Cultura y Sociedad

EL CABECICUBO

Las series inconclusas de HBO

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MADRID. Lo de HBO comenzó a la chita callando. Cuando las masas estaban enganchadas a CSI y Expediente X, subterráneamente, como un rumor, se empezó a correr la voz de que había una serie de mafiosos que partía la pana. La echaba el Plus, pero tirando del eMule circulaba también en cedés pirateados de mala muerte. Aquello era lo nunca visto. En realidad, sí, eran mafiosos chandalistas que conspiraban, se mataban entre ellos como es menester, pero también se tiraban pedos mientras ponían sonrisas de portada del ¡Hola! en sus mansiones.

Los SopranoSe puede decir que era una reflexión profunda sobre el ser humano u optar porque los personajes eran descojonantes. El caso es que cada capítulo acababa en alto y enganchaban más que la heroína. La cabecera de la cadena antes de cada episodio, esa nieve, ese sonido, eran como lo que cuentan los toxicómanos de la aguja, del pinchazo.

Luego llegó A dos metros bajo tierra, que la echó La2 de mala manera, con una programación esquizofrénica, pero esto ya era para morfinómanos. Un culebrón puro y duro, pero con personajes sensibles, con perfiles cuidados, mucha profundidad. Y otra vez estaban ahí esas siglas: HBO.

De ahí surgió el mito a principios de la década anterior y muy poco a poco, cuando se empezaron a enterar los columnistas de referencia de los medios, las series se fueron poniendo de moda. Hasta el punto de que se hace la pregunta de qué serie sigues como se hacían en los 80 la de cuáles son tus hobbies.

El romance con la nueva televisión prometía. De hecho, es una realidad. Copan nuestro tiempo libre. Hace años, si decías que te habías comprado en vídeo Norte y sur y te ibas a meter una panzada de capítulos te tomarían por loco. Ahora es lo natural. Comer como un zampabollos y meterse siete horas de televisión con una serie, sin ducharse ni coger el móvil a nadie, es bonito. Es hermoso. Tener estilo.

Sin embargo, este fenómeno que empezó con HBO no está exento de disgustos. Ha habido bastantes series que se han quedado en la estacada. La cadena que cuidaba el producto, que le daba igual lo que pensase la audiencia, que lo suyo era un ¡no puedo parar de crear, no puedo parar de crear! nos ha dejado tirados en más de una ocasión. Y también duele.

El reparto de Deadwood

El caso más sangrante ha sido el de Deadwood, sin duda alguna. Era una serie del oeste sobre un pueblo con par de putiferios en territorio indio. Los buscavidas de siempre, los primeros 'emprendedores' que se abrían paso a sangre y fuego, más o menos como ahora, todo ello en cofre de gente que no se lava, la tuberculosis, morfinómanos y buen ambiente en general. Molaba.

El protagonista estaba a la altura de Tony Soprano, Al Swearengen, cuyo mayor momento de gloria es cuando pronunciaba monólogos mientras le hacían felaciones. Pero la serie se canceló al final de la tercera temporada. Hubo promesas de que se harían dos películas para no dejar tirados a los fans, pero ni eso. En la caja con los DVD en la que se vende hay un documental que dice cómo hubiera sido el final de los personajes Nada más.

Luego, como en una intriga palaciega digna de otra serie, Louis C.K. se quejó de que cancelaron su sitcom, Lucky Louie, porque se estaba comiendo las audiencias de Deadwood cuando era la cosita mimada de la cadena. Las críticas que estaba cosechando Louis por Lucky Louie no eran la panacea. Su humor hablaba sobre el sexo anal en pareja heterosexual, la marihuana, un día apareció un miembro viril en escena. Es quizá la sitcom más graciosa que jamás se haya grabado, pero la crítica dijo que era soez y se canceló.

La otra apuesta que apareció junto a Deadwood fue Carnivale. Tenía una fotografía extraordinaria. El protagonista era un tipo muy popular, el mismísimo diablo. Iba sobre la lucha sobrenatural entre el bien y el mal, aunque lo interesante era el contexto. En plena gran depresión de 1929, los personajes eran los trabajadores de un circo ambulante. Con su mujer barbuda, su gigante y sus enanos. Quizá hubiese sido más interesante decantarse por el realismo soviético y no la religión a la hora de tratar la vida de estos hombres, pero fue cancelada. Era muy cara.

Lo gracioso es que los amantes de lo sobrenatural son peores que los peones negros del 11M. Si cuando Telecinco dejó de emitir Expediente X no dejaban de llamar por teléfono y enviar emails, en Estados Unidos pasó lo mismo. Bombardearon la sede de HBO con 50.000 emails cada fin de semana.

El vil metal fue el culpable, según el propio director de la cadena Chris Albrecht: "Honestamente, si Carnivale costase dos millones de dólares por episodio, probablemente seguiríamos adelante con ella. Pero al tener que rodar casi todo en exteriores, pagar al enorme reparto que tenía esta serie y tener que rodar al menos 12 episodios para formar una buena historia. Era una inversión demasiado grande".

Además de las bajas audiencias, hubo choques entre el creador Daniel Knauf y la cadena. Le dejaban libertad plena con el guión, reveló, pero luego le pedían que cortara escenas si no les gustaban. Por lo visto, los encorbatados querían tratar el asunto como un drama más y él lo que tenía entre manos era una serie de terror. También le ofrecieron hacer una peliculita final, idea que rechazó, y fuera. Mientras tanto, nosotros, pasmados en el sofá.

Luego vino Roma, coproducida con la BBC. Un sueño húmedo, la BBC y la HBO trabajando juntas. Encina, a tope de presupuesto. En la primera temporada se pulieron cien millones de dólares. Murió de éxito completamente. Triunfó en las audiencias, pero ni por esas se podía mantener semejante gasto de decorados. La verdad es que estaba muy bien, pero las aventuras de los dos protagonistas estaban llenas de trepidantes casualidades que les situaban siempre en el centro de la acción a lo superhéroes de Marvel. La ambientación y el sexo, sobre todo este punto, la convertían en tremendamente adictiva. Pero nos la quitaron de la boca.

Y la más dura de todas fue la desaparición de John from Cincinatti. Sería difícil explicar de qué iba porque hasta hay páginas que se dedican a descifrar su significado. Había surferos, heroinómanos, surferos heroinómanos, venía a verles Jesucristo con otro look, merodeaba Dylan, el de Sensación de Vivir, Luke Perry. Era más dura de entender que la última temporada de Lost. El público la fue abandonando poco a poco, pero muchos capítulos hicieron más audiencia que Deadwood, por ejemplo. Su principal problema es que llegaba como sustituta de Los Soprano y eso es mucho sustituir. Pero, aunque no la entendieras, era como una película de David Lynch, mola verla. Sobre todo con su cabecera con una canción de Joe Strummer y las olas del mar.

Proyectos todos ellos que nos han dejado con la miel en los labios, pero una cosa hay que decirla. Al menos ellos lo intentan aunque sea para ver si suena la flauta.

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