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ALFONSO RUS ROMPE EL SILENCIO E INSTA ABIERTAMENTE A ENFRENTARSE A RAJOY

Alberto Fabra, en la encrucijada

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VALENCIA. "¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el Consell para defender su posición ante el Gobierno central?". "No lo sé...". La respuesta, lacónica, la dio el vicepresidente del Consell, José Císcar, el pasado viernes tras una tensa rueda de prensa en la que los medios de comunicación insistieron una y otra vez sobre el nuevo escenario que se abre en las relaciones entre la Generalitat Valenciana y el Gobierno central tras el nuevo desaire de Mariano Rajoy.

Ese viernes, cuando ya se daba por hecho que el Gobierno iba a rechazar las enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado que había solicitado Alberto Fabra de forma pública, el ambiente en el Palau de la Generaitat oscilaba entre el desconcierto y la resignación. Era la enésima vez que Madrid hacía caso omiso a las peticiones del Consell. Con el agravante de que en este caso Fabra había dado su palabra a las Cortes Valencianas.

"¿Qué va a hacer el presidente ahora?", insistieron los periodistas ya ante otro estrecho colaborador del presidente. "No lo sé... Pero lo cierto es que está tocado". 

Al margen de que la forma en que Fabra planteo sus reinvindicaciones para el presupuesto del año que viene, ese que Císcar aseguró sin matices que no les gusta "nada", lo cierto es que Fabra confiaba en poder apuntarse un tanto demostrando su capacidad para enmendar, siquiera de forma limitada, unas cuentas para el año que viene que castiga duramente a la Comunitat Valenciana. Y fracasó.

El paso de las horas no hizo más que comenzar a calentar los ánimos del Consell y de los pesos pesados del Partido Popular. Sin bien a lo largo del sábado algunos dirigentes el PP trataron de desviar la atención buscando culpables entre los que sí han sabido obtener rédito de su influencia y capacidad de presión, una cosa era el argumentario oficial de los populares valencianos y otra bien distinta el ya consolidado malestar por lo que algunos consideran un menosprecio a la Comunitat Valenciana por parte de Rajoy.

Mientras el núcleo duro del Consell aprovechó para hace un significativo mutis por el foro desde la tarde del viernes y el sábado, evitando enfrentarse a una situación que consideran inexplicable, emergió la figura de Alfonso Rus. El presidente de la Diputación de Valencia, aprovechando una entrevista con la Agencia Efe, lanzó un mensaje diáfano entre tanta espesura.

Rus, fiel a su estilo poco dado a irse por las ramas, reclamó a Alberto Fabra que ejerza de presidente."Hay que plantar cara ante el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, o ante quien sea". "No basta con recordar estas cuestiones, sino ir allí y plantar cara a Mariano o a quien sea". "Ahí radica el liderazgo".

"Hay que pedir lo mismo que pedíamos a José Luis Rodríguez Zapatero. Si lo decíamos antes, hay que decirlo ahora. Si antes lo decíamos por decirlo, significa que estábamos mintiendo a la ciudadanía. Lo que hay que hacer es aclararlo, levantar la bandera e ir donde haga falta. No hay que agachar la cabeza".

CAPACIDAD DE NEGOCIACIÓN, NULA

"No es tan sencillo", reconoció un miembro del Consell. "Hay mucho en juego en estos momentos. Y aunque es cierto que la decisión de no aceptar la enmiendas es un golpe político duro, iniciar un enfrentamiento ahora con el Gobierno central cuando está sobre la mesa cosas mucho más importantes como el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) y los fondos adicionales para pagar a los proveedores supondría un riesgo", explicó.

Si bien es cierto, como insiste el Consell, que el Gobierno de Mariano Rajoy ha ayudado a la Generalitat a evitar un default, la lista de agravios se ha ido incrementando con el paso de los meses. A la propia asignación en los PGE, convirtiendo a la Comunitat Valenciana en la más castigada, el retraso en la aprobación del FLA (con menos dinero del solicitado) o la negativa de a revisar el sistema de financiación autonómica se añade el vacío institucional que tiene sometido Rajoy al hombre que eligió personalmente para sustituir a Camps.

Si bien la Comunitat Valenciana ha sido durante más de un año en un grave problema para el Gobierno por los casos de corrupción, la mala imagen de la política faraónica de Francisco Camps, y sus permanente problemas económicos, también es cierto que Fabra se ha aplicado en tratar de revertir esa rémora. Paralizó la mayor parte de grandes eventos y de obras emblemáticas, ha emprendido la ambiciosa (y lenta) reforma del sector público empresarial, algo que otras autonomías siguen sin abordar, y acata sin rechistar las exigencias de recortes obligados tanto por el Plan de Pago a Proveedores como del FLA. También, aunque de forma un tanto arbitraria, ha ido apartando a varios imputados que formaban parte del Consell de sus cargos.

"No entendemos la animadversión... Además, es que a Alberto Fabra lo nombró él. Si tiene algún problema con eso, que lo diga", señalan desde el partido popular, pero lo que no es tolerable es que castigue sin sentido a la Comunitat Valenciana.

EN LA ENCRUCIJADA

En este escenario, el presidente del Consell deberá tomar una decisión. Al margen de la oposición, también las bases de su partido (y no pocos dirigentes de peso) le han pedido a Fabra un discurso más firme y reivindicativo. La cuestión es hasta qué punto Fabra está dispuesto a liderar ese enfrentamiento. Y el mayor órdago que puede lanzar se antoja casi una quimera: amenazar con dimitir. Una opción que hay quien teme que se le ha pasado por la cabeza. La alternativa, de mantenerse los desplantes, convocar elecciones anticipadas para legitimarse en las urnas. Pero ni el escenario electoral, según las encuestas, es el adecuado, ni parece que Génova permitiera esta opción.

La cuestión es que, mientras siga este enroque del Gobierno de Rajoy respecto a la Comunitat Valenciana, los efectos de la falta de inversión o de financiación, la situación económica valenciana seguirá empeorando, y los impagos enrareciendo la gestión del Consell con colectivos tan relevantes como los dependientes, las farmacias, los empresarios o los sindicatos.

Fabra deberá elegir entre el camino fácil, el de la obediencia a la disciplina del partido, lo que le garantiza la paz en el Partido Popular. O el difícil, el de la defensa de los interés de los valencianos. Porque permitir esta supuesta animadversión hacia la Comunidad Valenciana "es intolerable", insiste un conseller. 

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