VALENCIA. Pilar, una treintañera valenciana, va de aquí para allá entre los bastidores de un restaurante-cafetería-salón de sociedad en la playa de la Patacona. Es sábado y a la hora de comer se ha puesto esto como la cola del Ryanair. Muchos de los clientes empuñan el teléfono con fruición para captar imágenes y difundir. Y ya si eso, y si luego queda tiempo, se conversa. Pilar no quiere que se la identifique demasiado, no le gusta que se le reconozca como la jefa porque prefiere mantener un perfil bajo, justo al contrario que el negocio que abrió a mitad del último verano: La Más Bonita.
Por las reacciones que genera desde su nacimiento, más que un café-bar parece un viral. Se ha convertido en remolino de Foursquare, donde le caen opiniones por doquier; son recurrentes las apariciones en Instagram; y en fin, que aunque está en Alboraya, estamos en el nuevo espacio más divulgado de Valencia.
Desde aquí dentro Pilar ve un nuevo fulgor en la Patacona: "se está rejuveneciendo, hay nuevas aperturas...". Su garito, un poco causa o un poco consecuencia de la movida, quizá algo tiene que ver. Que por algo es el mayor factor de atracción a una playa desde el descabalgamiento del Sunrise y el Celia, los buques mercantes que encallaron en la del Saler.
CONEXIÓN CON LA GENERACIÓN DE LO 'CUQUI'
El espacio de La Más Bonita está entre un empujón a Formentera y un recordatorio al hedonista acto valenciano de tomar la fresca. Tiene vigas a la vista, techos altos, azules claros y blanco cal, un porche como un retablo. El giro extremo al cutrerío que demasiadas veces se posó encima de la playa. A diferencia de muchas otras invenciones playeras (tradicionalistas o de plástico), ha sabido conectar con los nuevos gustos estéticos. Es una llamada a la generación de lo cuqui (y tal...), a la era cupcake. Es un canto al 'bonitismo' que triunfa en parte por su decoración, preparada para arrasar entre carpetas de Pinterest.
Hace un par de meses la revista Telva (sí, la misma que sacó a Camps perchando) organizó en La Más Bonita su "fiesta mediterránea de la temporada", oficializando el desplazamiento de la escena valenciana hasta la arena de la Patacona.
LA CASA DE LA PLAYA
Pilar, junto a su hermano Óscar, comenzó a pergeñarlo todo cuando la despidieron de su trabajo como publicista y decidió virar al autoempleo (¡albricias!). Buscaron una casa histórica en el centro de la ciudad donde clavar una embajada de desayunos y meriendas. "Tras mi Erasmus y otros viajes por Europa detecté que en Valencia había pocos lugares donde desayunar bien", comenta Pilar, que pasó más de un año aprendiendo repostería para conquistar con tartas. Los hermanos Lázaro acabaron encontrando la casa histórica frente al mar. La alquilaron, le limpiaron su esqueleto, la abrieron hacia el patio. A mediados de 2012 inauguraron con apenas 5 empleados, pero comenzó a llegarles gente y a las dos semanas multiplicaban plantilla. Ahora son más de 20.
El concepto parece destinado a expandirse, pero Pilar no habla de ello porque primero quieren consolidarse y no ser sólo un fenómeno veraniego al estilo de la llegada de los peces raya. De momento han vestido de bien un trozo de una franja playera arquitectónicamente vejada. En 12 meses se han viralizado a tortazo limpio y al grito implícito de 'recuperad las viejas casas'. Continuará.
