que uno se imagina que debieron tener los alemanes de la época. Estos parecen intelectuales de izquierdas. Cuando hacen algo mal en nombre de la patria se ponen tristes. Se arrepienten. La moralina de toda la vida de dios con estos temas está presente. A nosotros se nos antoja que esos juicios morales que hacen los personajes son más bien contemporáneos. Claramente la serie pretende poner de manifiesto que muchos alemanes fueron sonrientes a la guerra con candidez, engañados, y luego se llevaron las manos a la cabeza. De todo habría, pero más como excepción que como norma.

De hecho, en Alemania es lo que ha venido a decir un historiador, Ullrich Herbert: "La película es un fracaso, no sólo por su falta de precisión o porque disimule los crímenes del nacionalsocialismo. El problema es su perspectiva histórica, tanto general como individual (...) [aquellos jóvenes eran] Una generación fuertemente ideologizada y politizada que quería la victoria de la Alemania nacionalsocialista por considerarla lo correcto".

Por este motivo, el personaje más atractivo es, precisamente, el que era realmente un intelectual de izquierdas cuando es llamado a filas. Porque a éste, por supuesto, los guionistas le convierten en el mayor asesino de todos. Al principio es un cobarde, luego supera los miedos y al final mata que da gusto. Pero incluso así, aunque aprende a asesinar sin contemplaciones, sufre por ello. Ese aspecto de deshumanización de los soldados que matan sin pensárselo y les da igual ochi que ochenta, sigue sin estar presente en los personajes principales.

Es decir, la serie no incomoda, que es lo que debería tener como objetivo un trabajo sobre un aspecto tan delicado del pasado. Imaginen por un momento que aquí cogemos ‘El Holocausto español' de Paul Preston, se guioniza para una serie y se emite en TVE1 en el prime time. ¿Ven? Eso sería incomodar.

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